AICA: Nuestro hombre en La Habana

David Mateo. Foto: Cortesía del entrevistado.

David Mateo. Foto: Cortesía del entrevistado.

 

Hace tan solo cinco años, David Mateo no era miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte. Al día de hoy, es uno de sus vicepresidentes internacionales y encabeza el capítulo cubano de la AICA, que del 11 al 15 de octubre hará su congreso 49 en La Habana.

¿Un toque mágico o un tipo emprendedor? Obviamente más de lo segundo, aunque detrás de su avance ha estado empujando el arte y el pensamiento de una nación.

A contrapelo de su aislamiento, Cuba es “desde fines de los años setenta un laboratorio sociológico en las artes plásticas” como define el propio crítico, curador, editor y periodista en diálogo telefónico con OnCuba.

“Hemos tenido siempre el derecho ganado a poder estar en una institución tan prestigiosa como la AICA”.

El enunciado de Mateo apela a un argumento ante el cual hay consenso. ‘’Disponemos de una de las producciones plásticas más polémicas, reflexivas y escudriñadoras que hay en la región”, dice con una delgada capa de vanidad en sus palabras.

El especialista gusta suponer que eso es suficiente para no recibir migajas de incentivo con que algunos cortejan a un país que se reinserta paulatinamente en el mundo.

Incluso, aunque para muchos Cuba está de moda gracias a la reconexión política y cultural con Estados Unidos, para el experto ese dato es “un matiz que se adiciona” al interés por realizar en la isla el cónclave, pero en nada es “imprescindible o decisivo”.

Lo decisivo, según Mateo, ha sido la gestión de los propios críticos cubanos. Diálogo con sus colegas de la AICA caribeña, aportaciones en el campo analítico, diligencias para recuperar miembros y países que no estaban representados en la organización durante los ochenta, cuando la doctora Adelaida de Juan estaba al frente de la sección cubana, entonces fundada en 1986 con un puñado de críticos.

Los fabulosos ochenta

“La AICA está consciente de la calidad e influencia de las artes visuales de Cuba en el contexto latinoamericano”, afirma el actual jefe de la filial local.

El punto de arrancada pudo ser la década ochentera, a todas luces fenomenal. Durante esos años, la plástica en la Isla fue arrolladoramente provocadora –por momentos escatológica– , vanguardista e indigerible para los censores; así, se robó la atención de gente importante en Occidente: críticos, galeristas, marchantes, coleccionistas, celebrities.

De visita en La Habana, uno de tales últimos, el estadounidense Robert Rauschenberg, también fue blanco de los irreverentes que por aquellos años eran gatillos alegres como las obras y las performances que salían de sus mentes inquietas.

Durante su conferencia en el museo de Bellas Artes, un grupo de artistas jóvenes colocó un cartel que rezaba “Very good, Rauschenberg”, estampado con el rostro de un indio estadounidense. A la par, el pintor Aldito Menéndez, disfrazado pretendidamente de pielroja –arco y flechas incluidos–, lo escuchaba en primera fila.

Uno de los involucrados, Glexis Novoa, tachó a Rauschenberg de “gringo que estaba haciendo lo que quería en diferentes espacios de la ciudad”.

A la sazón, el autor de Factum y uno de los dioses del pop art, había sido visitado por Fidel Castro para quien prometió cocinar pescado en un hipotético viaje del líder comunista a la Florida.

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Regresando a la AICA

La hecatombe de los noventa supuso la extinción del grupo cubano de la AICA. Demasiados problemas y números rojos en los presupuestos.

La historia recomenzó casi veinte años después, cuando en 2011 David Mateo fue invitado –la Getty Fundation corrió con los gastos– a dictar una conferencia durante el congreso 44 de la AICA en Paraguay.

Luego de su charla, fue abordado por Marek Bartelik, un estadounidense de origen polaco, ingeniero civil y profesor visitante de Yale y del MIT, con caudalosos postgrados en arte, además de poeta e historiador, y actual presidente de la AICA. Bartelik le comunicó el interés de recuperar el capítulo cubano y meses después viajó a Cuba.

