La Virgen del Teniente Coronel

Foto: Carlos Luis Sotolongo

Foto: Carlos Luis Sotolongo

Cuando se enteró de que las tropas españolas habían invadido los hogares de algunos independentistas para abusar de sus esposas, el teniente coronel José Téllez Caballero resolvió que su mujer y su hijo partirían con él a la manigua hasta que terminara la guerra.

Era la contienda del ’95 (1895 – 1898) y en 1897, José había liderado una columna de 180 hombres para tomar Trinidad; una hazaña que lo había convertido en blanco identificable para los “panchos”.

Mas, preocupado por que fuera poca la protección que pudiera ofrecer a los suyos, Téllez llevó junto a su mujer, Antonia Marín (por aquellos días embarazada por segunda vez), y su primogénito, Emigdio, la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre que siempre estuvo en el tercer cuarto de su casa.

“La trasladaron en su urna hasta una cueva del Escambray –me cuenta en la misma casa de la calle Boca María Antonia Téllez, nieta del patriota, mientras recuerda a aquel hombre que desde pequeña admiró–. A los pies de aquella virgen, literalmente, Antonia tuvo a su hija, bautizada como Estrella de la Libertad, y nació sin la presencia de una partera, alejada de la civilización”.

El Teniente Coronel mambí José Téllez. Foto: cortesía de la familia
El Teniente Coronel mambí José Téllez. Foto cortesía de la familia.

Solo cuando terminó la beligerancia hispano – cubana, Estrella vislumbró otra realidad fuera del verdor de las palmas junto a sus padres y su hermano mayor, y la hornacina salió de la caverna para permanecer en el cuarto, otrora habitación de la niña, donde perdura hasta el día de hoy.

Quizás por salir ileso de tantos combates, porque la Caridad defendió de todo mal a los suyos, o por esos misterios insondables de la fe, el Teniente Coronel le ofreció cada 7 de septiembre, vísperas del día de la Patrona de Cuba, memorables veladas culturales.

Así sucedió desde entonces hasta 1946, cuando Téllez falleció ciego por causa de la diabetes, rodeado del cariño de sus nueve hijos. Ellos heredaron el ritual y lo legaron a las generaciones venideras.

“La familia nunca ha dejado de velar a la Virgen”, explica Roberto Carlos Zerquera Téllez, quien mantiene actualmente la tradición. “Antes, el altar era más grande, lleno de velas, según me contaban. Hubo un tiempo en que se alumbró en el cuarto porque hacer este tipo de prácticas podía traer problemas, por eso ves tantos candelabros y palmatorias en la casa. Después volvimos a la saleta”.

“Así lo he mantenido desde los 18 años, cuando mi abuela me encomendó asumir el altar porque ya era muy anciana. Cuando se celebró el 400 aniversario del hallazgo de la imagen del Cobre, le ofrecí un violín y la trasladamos a la sala. Los otros años, ha vuelto a la saleta, donde siempre se hizo”.

Roberto Carlos recuerda además las noches de su infancia, cuando trovadores como Isabel Béquer (La Profunda), poetas de la ciudad, amigos… llegaban cada septiembre para regalar acordes, versos a esa madre de todos los cubanos; y saca de una de una gaveta antiquísima el primer vestido de la imagen; una exclusiva que confía a OnCuba.

“Mi abuela me decía que este era el traje original, polvoreado con cobre del santuario de Santiago de Cuba”.

Conscientes del legado familiar a su cuidado, ahora Roberto familiariza a sus sobrinas con el ajetreo de comprar flores y limpiar candelabros, mientras erige, en compañía de amigos íntimos, un nuevo altar para la Virgen mambisa.

Cada 7 de septiembre las luces de la vivienda de la calle Boca resplandecen. No hay tambores, ni rezos yorubas, ni agua bendita, ni sermones. Solo el silencio, la vigilia hasta la medianoche, cuando el bisnieto de teniente coronel toma en sus manos el rosario de sus antepasados para rezar un Padrenuestro, tres Ave María y un Gloria a Cachita, pide salud, paz y que, como madre buena, siempre mire a sus hijos con ojos de misericordia.

La virgen de los Zerquera Téllez. Foto: Carlos Luis Sotolongo
La virgen de los Zerquera Téllez. Foto: Carlos Luis Sotolongo.
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