Tras la pista perdida del pan

Las colas crecen en las panaderías cubanas como consecuencia de la escasez de harina, un problema reconocido públicamente por las autoridades de la industria alimentaria. En la calle, la situación no parece mejorar.

La escasez de harina ha golpeado la venta de pan en Cuba. Foto: Otmaro Rodríguez.

La escasez de harina ha golpeado la venta de pan en Cuba. Foto: Otmaro Rodríguez.

Calle Reina, La Habana, 11:00 am, una semana atrás. Un grupo de personas frente a una panadería espera que comiencen a vender el pan “liberado”. A medida que pasan los minutos, la cola crece y también la impaciencia.

“Dentro de un rato”, repite la dependienta como un mantra a quienes le preguntan por la hora de venta.

Un hombre la llama aparte, fuera del mostrador, y ambos cuchichean a la vista de todos.

“A lo mejor resuelve, pero la cosa está bien mala”, dice otro hombre, sudoroso, apuntado con disimulo al que llamó a la dependienta. “Yo vengo caminando de la panadería de Carlos III y allá tampoco hay pan; dicen que lo sacan a la 1. Espero que aquí empiecen a vender antes”.

La escena se repite en otras panaderías de la ciudad. En el Cerro, Centro Habana y la Habana Vieja escucho “dentro de un rato” varias veces; otras: “hoy no hay”.

En la Casa del Pan, en la conocida esquina de Toyo, no hay pan, sino galletas y unos pocos panecillos dulces. Las personas hacen cola para comprar, mientras contemplan las cestas vacías, sin la variedad que anuncian los carteles.

“Al menos sacaron galletas, porque también estaban perdidas”, comenta una mujer que pide cuatro paquetes.

Cuando llega mi turno, le pregunto a la dependienta por el pan, aunque ya a estas alturas conozco la respuesta. “Por la tarde. Es que hay problemas con la harina”, confirma.

No es el primero que me lo dice, pero eso ya no es noticia. Los propios compradores lo comentan entre el malestar y la alarma hace semanas.

“Dicen que la situación se va a poner peor –dice alguien en otra panadería cercana en la Calzada de 10 de Octubre–: que los molinos están rotos y no hay dinero para comprar más harina fuera de Cuba. Hasta hablaron del problema por la televisión.”

Es cierto. Hace poco más de un mes, en el programa Mesa Redonda, Armando Posada, director del Grupo Empresarial de la Industria Alimentaria (GEIA), aseguró que la producción de harina de pan era la “más deprimida del grupo” y que afectaba a “todas las provincias del país”.

Posada dijo que esta situación estaba causada por “problemas tecnológicos presentados en los molinos, problemas de financiamiento y organizativos”, de acuerdo con la versión de sus palabras publicada en el sitio Cubadebate.

Personas esperan la venta de pan liberado en la panadería de la calle Reina, en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Venta de galletas en la Casa del Pan de la esquina de Toyo. Foto: Otmaro Rodríguez.
Panadería de Carlos III, en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Panadería de Bellas Artes, en la Habana Vieja. Foto: Otmaro Rodíguez.
Cola para comprar pan en una panadería de la Calzada de 10 de Octubre. Foto: Otmaro Rodríguez.
Después de la cola, el pan como recompensa. Foto: Otmaro Rodríguez.

Este lunes, en otra edición del programa televisivo, la ministra de la Industria Alimenticia (MINAL), Iris Quiñones, fue más allá.

Aseguró que la harina importada este año, según cálculos previos –30 mil toneladas–, no llegó a cubrir el incumplimiento de la producción nacional, con un déficit de más de 70 mil toneladas. Esto, dice, “ha incrementado las tensiones en cuanto a los suministros de la harina que aseguran el pan ‘normado’, el ‘liberado’ y otros productos de precios accesibles a la población como galleta y repostería”.

Dijo que “en los últimos días hemos vivido los momentos más tensos de todo el año en cuanto a suministros, lo que ha obligado a asegurar solo el pan de la canasta familiar, paralizando un grupo de producciones e incluso afectando las producciones de la Cadena Cubana del Pan en varias provincias por determinados momentos”.

Reconoció como la “causa fundamental de la situación” el “atraso en las importaciones de las piezas de repuesto para los molinos” y aseguró que “se está trabajando intensamente para lograr que las producciones lleguen a la normalidad antes de finalizar el año”.

