Para el nuevo año

Foto: Betty Beatón/Trabajadores

Foto: Betty Beatón/Trabajadores

—¿Cuáles son tus planes para el 2016?

La pregunta lo tomó por sorpresa. Acababa de subir a la guagua y un antiguo compañero, casi sin mediar saludos, se la disparó a quemarropa. A su alrededor creció un silencio incómodo, expectante.

En fracciones de segundo repasó las posibles respuestas. Podría apelar a lo clásico y decir “salud y dinero”, pero estas socorridas palabras no eran en realidad un plan sino un deseo, así que prefirió enfocarse en algo más concreto.

Pensó en la posibilidad del matrimonio, pero la verdad es que esa idea ni asomaba por su cabeza. ¿Para qué torpedear su noviazgo con el seguro belicismo de una convivencia multifamiliar? Y mucho menos pensar en un hijo, con lo complicada que se dibujaba la economía.

Le hubiera gustado decir que irse de viaje. Pero, ¿a dónde? ¿Y cómo? En un momento pensó pedir dinero prestado y probar suerte en Ecuador, por un tiempo aunque fuera, pero ya hasta para allí estaban pidiendo visa. Además, no se veía a sí mismo viviendo fuera del país, por extraño que esto pudiese parecerle a más de uno.

Quizás podría intentar mejorar en el trabajo, pero ¿qué significaba eso exactamente? ¿Cambiar de departamento? ¿Conseguir un ascenso? ¿Tener un aumento de salario? Despierta, se dijo, que estás en Cuba, y aquí esas cosas ni dependen de uno ni pasan de un día para otro.

Tal vez pudiera irse de la empresa, reflexionó luego. Empezar un negocio propio, abrir una cafetería o poner una casa de alquiler. Pero para eso necesitaba dinero, mucho dinero, y ¿de dónde son los cantantes? Por otro lado, tendría que arreglar la casa, o al menos una parte, porque todo negocio necesita una inversión primero, ¿no?

Claro que podría pedir un crédito en el banco para ir haciendo algunos arreglitos: tirar placa en el cuarto, enchapar el baño, hacer la meseta nueva de la cocina, que mira que su madre llevaba años penando por eso. Pero luego, ¿cuánto tiempo tendría que estar pagando la deuda? ¿Valdría realmente la pena?

En cualquier caso, algo debía hacer. No podía seguir en lo mismo toda la vida. ¿O sí?

El silencio se hizo más compacto, como una pared de ladrillos. Las ideas se arremolinaron en su mente y las palabras salieron de su boca como en tropel:

—¿Para el 2016? Qué voy a hacer, compadre: seguir luchando como todo el mundo.

Casi al instante la guagua se detuvo y el interrogado bajó con paso apurado, sin despedirse de su interlocutor. El otro, sorprendido, hizo por saludarlo desde el ómnibus ya en movimiento. De repente, una mano cayó pesadamente sobre su hombro:

—Se la comió, mi hermano –le comentó otro hombre en tono de reproche­–, así que planes para el nuevo año. ¿Usted no sabe que esas cosas nada más se preguntan por televisión?

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