Un paseo por la fachada del Habana Libre

Confieso que el espectáculo del Hombre Araña me decepcionó un poco: sé de niches en Centro Habana que trepan balcones con mayor grado de complejidad, por nocturnidad, alevosía y el peso de su faena. Pero tampoco llevemos recio a Alain Robert, que regaló show del bueno…

Claro, cuando a uno le hablan de Spiderman en el Habana Libre, se lo imagina reptando por su blanco paredón, como si subir 27 pisos de balcón en balcón fuera una nadería. No, señor… Es algo serio, una lucha de un cincuentón ayudado solo por sus manos, entizadas con esparadrapo para aferrarse a cornisas, barandas y resquicios… Nada más…

Habrá quien diga que subir el Habana Libre es nada. Pero este menudo francés trepó dos veces la Torre Eiffel, coronó una de las Torres Petronas y escaló los 800 y tantos metros del mayor rascacielos del mundo, el Burj Khalifa. Aunque igual, después de los 20 metros, da lo mismo caerse del Empire State que de una vulgar azotea habanera…

Pero a diferencia de otros lugares, donde la gente va con el morbo de verlo caer, los gritos en La Habana eran de apoyo, y Alain lo sintió mientras subía. “Era fácil, por eso quise darle espectáculo a la gente. Si hubiera sido difícil, te aseguro que no habría show”, confesó luego, desgreñado y sudoroso, rodeado de periodistas…

Pocos tuvieron acceso al techo del hotel, por eso cuando apareció en la planta baja, el aplauso que algunos quisieron tributarle se ahogó en el estampido de reporteros y camarógrafos que corrieron a su lado, a tratar de arrancarle alguna exclusiva…

Sin embargo, Robert repitió lo que dijo a quienes le entrevistamos antes de subir: que la elección del edificio tenía más simbolismo que desafío, y que su único sueño es mantenerse sano para seguir subiendo y venciendo retos.

Por lo pronto, la gente rompió su rutina en la céntrica y concurrida esquina de 23 y L: en el Coppelia parecía que la gente había olvidado que los lunes cierra la Catedral del Helado, pero no eran colas para adivinar sabores fríos, sino espectadores de algo que ni siquiera en esta capital de lo real maravilloso se ve todos los días…

Además del intenso calor que hacía a punto de mediodía, muchos se preguntaron si esas paredes azotadas por el salitre del cercano Malecón soportarían. Las autoridades aseguraron la zona, y en los bajos del hotel, un equipo médico permanecía atento. Aunque poco podría hacerse en un eventual accidente, salvo buscar una espátula y un recogedor…

Para entretener a la audiencia, Alain hizo varias veces como que se caía, o se quedaba guindado de las barandas, pero todo es parte del show que ha perfeccionado en los casi 40 años que lleva trepando edificios como un lagarto. De hecho, más que con una araña, confiesa que preferiría que lo compararan con una serpiente, pues le gustan esos animalejos, y vestir con ropas y botines de cuero escamado.

¿Qué sueño te queda por cumplir? , le pregunté al final de todo, antes de perderse en un ascensor rumbo a su habitación. “He sido fiel a mi camino, aunque sea difícil, nadie sabe cuánto durará, y solo quiero mantenerme saludable para seguir cumpliendo mi sueño: subir edificios, superarme a mi mismo”, respondió con una inseparable sonrisa.

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