Un centro cultural católico atrae a los santiagueros

Foto: Daynet Castañeda

Foto: Daynet Castañeda

Lunes de agosto, el atrio de la catedral está repleto. Gente de todas las edades sube y baja aunque el calendario católico no registra ninguna festividad religiosa. Mientras, en medio del barullo, en la Santa Basílica Metropolitana se apuran en restaurar el interior que acogerá a Su Santidad. Por la calle Santo Tomás la gente sigue llegando, llenando planillas, entrevistándose y pagando. Es día de matrícula en “los bajos de la catedral”; o como le gusta aclarar a su director: “en el Centro Cultural Monseñor Pedro Claro Meurice Estiú”.

“Los bajos de la catedral” es un lugar de moda en Santiago de Cuba. En medio del casco histórico, la gente viene a desafiar el axioma del desvanecimiento del hábito de lectura y entre otras opciones eligen asociarse a la biblioteca, que ya cuenta con más de 2000 afiliados. Para pertenecer al círculo de lectura Dulce María Loynaz el precio es de 20 pesos (menos de 1 dólar) y por ese precio es posible acceder a los betsellers que venden las editoriales extranjeras durante la Feria Internacional del Libro, que nunca llegan a Santiago.

Cursos de inglés, alemán, italiano, portugués, secretariado bilingüe, administración de empresas y repasos para las enseñanzas primaria, secundaria y preuniversitaria generan mucho interés entre los santiagueros; tanto que es muy fácil de encontrar en esta urbe quien haya pasado o esté pasando un curso “en la catedral”.

“¡Hay que ver las condiciones de las aulas!”, comenta Karines Rodríguez, profesora y periodista, que lleva un año de graduada en la Universidad y ya se subió al tren de los cursos para perfeccionar su inglés. “Puedes acceder a una excelente biblioteca, tienen un equipo de teatro en casa que es buenísimo, la bibliografía, los cuadernos, el material en formato digital, la calidad de las clases, la del claustro… Y además es posible con ellos obtener un título con validez internacional sin salir de esta parte a veces olvidada del país”, asegura.

Foto: Noel Rodríguez Portuondo
Foto: Noel Rodríguez Portuondo

Pero el Centro nombrado en homenaje al fallecido obispo santiaguero que expuso algunas de las críticas más fuertes al gobierno cubano durante la visita de Juan Pablo II en 1998 no carece de detractores. Los más paranoicos los asocian con la subversión interna, el “dinero del enemigo” y la intención de catequizar solapadamente mediante la materia Formación Humana (incluida en casi todos los cursos). Otros lo acusan de ser una institución con fines de lucro porque cobran por matrículas 40 pesos cubanos (menos de 2 CUC) a estudiantes de secundaria y preuniversitario

“Este es un centro católico, una institución de la Iglesia, pero con régimen autónomo y completamente autofinanciado”, revela Giraldo Setién, director del Centro. “Aunque la gente nos llame “la catedral” es un error conceptual, no hay codependencia de la Basílica y tenemos personalidad jurídica propia”, insiste. Por eso para existir necesitan recaudar.

“Generamos servicios, y por eso los grupos son tan numerosos, además de la demanda, porque de ahí salen los salarios, el dinero para el mantenimiento”, explica Teresa Ferrer Santiesteban, la subdirectora docente. “Las aulas están muy bien equipadas y tienen aire acondicionado porque estamos en el sótano de la catedral donde no hay ventilación, por tanto no es un lujo, sino una necesidad. Por un mínimo de respeto buscamos las condiciones más óptimas, todos los programas de idiomas, empresas, están montados en las computadoras que están en las aulas, es necesario tener equipos de audio. Se reproduce también en los televisores”, argumenta.

Es coherente con su lógica entonces que los servicios de impresión, fotocopia y escaneo de documentos, encuadernado y plastificado; no sean gratuitos. La tienda de artículos religiosos, que llama la atención desde la calle, vende además hasta tarjetas nauta, propia, de recarga, libros.

Foto: Noel Rodríguez Portuondo
Foto: Noel Rodríguez Portuondo

Antes de matricular, los aspirantes saben que, cualquiera de los cursos implica seguir dos horas de Formación Humana o Cívica. Solo se exceptúan los de Empresa por el poco tiempo docente del que disponen. Los que reciben idiomas la tienen en su currículo porque creemos en el mejoramiento humano. Es un contenido que imparten filólogos, psicólogos, sicólogos con temas como la autoestima, la motivación, el estrés”; explican Santiesteban y Setién.

Aseguran además que la intención nunca ha sido provocar una conversión religiosa y jamás han abordado un tema o sugerido ninguna discusión que pretenda subvertir la ideología del gobierno. Las acusaciones son casi siempre suspicacias y sospechas basadas en el desconocimiento y la falta de referentes sobre centros como este.

El pequeño David está ya en el segundo año de los cursos infantiles donde recibe inglés, talleres de teatro, danza, música, narración oral, lectura y escritura –tan populares que las planillas para matriculas se agotaron desde temprano este año- y, por supuesto, formación cívica. Según su madre Eyenit, en el Pedro Meurice “le dan una buena educación, trabajan con los niños hiperactivos. El año pasado hablaron con los padres y les dijeron que el niño que se portara mal lo iban a sacar, porque ellos no son un centro para cuidar niños. Ellos son estrictos con la disciplina y eso es bueno.”

Foto: Noel Rodríguez Portuondo
Foto: Noel Rodríguez Portuondo

Luego de la existencia de una biblioteca con algunos de los mejores libros que circulan en la ciudad, la primera noticia sobre este “Centro Cultural” fue la posibilidad de competir en el concurso Minerva para la promoción de la cultura general integral. Si la primera edición a algunos de los competidores les resultó fácil, la segunda vez no fue igual. Dedicado al 500 aniversario de la fundación de la villa, el certamen puso la parada alta con preguntas que requirieron de una investigación acuciosa sobre la vida cultural y la historia de Santiago de Cuba. Los premios (un DVD, lámparas, microwave, un televisor de pantalla plan) fueron, ¿quién lo duda? un incentivo fuerte para la participación.

En ese equilibrio entre reconocimiento del papel de la satisfacción mundana de necesidades y el cultivo del espíritu basa el éxito este sui géneris centro cultural. A pesar de las sospechas, el Pedro Meurice comienza a verse como un espacio en la cotidianidad del santiaguero común.

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