Cuando el pan suena

Que un ministro reconozca en la televisión nacional la existencia de un problema, suele ser en Cuba el campanazo definitivo. La punta de un iceberg del que muchos vienen hablando desde hace tiempo y que las autoridades solo confirman cuando el choque resulta inevitable.

La falta de harina en realidad no es algo nuevo. A lo largo de 2018 ha afectado a la Isla en mayor o menor medida, principalmente fuera de La Habana. La propia ministra dijo ayer en la Mesa Redonda que “desde principios de año se supo que resultaría imposible cumplir el plan de producción de harina en Cuba”.

El tema ha sido motivo de rumores, quejas en asambleas locales y reportes de medios de comunicación. Incluso, algunos funcionarios habían dado ya explicaciones a la prensa oficial.

En junio, Jesús Rodríguez, vicepresidente primero del GEIA, dijo a la Agencia Cubana de Noticias que “en los últimos meses” la producción de harina de trigo se había visto “afectada” por “la falta de piezas de repuesto para los molinos, fallas internas y violaciones de las normas operacionales”, lo que había provocado “el desabastecimiento del producto”.

Rodríguez afirmó entonces que para paliar esta situación el gobierno cubano “tomó la decisión de importar adicionalmente 15 mil toneladas de harina de trigo para garantizar la cuota normada, la merienda escolar y la asistencia social”, y que igual cantidad se compraría más adelante “en el mercado internacional”, lo que suman las insuficientes 30 mil toneladas mencionadas este lunes por Quiñones.

También dijo que “en los meses de octubre y noviembre” se compraría un lote de piezas y componentes para los molinos de las provincias de Santiago de Cuba y Cienfuegos –dos de los cinco con que cuenta la Isla– y que también se trabajaba en el “Turcios Lima” de La Habana, para que pudiera recuperar su capacidad de producción de 130 toneladas diarias.

Ante las dificultades con la harina, las autoridades han priorizado el pan que se vende de manera racionada. Foto: Otmaro Rodríguez.
Ante las dificultades con la harina, las autoridades han priorizado el pan que se vende de manera racionada. Foto: Otmaro Rodríguez.

Seis meses después, lejos de mejorar, la situación parece ir para peor. Residentes en otras provincias, consultados por OnCuba, contaron de larguísimas y agitadas colas en las panaderías lo mismo en Santa Clara que en Pinar del Río, de la ausencia sostenida de los vendedores ambulantes de pan en Matanzas y Camagüey, de las “dolores de cabeza” de muchos cuentapropistas.

En la capital cubana, la imagen de largas colas comienza a ser sustituida por la de panaderías vacías, sin más pan que el que se expende de manera racionada, motivo habitual de queja por su pequeño tamaño y su baja calidad.

Una fuente de la Empresa Cubana del Pan que pidió no ser identificada, aseguró días atrás a OnCuba que la producción de harina había disminuido “considerablemente” y que se privilegia el “pan de la libreta” y el destinado a las escuelas, hospitales y otros “centros priorizados”.

La venta de pan liberado, “de momento”, se concentra en algunos horarios y panaderías, en dependencia de la disponibilidad y en cantidades “muy por debajo” de las que se comercializaban anteriormente, incluso con “limitaciones” en la cantidad vendida a cada comprador, una medida que ya sienten los dueños de cafeterías y otros negocios privados.

La fuente también confirmó que persisten los problemas en los molinos debido a roturas y a su envejecida tecnología, lo que ha obligado a trabajar con las reservas existentes, pues no ha podido importarse toda la harina planificada por “dificultades con el financiamiento” y también han existido “fallas” en el transporte por ferrocarril.

Sobre esta situación, la ministra del Minal explicó este lunes que “ya arribaron las piezas del molino de Santiago de Cuba” y que “gracias a ello, hoy tenemos una mejor situación en la zona oriental”. También dijo que, aunque al molino de Cienfuegos “no le llegan las piezas de repuestos hasta principios del año próximo”, “en la madrugada de ayer iniciaron las producciones de harina en la línea más pequeña de las dos del Occidente” y que “la semana próxima debe iniciar la mayor”.

Seguir o no seguir

Otro recorrido por varios municipios habaneros este fin de semana no muestra un mejor panorama que el de días atrás. Todo lo contrario. En muchas panaderías, el “no hay” le empieza a ganar la pulsada al “dentro de un rato”, y las colas se multiplican donde todavía ofrecen la segunda respuesta.

En La Habana Vieja, un dependiente me dice que no tienen pan porque el horno está roto. Es algo no solo posible sino también frecuente. Pero afuera, un vecino cuenta otra versión: “eso fue lo que les dijeron que dijeran, pero la verdad es que no les está entrando harina.”

