En los 500 de Santiago: Se cerró la Trocha

Foto: Roberto Ruiz

Foto: Roberto Ruiz

La corneta china repica un acorde largo. Un silencio bordea el sonido casi ensordecedor y místico. Luego los tambores, campanas y demás instrumentos de percusión hacen lo suyo. La algarabía sobrecoge la salida de la conga. “Abre, que ahí viene el Cocoyé”, gritan los bailadores.

“Se cerró la Trocha”, dice un señor, mientras agita el carbón del segundo compartimento de su lata grande, ya que en el primero lleva el maní tostado y caliente, con el que arrolla una multitud por las calles santiagueras.

Es la escena más corriente y tradicional del carnaval en la urbe oriental, una fiesta que dibuja el compendio de culturas presentes en una región bañada por el mar Caribe, pero que lleva también la savia española, franco-haitiana, africana, asiática y árabe.

En medio milenio, los habitantes de la ciudad han sido capaces de asimilar costumbres, afianzar tradiciones y sentirse dueños de la celebración al patrón de la Villa, Santiago Apóstol al organizar el convite más popular de Cuba.

OnCuba les invita a develar el misterio de estos festejos al dialogar con tres especialistas en la temática: Mirtha de la Rosa Pérez, especialista del Museo del Carnaval; la doctora Olga Portuondo, Historiadora de la Ciudad, y el compositor Rodulfo Vaillant, presidente del comité asesor de estos festejos.

Mamarracho, el primer nombre del carnaval

Siempre presta a revelar cada resquicio histórico, la doctora Olga Portuondo nos abrió esta vez las puertas del carnaval de Santiago de Cuba. La investigadora asegura que los mismos iniciaron casi con la fundación de la ciudad. “Todo parece indicar que la esencia es la participación de la población de origen africano y la mestiza (india y blanca) en las procesiones del Corpus Cristi. El hecho de imitar aquella música o el sonido de las campanas en esa celebración con instrumentos propios de África o posiblemente de las tumbas o atabales, como se decía.

“Esa, pudiéramos decir, que fue la naturaleza del carnaval, aunque se le incorporan otras expresiones -no tanto el Día de Reyes como a veces se ha insinuado por imitación a otras regiones del país-, como el festejo del Día de San Juan y el de San Pedro. Todavía el 24 de junio y el 29 de junio salen las congas de la ciudad en alusión a estos dos santos y hacen un recorrido por la ciudad.

“El otro elemento que se incorpora es Carnestolenda que son los verdaderos carnavales. Se trata del período anterior a la Pascua, que en Europa se comía carne antes de la abstinencia. Aquí se conmemoraba Carnestolenda en febrero, se hacían careras de caballo y se tiraba agua no muy perfumada a las personas, como un divertimento.

“Con el crecimiento demográfico urbano y ya en pleno siglo XVIII, se inicia aquí lo conocemos como Mamarracho, que comienzan a celebrarse el día de Santiago Apóstol -25 de julio-, patrón de la ciudad. La población negra y mestiza empieza a manifestarse en esos festejos en este día y en el de Santa Ana (26 de julio). Porque el de Santa Cristina (24 de julio) es una celebración que se incorpora posteriormente.

“Uno de los momentos de esplendor de los carnavales sucede entre las décadas del 50 y 60 del siglo XIX. La ciudad adquirió una gran prestancia, sobre todo bajo el gobierno del liberal español Carlos Vargas Machuca. En esa etapa los periódicos describen muy bien los mamarrachos y hay un viajero de origen inglés, nombrado Walter Goldman, que los describe en su texto Un artista en Cuba como ejemplo de belleza, sensualidad, brillantez y lleno de participación popular.

“La tradición siguió. Muchas personas, con el criterio de modernidad, piensan que las tumbas o atabales, eso que comienza a llamarse comparsas y que luego traen como resultado los paseos y las congas, eran considerados denigrantes, una muestra de salvajismo e incultura. Ellos trataron de impedir las celebraciones, pero la cultura popular se impuso. Hubo otros que lo defendieron, como Raúl Ibarra, en sus escritos de los años 30 del siglo XX.

“Los mamarrachos se impusieron y otra de sus épocas de esplendor fue la de la década de 1940, fundamentalmente en la etapa de la postguerra. Para los desfiles aquí venían personas de todas partes de Cuba y del extranjero.

“Los asaltantes al Cuartel Moncada, en 1953, aprovecharon esa coyuntura normal de visitantes por esas fechas en la ciudad, para preparar y acometer esa acción libertaria”.

