No importaron el sol picante, ni las altas temperaturas, ni la presumible –y cierta– cola que antecedería a la reapertura de Coppelia. Tampoco la distancia y los consabidos problemas del transporte en la capital cubana, ni que fuese martes en pleno horario laboral.
A las 11:00 de la mañana, cuando debía abrir la célebre heladería habanera, ya había cientos de personas eperando, incluso desde varias horas antes: niños y adultos, con gorras y sombrillas, calmados o impacientes, en largas filas en las calles 23 y L, o en las demás entradas del emblemático sitio.
Tras casi dos meses de cierre por “un intensivo proceso de reanimación” –cuyo costo rondó los 3.400,000 pesos–, las expectativas eran altas, muy altas.
En más de una ocasión las autoridades de la ciudad aseguraron que la instalación brindaría un servicio de “máxima calidad” y mantendría un surtido de alrededor de 15 sabores, gracias a las reparaciones que se realizaban a la par en la fábrica de helado de igual nombre.
La reapertura del Coppelia prometía ser una vuelta a su edad dorada, décadas atrás, cuando mereció el epíteto de la “Catedral del Helado”. Y muchos no quisieron perdérsela.
Temprano, mientras la cola comenzaba a ganar forma, todavía se limpiaba y se creaban condiciones en el lugar para “el gran momento”. Afuera, las personas hacían tiempo, conversaban o miraban hacia dentro, expectantes y quizá hasta incrédulos, pero dispuestos a no marcharse sin saborear el helado prometido.
Finalmente, abrió, poco después de las 11:00, con variedad de sabores y especialidades, aunque con diferencias entre las distintas áreas. En total, algunos clientes contaron 14 sabores repartidos por toda la heladería. La torre, con sus varios salones y un surtido más amplio, volvió a ser la más demandada por el público.
Los arreglos y cambios realizados en los salones, jardines, luminarias y señalizaciones dan al Coppelia una imagen renovada, que combina con los nuevos uniformes de los camareros. Los precios, por su parte, se mantuvieron al alcance del bolsillo de los cubanos –por ejemplo: 7,50 pesos la ensalada de helado y 4,50 las Tres Gracias– y la calidad del helado dejó satisfecha a la mayoría.
Sin embargo, no todo fue perfecto. Pronto aparecieron los primeros fallos y, con ellos, las primeras quejas. No había agua fría –por una rotura en la nevera, según le dijeron a una cliente–, restricciones en el consumo –solo dos especialidades por persona y de sabores necesariamente diferentes– y dificultades a la hora de sutir las áreas de venta, fueron algunos de los problemas reportados en las redes sociales.
También “la mala forma de algunos trabajadores” y la indisciplina social de varios clientes.
El Coppelia de La Habana finalmente reabrió sus puertas y las colas –y las altas expectativas– prometen mantenerse un tiempo. Según cálculos de la dirección de la heladería, normalmente la visitan unas 8 mil personas diariamente, pero la cifra crece hasta unas 12 mil en los meses de verano, que coinciden con las vacaciones escolares.
Este año, sin embargo, podrían romperse esos récords. El sofocante calor y la sabiduría popular, por aquello de que “escobita nueva, barre bien”, apuntan a que así será.