Un cementerio hebreo perdido en Camajuaní

Foto: Daily Pérez Guillén

En Camajuaní, como en casi todos los pueblos de Cuba, después del inmenso cartel con letras de cemento que anuncia el nombre del municipio, aparecen los muros blancos del camposanto y, a continuación, la apretada hilera de casas que dibuja a ambos lados la calle principal.

Sin embargo, en este poblado distante unos 25 kilómetros de Santa Clara, al típico paisaje habría que añadir la existencia de un cementerio judío, uno de los primeros de su tipo que existió en el centro del país hacia la segunda década del siglo XX.

Una veintena de tumbas maltratadas por el tiempo sobresalen de la tierra como prueba de la presencia judía en la región. Las fechas impresas en el mármol notifican que este sitio fue usado apenas una década. Solo la vegetación se empeña en cercar el lugar.

Según comenta el presidente de la Comunidad Judía de Villa Clara, David Tacher, en esta tierra de valles y parrandas existió también una pequeña sinagoga adonde acudían además judíos de pueblos cercanos. Alrededor de trescientos conformaban la comunidad asentada aquí en la primera mitad del siglo XX.

Pocos conocen en el pueblo la verdadera historia de este sitio y de quienes aquí yacen. Paradójicamente es conocido como “cementerio turco”. Ello se explica por la presencia en Cuba de judíos sefardíes que procedían de Turquía, del norte de África, y de otras regiones donde se refugiaron cuando fueron expulsados de España en tiempos de la Inquisición.

Para el pueblo judío es una máxima de supervivencia garantizar su continuidad. Por eso allí donde fijan su asentamiento, siempre se encontrará una sinagoga para realizar los servicios religiosos, una escuela para educar a sus hijos y un cementerio para brindar a los miembros de la comunidad un enterramiento según mandan las costumbres hebreas.

 

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