Vendedores de tercera y cuarta mano

El grupo de los intermediarios tiene una guinda visible, un extremo que funciona como punta de lanza y encarna como ninguno los demonios de la “oferta-demanda”: los carretilleros.

Junto a las conocidas placitas o tarimas de barrio, los carretilleros son el último tramo en la cinta transportadora de alimentos, que inicia en el campo y finaliza saqueando los bolsillos de los consumidores.

Según algunos de ellos, la explicación para los altos precios en la calle está en los elevados costos que encuentran en los mercados mayoristas. Angelito, dueño de su carretilla, asegura que “el punto clave de todo es allá en El Trigal, porque si tú compras caro tienes que vender caro. Ese es nuestro talón de Aquiles”.

Cada vez que el producto pasa de una mano a otra se encarece: del guajiro al camionero, y luego del camionero al dueño de la carretilla. Para cuando eso termina, los productos han aumentado según Ángel entre “dos y tres pesos, entonces… ¿voy a ir por gusto? No, tengo que aumentarle yo también para poder ganarle”.

La venta callejera toma las mas diversas formas
La venta callejera toma las mas diversas formas

Así llegan los precios a los consumidores, el eslabón más débil de la cadena hasta el momento. “Lógicamente, dentro de esto hay carretilleros que son explotadores: roban en la pesa y además compran barato y venden caro, pero el objetivo es bajar los precios porque no hay dinero en la calle y te demoras más tú mismo para vender las cosas”, agrega este vendedor por cuenta propia.

Ángel es partidario de la intervención estatal y los precios topados para todos, pues según él la posible solución comienza por “establecer un listado para El Trigal y los carretilleros, y darlo a conocer por la prensa para que la gente conozca y pueda exigir. Con eso ya se acabó el abuso”.

Sin embargo, dentro de este grupo de vendedores ambulantes con esquinas fijas, existen realidades diversas. Harry, por ejemplo, “maneja” una carretilla que no es suya, pues “el dueño de la mercancía le paga al carretillero por vender y además le paga la licencia. Algunos pagan el 10 por ciento de las ventas y otros una cuota fija de 50 o 100 pesos diarios, eso depende de la carretilla que sea”.

En ocasiones existen dueños de varias carretillas que alquilan a los vendedores
En ocasiones existen dueños de varias carretillas que alquilan a los vendedores

En cuanto a los altos precios de los productos y una posible regulación de los mismos Harry se muestra reacio al cambio, y opta por las leyes de oferta-demanda, para luego reconocer que sería casi imposible controlarlo eficientemente, pues la verdadera “búsqueda” del carretillero “está en la pesa o en la boca, porque con 50 pesos diarios aquí nadie se conforma. Y la mejor opción es en la pesa: por aquí, por allá, te vas buscando. Una vez vendí la mercancía de otro y solo en la pesa me busqué 900 pesos, eso sin apretar demasiado. Al final, siempre te roban por la pesa, o por la boca. Si cuesta 20, uno dice 25 y ya tienes 5 del lado tuyo. Pero la gran mayoría es en la pesa”.

Los carretilleros imponen su ley y sus precios, amparados en una total desregulación del mercado interno cubano que les permite elevar sin límites los precios de los alimentos. La falta de una regulación legal, deja sin ningún respaldo a los consumidores.

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