En el coliseo de los gallos

Foto: Ariel Martínez

Foto: Ariel Martínez

Antes de la victoria o fracaso en la valla, los contendientes son preparados para la batalla. Las espuelas naturales son reforzadas por uñas de carey, que harán más daño al oponente, y posiblemente reducirán el tiempo de la porfía, generalmente de 12 minutos.

Asistir a una pelea de gallos se traduce en un volcán de sensaciones: se escuchan gritos eufóricos, ansiedad por el éxito, rostros y bolsillos que niegan la derrota, un auditorio sudoroso descarga adrenalina, y dolor o muerte sobre la arena, donde solo un “gladiador” vencerá. En Cuba las peleas de gallos no son penalizadas, siempre que no medie el interés monetario, pero lo cierto es que al comienzo de cada contienda, las apuestas se multiplican, y en cada confrontación, con anuencia oficial o no, el dinero corre de mano en mano, y nadie parece verlo.

 

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