A propósito de Vivir mi vida

Desde su alianza con Pitbull en Rain over me, Marc Anthony no se hacía tan recurrente. Por esa condición efímera de la música popular, que va y viene, ha vuelto a pegarse con otra canción número uno -estuvo por 10 semanas consecutivas en el primer lugar del Hot Latin Songs, de la revista Billboard-. Su álbum 3.0 tiene cautivos a los de esta isla, devota a la industria cultural foránea. Quizás también porque en su habitual estilo sonoro, el ídolo del Bronx regala una estimable versión de Flor pálida, del guajiro natural Polo Montañez.

A propósito de Vivir mi vida, nunca más a tiempo llegó la ponencia de la crítica puertorriqueña, -radicada en Estados Unidos- Frances Aparicio, en el marco del II Coloquio Internacional de Estudios sobre Latinos en el país norteño, un convite de saberes cruzados que acogió la Casa de las Américas. La profesora de Northwestern University, es autora del primer libro académico importante en inglés que colocó a la salsa como centro de atención. Desde entonces se ha convertido en referencia obligada cuando de este ritmo se habla.

Aparicio no tuvo reparos en compartir con Oncuba sus lecturas sobre este himno de celebración, que le confiere a la sala romántica un rol más allá de la simple complacencia. Por supuesto, se imponía conversar sobre la influencia criolla en esta expresión cultural sincrética que goza de una poderosa acogida dentro del mainstream norteamericano.

-Hablaba usted de una intertextualidad en Vivir mi vida

-Investigando encontré que esta es una versión de la canción C´Est La Vie del franco-argelino Cheb Khaleb. Este canto a la vida valida la importancia de la celebración en las minorías oprimidas por el capitalismo, por eso el rol de la fiesta. A los puertorriqueños por años nos habían designado como “el pueblo más feliz del mundo”, aunque atravesamos una situación postcolonial. Descubrí una conexión entre el sujeto boricua y el árabe, blancos del autoritarismo del gobierno federal después del 9/11. La foto dentro del CD confirmó mi tesis. Aparece el cuerpo del boricua (Marc Anthony) remplazando al del árabe, y suple al de la mujer, que en aquella cultura patriarcal es quien se cubre el rostro, como lo hace él. Khaleb hace música raï, una especie de canción protesta, y eso está de alguna manera politizando la salsa romántica, sugiriendo estas realidades. Luego el video: muy colectivo desde la forma en que se presenta con su comunidad. Sale de su oficina, en un rascacielo, con su séquito, y se va al barrio y allí le canta a “mi gente”. Crea espacios de latinidad, redefine a New York como ciudad boricua por excelencia. Es fascinante ver cómo puede negociar la fama individual con un discurso contrahegemónico, que ha integrado la sala a esa sociedad, la ha globalizado al punto que los estadounidenses la escuchan como música exótica.

Tito Puente dijo que “la salsa, como ritmo o música, no existe. La música que llaman salsa es la que he tocado desde hace muchísimos años: se llama mambo, guaracha, chachachá, guaguancó. Todo es música cubana”. De alguna manera esta definición sienta las bases culturales de la salsa en Cuba…

– Sí, pero hay que entenderla como una música híbrida, un estilo. Hay muchas tensiones respecto a su paternidad. Es una fórmula sonora que bebe del Caribe, con muchos ritmos cubanos, pero surge en New York, a finales de los 60 con  Willie Colón, Héctor Lavoe. Es una música del barrio, para acentuar la lucha por la identidad de una minoría racial. De manera indirecta es un resultado de la Revolución de 1959, hasta entonces, la música latina en Nueva York era en gran parte cubana. Tras el embargo, la censura cambió el panorama y los puertorriqueños tomaron un papel principal en su desarrollo. Celia Cruz, quien la personificó, decía que era música de Cuba. Claro, hay una vertiente de salsa cubana, la timba, como existen generaciones, repertorios. Rubén Blades la llamó el folclor urbano de América Latina, está en todos lados.

-¿Cómo se verifica el legado de la comunidad latina en EE.UU., en la formación de una identidad cultural mediante la salsa?

-Ha ayudado a establecer una conciencia más pública y visible sobre nuestra historia en Estados Unidos, y los estudios de la salsa en la academia son una forma de arraigarla dentro del mainstream. Es parte de un proceso donde el país empieza a abrirse como una sociedad multicultural, multirracial, y entiende que las contribuciones no han sido solamente de los blancos ricos.

-¿Qué nombres cubanos no podrían faltar en un recuento sobre la historia de la salsa?

-El de La Lupe. El periodista venezolano César Miguel Rondón reafirma su importancia en términos del sonido y la textura de la voz, en un momento en que la salsa se estaba definiendo separada del resto de la música latina. Hay mucho de Cuba en La Lupe. Por supuesto está Celia Cruz. Sin embargo, el exilio político usó la salsa para articular un mensaje anti Cuba. Alguien como Willie Chirino, o la propia Celia con esa canción: Cuando Cuba se acabe de liberar. La fantasía del retorno a un país no socialista. Los Stefan en particular tuvieron mucha influencia en la difusión de este estilo, hacia espacios menos oposicionales. Miami tiene una fuerza musical enorme que ha definido en parte el camino de la salsa y la música latina en general.

 Por: Susadny G. R.

 

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