Olga Portuondo señala que el carnaval siempre ha reunido a personas de todas las procedencias sociales y raciales. “Todo el mundo participa y eso ha vuelto en estos años, es decir, los desfiles, los vestuarios… Yo, a pesar de mis años, pues también voy a mamarrachear, y doy mi arrolladita con las congas, en especial con la de los Hoyos y la de San Agustín”.

Foto: Roberto Ruiz
Foto: Roberto Ruiz

Un museo festivo

Ubicado en la céntrica Calle Heredia, el Museo del Carnavalse creó en el año 1983 a solicitud varios artistas e intelectuales de la ciudad como el músico Enrique Bonne, autor de Si me faltara el carnaval; el escritor Joel James, fundador de la Fi esta del Fuego y director, hasta su muerte, de la Casa del Caribe; el compositor Rodulfo Vaillant, en estos momentos presidente de la Uneac en el territorio y del consejo asesor de Carnaval; el pintor Pedro Arrate, y la investigadora Nancy Pérez autora de dos volúmenes dedicados al Carnaval, entre otros.

Para Mirtha de la Rosa Pérez la fama de estos festejos siempre ha sido un enigma. La especialista de esa institución museológica asegura que el carnaval santiaguero impacta al país completo, ya que el mismo resume las distintas culturas que componen el arte nacional.

“Aquí se pude encontrar una diversidad de expresiones y hay opciones también para el que quiere disfrutar en un quiosco o en el barrio. Están las calles del carnaval, que son el resultado de las verbenas que se hacían anteriormente en España.

Foto: Roberto Ruiz
Foto: Roberto Ruiz

“Tenemos la corneta china en nuestras congas. Ya hace 100 años que ese instrumento forma parte de esas agrupaciones y es sonido identificador de estos festejos. Pero hay más: están presentes la herencia asiática con la comparsa La Kimona –integrada por descendientes de japonesas-, la africana con las comparsas Carabalí Lugo y Carabalí Isuama, ambas centenarias, al tiempo que contamos con el legado franco-haitiana en la Tumba Francesa”, opina.

Mirtha toma la frase de un actor santiaguero para describir el carnaval y destaca que el jolgorio de julio en la ciudad es un crisol de las culturas que confluyen en la región. Por eso el Museo del carnaval es reservorio de carteles del carnaval, resultado del concurso que se convoca anualmente; trajes propios de estos festejos, fotografías de personalidades y de máscaras típicas como el Caballito, los muñecones, los hombres carroza –elemento muy particular de Santiago de Cuba, que surge durante el período especial. Es una iniciativa creativa de los comparseros para que el carnaval no muriera. Trasciende por diseños de vestuarios confeccionados con materiales desechables y de una alta calidad estética, que visten los hombres.

“El carnaval santiaguero es un acto de protagonismo colectivo”, resalta Mirtha, mientras adelanta que el Consejo Nacional de Patrimonio emitió una misiva a la directora de Museo para que se encargara de dirigir el trabajo de investigación preliminar con motivo de declarar al Carnaval santiaguero como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación, labor que se ha hecho en colaboración con otras instituciones culturales del territorio.

Foto: Roberto Ruiz
Foto: Roberto Ruiz

Para no dejar morir la tradición

Preocupado por la vida cultural de la urbe oriental, el compositor Rodulfo Vaillant, ha presidido por dos décadas la comisión asesora del Carnaval. El mecanismo, según indica, “ha trabajando fuertemente con el objetivo de rescatar todos los valores de autenticidad que lo festejos había perdido, afectado por las circunstancias económicas del período especial y las dificultades en cuanto a recursos”.

Rodulfo Vaillant, compositor santiaguero. Foto: Roberto Ruiz
Rodulfo Vaillant, compositor santiaguero. Foto: Roberto Ruiz

Crítico todavía de los detalles que deben perfeccionarse, Vaillant asevera que todavía existen “dos cosas que no hemos podido mejorar: la imagen de los quioscos, que no llevan la mejor visualidad y estética, y el hecho de que debemos reconquistar las verbenas en las calles”.

Las recomendaciones de cómo revivir estos festejos han sido muy bien recibidas por Lázaro Expósito Canto, primer secretario del Partido en la provincia, así como dirigentes gubernamentales, indica el autor de La celosa y Se muere de sed la tía, números muy exitosos en los repertorios de las orquestas Van Van y La Revé.

Diseños atractivos de los vestuarios y banderolas, desfiles con lo más representativo de la cultura de una ciudad mágica, espiritual y cuna de gestas libertarias, son elementos que convierten al carnaval santiaguero en uno de los más populares de América Latina y de Cuba.

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