En una panadería de Ayestarán, afortunadamente, encuentro pan y pocas personas esperando. “Aprovecha que queda –me dice el vendedor–, porque nos redujeron la harina para el pan liberado. Y tuvimos suerte, porque a otros lugares se la quitaron toda.”

Para que alcancen más personas, allí están vendiendo pocos panes por persona, nada de “cincuenta ni cien” como compraban hasta hace poco los cuentapropistas, a falta de un mercado mayorista para los particulares. “Ni siquiera veinte”, explica el vendedor muy serio, porque si lo hacen pueden “complicarse”.

El golpe lo sienten, incluso, las tiendas estatales en divisa, donde –en unas más que en otras– las ofertas de pan y dulce también han mermado visiblemente. En varios mercados de la cadena de panes y dulces Sylvain, como la de Ayestarán y 19 de Mayo, estos días tienen poco que vender.

Cola para comprar pan en la panadería de la calle Monserrate, en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Las medidas de racionamiento que comenzaron a aplicarse a la venta de pan liberado, son hoy más estrictas que en el momento de esta foto. Foto: Otmaro Rodríguez.
Aunque mejor surtidas que las que venden en pesos cubanos, las panaderías en divisas también han sentido los problemas con la harina. Foto: Otmaro Rodríguez.
Los vendedores ambulantes de pan son cada vez más un anacronismo en muchas partes de Cuba. Foto: Otmaro Rodríguez.
Las cafeterías, dulcerías y panaderías privadas muestran hoy un paisaje irregular en sus ofertas. Foto: Otmaro Rodríguez.
La venta de harina en pesos cubanos es prácticamente una utopía en estos momentos. Foto: Otmaro Rodríguez.

Un vistazo a varias cafeterías privadas descubre un panorama irregular. Algunas tienen pan, otras no o ya se les agota en poco tiempo, poco después del mediodía.

“Esto de la harina es fatal –comenta el dueño de una cafetería en la calle Galiano, que me pide no poner su nombre “para no quemarse”. Sin pan no se puede hacer mucho y no podemos vivir solo de vender jugos y refresco.”

Hasta ahora, me cuenta, va sobreviviendo con lo que “resuelve” en panaderías estatales y lo que compra regularmente a un vendedor particular. Pero si sus proveedores dejan de hacer pan por falta de harina, tendrá que analizar si sigue con el negocio.

“Quizá empiece a vender comida”, dice.

La preocupación es el denominador común en muchos negocios privados de La Habana, no solo en las cafeterías sino también entre quienes hacen sus propios panes, y también dulces y pizzas.

La harina es por estos días la presa perseguida, el objeto –más que del deseo– de la necesidad para quienes dependen de ella. Hallarla en pesos cubanos es hoy una utopía. Comprarla en las tiendas en divisa parece cada vez más una misión imposible.

En junio, el vicepresidente primero del GEIA reconocía que solo se había podido cumplir con el 80,7 % de los contratos de entrega a la red de tiendas comercializadoras en CUC. Las informaciones oficiales más recientes no mencionan cifras, pero no es difícil suponer que deben ser inferiores –por no decir bastante inferiores– a las de entonces.

Otro recorrido, ahora por los mercados habaneros, lo confirma. Ni en Ultra, ni en La Época, ni Harris Brothers, ni en Carlos III, ni en Galerías Paseo, encuentro un paquete de harina. Cuando aparece, suele ser importada, y cuando la sacan a la venta, “vuela”, asegura más de un trabajador de estas tiendas estatales.

En una panadería privada en la avenida 19 en Playa,  explican que hay que “estar a la viva” para “cazar” la harina donde aparezca y que más de una vez han tenido que cerrar cuando su “cacería” no ha sido exitosa.

Otros panaderos y dulceros aseguran “haberse salvado” hasta el momento por haber sido previsores. Pero temen que no les alcance lo guardado –o lo que puedan seguir consiguiendo– si la crisis se extiende al menos hasta inicios del próximo año, como dijeron las autoridades del sector.

“En este país siempre hay que tener reservas, porque no sabes en qué momento van a perderse las cosas”, argumenta un pastelero ambulante.

“Pero si la harina se pierde mucho tiempo, no sé a dónde vamos a parar –remata. Tarde o temprano, todas las reservas se acaban si no se reponen. Pero hasta entonces, al menos yo pienso seguir.”

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