¿Amargo, pero dulce?

El primer largometraje del joven realizador y guionista Carlos Lechuga se estrenó en el cine Yara de la capital habanera. Como parte de su edición 34, la cinta Melaza, se presenta en la sección de Ópera Prima.  Graduado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), Lechuga ha sido conocido por su éxito como guionista en cintas como: Club Habana, ganador del Premio al Guión Inédito en el Festival Internacional de Cine Pobre; y El edén perdido, ganador del Premio del público en el 1er. Festival de televisión de Málaga.

Deudor de los saberes de los cineastas Humberto Solás y Juan Carlos Tabío, Carlos Lechuga, uno de los integrantes de la Producciones 5ta Avenida (Alejandro Brugués, Inti Herrera, Claudia Calviño) presenta, en esta ocasión, un filme humanista que se ambienta en un antiguo central.

La historia se desarrolla en el pueblito de Melaza que ha quedado en crisis después del cierre del central azucarero. Aldo y Mónica son un joven matrimonio que intenta sobrevivir en este contexto donde los valores humanos comienzan a perderse.

En el elenco destacan: Yuliet Cruz, Armando Miguel Gómez, Lucho Gotti, Ana Gloria Buduén y Carolina Márquez.

En la gala de la premier el director expresó su agradecimiento a las personas que hicieron posible el filme: "Agradezco al festival y a los jóvenes por estar aquí (…) Lo que queríamos era que la película se viera aquí".

El dulce de Melaza se nos torna amargo a menudo que avanza la trama. El propio título es portador de anclaje al espacio físico y también deviene irónico. No hay nada “amargo, pero dulce” en Melaza ya que la frustración alcanza por igual a sus personajes principales.

Aldo (Armando Miguel Gómez) con su juventud enfrenta el rol de jefe de familia, de intentar mantener un hogar con su salario de profesor. El Adonis de la telenovela Aquí estamos, da sus primeros pasos con gran seguridad. Por su parte, Mónica (Yuliet Cruz)-desde su experiencia de ser madre soltera-ha aprendido a ser fuerte ante la vida. Este tipo de personaje lo encarna muy bien-no olvidemos, aunque en tono de comedia, su actuación en Habana Eva y en las tablas Aire Frío-.

Melaza va mostrando su historia linealmente, con un tempo acorde al estancamiento de la vida del pueblo y de los que lo habitan. Las soluciones que buscan a la crisis económica: el alquiler de la casa, la venta de la abuela, el robo, hasta la “entrega” de Mónica no es que no hayan sido recursos de otras diégesis, sino que en esta se conjugan acertadamente sin rayar en el melodrama. Tuvo muy buen juicio el director al escapar de estas manipulaciones.

Melaza como relato constituye la culminación de su ensayo previo, el corto Los bañistas. La película presenta la historia con un background, el central que ha cerrado y la precariedad económica que ello genera en el lugar. Todo, sin faltar por supuesto la sátira a las frases hechas y construidas  por la vieja retórica oficial. Por momentos, parece que se asiste al acto final de La hijastra del realizador y dramaturgo cubano Juan Carlos Cremata Malberti en el cual cada personaje portaba un cartel: “Roto”, “En mantenimiento”. El filme indaga en la disfuncionalidad y la frustración ¿de sus personajes solamente? cuando el factor económico traviesa tangencialmente sus vidas.

Existen sub-ejes temáticos interesantes como la relación entre la niña y el padrastro y las versiones que hace la abuela de la ruptura de Mónica con el padre de la pequeña. El criterio de la abuela (Ana Gloria Buduén) es arcaico. Impone la visión de que “lo importante es que no faltaba un plato de comida en la mesa”, que “no siga el ejemplo de la madre”. Construcciones machistas, manejos que hace la abuela de los pensamientos de la niña.

La tesis no puede ser que el amor con el tiempo se convierte en dinero, debe restar un minuto para la poesía que encierra una escena como la de Aldo y Mónica en la bañera.

Ella regresa de la batalla más dura que ha librado nunca-luchar contra ella misma, reprimir su asco- y él limpia su piel intentando curar su alma. La pareja se sostiene de mucho más que el dinero. Lechuga nos dio unos minutos de complicidad y eso se agradece.

No importa si Melaza es un pueblo producto de la invención de un escritor, la circunstancia sí es real y al parecer el director ha establecido cierto compromiso con su presente. Solo resta resaltar el gran trabajo de fotografía de Ernesto Calzado y Luis Franco retratando un escenario rural y sacando buen partido de los exteriores. Asimismo, la excelencia de Alain Ortiz en la dirección de arte. Conocemos por entregas anteriores-Penumbras, Aire Frío-su capacidad para dotar a las películas de atmósferas acordes a la sensación de asfixia que sufren los personajes. Desde este punto de vista, las cañas primero ofrecen una información sobre el espacio físico, el central, y luego adquieren una función simbólica. Ya no es el signo distintivo de un territorio, sino el espacio que apresa y sofoca a los personajes.

Melaza como ópera prima es una película digna. Esperamos ver más de Carlos Lechuga.
 

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