OK

Pocas expresiones hay en este mundo que aparezcan en mayor número de idiomas. Sin embargo, pese a tener un uso tan generalizado, sus orígenes siguen siendo ciertamente inciertos.

Algunos –a todas luces los más- señalan que durante la Guerra Civil de Estados Unidos (1861-1865), los oficiales eran responsables de hacer un informe cuando las tropas regresaban del frente de batalla, y que cuando no había bajas escribían en una pizarra la frase “0 Killed” (0 Muertos).

La explicación suena convincente, pero no lo es menos aquella que apunta a que en la lengua de los nativos de la tribu Choctaw, la palabra Oke (pronunciada Oki) quiere decir que todo está bien. Curiosamente, de ahí proviene el uso tan común que posee hoy el “oki doki” (originalmente Okee Dokee) de las conversaciones virtuales.

No obstante, unos cuantos estudiosos –quién sabe si en la búsqueda incesante de la contrapelusa- echan mano de otro par de teorías. Una dice que OK deriva del sonido de la expresión francesa “au quai”, antaño propia de los marineros en los muelles para indicar que una mercadería estaba lista para su embarque.

La otra tesis, a mi modo de ver merecedora de muy escasa credibilidad, asegura que OK es sencillamente lo contrario de KO, lo peor que le puede suceder a un boxeador en un combate. Así, la inversión de las letras significaría estar de maravillas o, como diría Kola Loka, “a-la-mailof”.

Lágrimas de cocodrilo

Cuando a alguien se le monta el espíritu de Robin Williams y llora un dolor que en realidad no siente, solemos decir que sus lágrimas son de cocodrilo. Ahora bien, ¿de dónde viene este modismo cenaguero?

Ocurre que en la antigüedad se creía que los cocodrilos atraían a sus víctimas con un peculiar y extraño quejido, muy parecido al llanto. Incluso, se contaba que estos animales lloraban sobre los restos de sus alimentos de turno.

Pasó el tiempo, pasó un águila por los mares de la ciencia, y los expertos descubrieron que las famosas lágrimas no son más que una secreción acuosa que mantiene hidratados los ojos del reptil fuera del agua. Sus glándulas salivales y lacrimales están situadas muy cerca unas de las otras, por lo que se estimulan constantemente y terminan haciendo que el cocodrilo llore mientras come.

Así, podemos afirmar que llora mientras come, pero solo por puras y elementales razones fisiológicas. Porque habría que ser sumamente inocente –una especie de ‘fool on the hill’ exacerbado- para imaginarse a un cocodrilo en modo sentimental, lamentando con dos lagrimones la muerte de un amigo de pantano.

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