La vida después del Indulto

Foto: Leandro Armando Pérez Pérez

Foto: Leandro Armando Pérez Pérez

Ania Pérez Lorente marca dos instantes que le han cambiado la vida. “En un minuto, cuando caí presa, sentí que se me iba todo. Y en otro minuto, inesperadamente, volví a vivir”.

Ese segundo minuto transcurrió al amanecer del viernes 11 de septiembre de 2015, cuando el gobierno cubano decidió indultar a 3522 sancionados como gesto hacia el Papa Francisco, a punto de llegar al país. “Cuando oí la noticia sentí una sensación similar a la resurrección”, confiesa Ania entre un retoño de lágrimas que poda con rapidez.

Graduada de técnico medio en edificaciones, se dedicó a la administración en la Empresa municipal de Comercio en Vertientes, Camagüey, desde 1990 hasta que en 2012 fue condenada a 12 años de privación de libertad por malversación.

“Si mantenía un comportamiento intachable podía a aspirar a estar solo cuatro años y ocho meses. Gracias al indulto salí a los tres años, cinco meses y 11 días. Sí, es inevitable seguir la cuenta…Igual que no puedo dejar de pensar en lo bueno que hubiera sido si hubieran liberado a más personas, porque la población cubana presa es mucha. Creo que tres mil y pico de personas es una bendición, pero pienso que pudieron ser más. Hay muchas mujeres buenas que se quedaron en prisión”, recuerda.

El segundo indulto concedido en el archipiélago en menos de tres años benefició a personas que no estuvieron involucradas en delitos de Asesinato, Homicidio, Violación, Pederastia con Violencia, Corrupción de Menores, Hurto y Sacrificio Ilegal de Ganado Mayor, Tráfico de Drogas, Robo con Violencia e Intimidación en las Personas en sus modalidades agravadas, ni contra la Seguridad del Estado. Hubo algunos liberados de ese tipo, pero por razones humanitarias; argumentó el gobierno.

Hoy en casi todos los barrios y pueblos del país puede encontrarse un beneficiado con la medida, y también algunos inconformes, que no concuerdan con esta segunda oportunidad dada a quienes dañaron a otras personas con su actuar. Pero para los indultados, no hay nada más gratificante que el aire libre.

Foto: Leandro Armando Pérez Pérez
Foto: Leandro Armando Pérez Pérez

“Lo mejor que oí decir de la prisión fue que era una escuela; pero para mí fue una maestra exigente de métodos drásticos y enseñanzas tremendas”, reconoce Ania. Entre rejas estudió elaboración de alimentos, manicure y peluquería, en cursos de un año. Dice que lo hizo también para mantener intactos los deseos de presumir.

“Lo primero que me propuse fue evitar el ocio, me dediqué a mantener la mente ocupada, así fuera en los surcos que limpiaba, porque eso era un bálsamo. Claro, siempre hubo momentos de ahogo en los que solo llorando me alivié”.

“La lección más importante que saqué es la de nunca involucrarme en nada ilegal. Pero eso es algo muy difícil hoy, cuando la gente necesita buscar beneficios extras, para mejorar los malos salarios. También aprendí a respetar de verdad a las personas diferentes y a tener amistades sin inmiscuirse tanto en la vida del otro. Si practicáramos eso creo que mejoraríamos como sociedad”, opina.

“Conviví con personas de delitos más graves. No pensé que pasara así, pero casi todas cambian. Es algo que me alentó, ver cómo el ser humano puede cambiar, incluso en circunstancias extremas. También derrumbé prejuicios contra las muchas mujeres homosexuales, pues ellas, a diferencia de lo que yo pensaba, son respetuosas. Mientras tú respetes su mundo, ellas no se meten en el tuyo. A las heterosexuales nos decían las morales. Creo que esta convivencia me hizo crecer como persona, aunque fuera de una manera tan dura”.

Foto: Leandro Armando Pérez Pérez
Foto: Leandro Armando Pérez Pérez

“La teniente coronel del campamento El Anoncillo, la prisión en la que estuve después de dejar Granja 5, nos comunicó la decisión del indulto de lo más contenta. Lloró con nosotras y nos acompañó en todo este milagro. Sí, porque es un prodigio que me devuelvan a la vida social sin antecedentes ni necesidad de libertad condicional, que para mí serían seis años, como mínimo.

“Sigo aturdida, porque una se adapta al silencio de aquel lugar, y porque he vivido días muy emocionantes: Los vecinos y las mujeres de la Federación me esperaron cuando llegué a mi casa; y me facilitaron trámites como la obtención del carné de identidad. Ayer mismo una de las cinco indultadas del municipio fue a la dirección municipal de “Trabajo”, y dice que le hicieron buenas ofertas de empleo y la trataron muy bien.

“Es algo extraordinario. Soy bautizada, pero no practicante católica, mi mamá sí. Ella prometió ir a la iglesia a agradecerle a la Virgen si yo salía antes de término, y la acompañaré a la iglesia de La merced, el día 24 de septiembre, que es el día de la santa. Esta oportunidad que me ha dado Dios y el Papa, me compromete con ellos y conmigo misma a ser mejor persona.

“¿Planes? Apenas esté el carné, empezaré a trabajar. Todavía no tengo nada definido. Escogeré bien el lugar y las personas que me rodearán, porque la gente prueba al ex recluso. A lo mejor sigo como comerciante, pero por cuenta propia. Soy una mujer revivida. Estoy feliz de regreso con mi madre, mi hijo, mi sobrina recién parida, mis familiares y los muchos amigos, que tanto sufrieron por mi causa, y que nunca me abandonaron a mí ni a mis padres en medio de mi situación. Estoy de vuelta y cuidaré de mi resurrección”.

La madre de Ania fue un pilar muy fuerte para ayudarla a seguir. Foto: Leandro Armando Pérez Pérez
La madre de Ania fue un pilar muy fuerte para ayudarla a seguir. Foto: Leandro Armando Pérez Pérez

Tres mil quinientas veintiuna historias más acompañan a Ania. Buscándolas, OnCuba encontró a Leonel Martín Díaz, un pinareño a quien la prisión guardó casi por siete meses. Ahora el ex-bodeguero de El Corojo (un asentamiento tabacalero ubicado en las afueras del municipio de San Luis) quiere aprovechar su libertad para montar un negocio por cuenta propia y echar pa´ alante con su familia.

Segunda oportunidad para un cubano indultado

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