Para la ocasión, Mateo organizó un programa de contactos con firmas respetables del mundillo de la plástica: Orlando Hernández, Adelaida de Juan, Yolanda Wood. También con dirigentes de importantes instituciones: Jorge Fernández, director del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, Lesbia Vent Dumois, presidenta de la Asociación de Artes Plásticas de la UNEAC, y Moraima Clavijo, en aquellos momentos directora del Museo Nacional de Bellas Artes, entre otros. Al marchar, Bartelik dejó una misión a Mateo. Buscar expedientes para reconstituir el capítulo cubano.

De un total de treinta y dos propuestas, fueron aprobadas veintiséis. El proceso, mediante votación secreta, tuvo lugar en París, sede fundacional de la AICA en 1950, luego de una revisión curricular de tres años del solicitante, que incluye el ejercicio de la crítica, curaduría y publicación de libros y ensayos sin fines comerciales, entre otros requisitos.

Afiliada a la UNESCO, la AICA está integrada por 63 secciones nacionales y tiene unos cuatro mil 500 miembros en total.

En la reunión anual de esta ONG, que sesionó en Bratislava en 2014, la Isla echó un pulso con la ciudad española de Zaragoza. Los votos se inclinaron por La Habana.

El congreso

“Este es un congreso esencialmente administrativo, de trabajo”, explica Mateo. Se reúnen comisiones de financiamiento, publicaciones, archivo y memoria, estatutos y regulaciones, premios, entre otras, y trazan las estrategias de trabajo post congreso.

El plato más apetitoso son las discusiones teóricas. Nuevas utopías: arte, memoria y contextos, será un simposio en el Museo Nacional de Bellas Artes que indagará “si han sido o no recicladas ciertas utopías, enfoques e instrumentales de la producción artística y del ejercicio crítico en torno a ella”, en el contexto cubano y latinoamericano. Mientras, un par de paneles de reflexión, en el centro Wifredo Lam, pondrán bajo escrutinio la Bienal de La Habana, su pasado, presente y futuro, y el AICA en el Caribe, una vez incorporada Cuba al escenario regional.

Esta vez sin vacas sagradas –el estadounidense Hall Foster canceló a última hora– el foro tendrá unos doscientos participantes. Entre los extranjeros sobresalen Robert Storr (Estados Unidos), Damian Smith, (Australia), Michael Asbury (Reino Unido/Brasil), Hillary Robinson (Reino Unido), y Cristina Freyre (Brasil).

En el bando anfitrión despuntan la doctora Yolanda Wood, quien dirige el departamento de Estudios Caribeños en Casa de las Américas, el crítico y curador Jorge Fernández, director actual del Museo Nacional de Bellas Artes, y Antonio Eligio Fernández –Tonel– , “uno de los críticos más profundos y sensatos con que contamos en este momento”, en palabras de Mateo.

Crítica, críticos y descentralización del mercado del arte

El congreso 49 de la AICA se posa sobre un país en transición. Una de sus dinámicas es la emergencia, por cuentagotas, de galerías privadas, sin reconocimiento jurídico, y de plataformas en Internet –aún rudimentarias– para el comercio de objetos de arte.

De hecho, los circuitos institucionales de exposición están constantemente sobrepasados por su insuficiente capacidad de absorción del arte salido de oleadas de jóvenes creadores que han egresado de las escuelas de arte.

“La descentralización es una impostergable alternativa que viene para Cuba de cara a la inserción y comercialización del arte”, vaticina Mateo con su visión terrenal de los asuntos, y propone “flexibilizar” –junto a las alternativas institucionales– “las opciones de promoción y gestión comercial en manos de los emprendedores privados, controlados legalmente”.

Cuando habla sobre los críticos y la crítica emergente, no se muerde la lengua: “Hay mucha especulación y desconocimiento de los referentes históricos”, dice, y ciertos textos contagiados de “una especie de egocentrismo y petulancia discursiva frente al lector” que empaña “la adopción objetiva de la realidad de la que se está hablando”. Y por otra parte, no cree que la crítica cubana cuente con todos los recursos y espacios públicos necesarios, como ocurre en Europa o Estados Unidos, para influir y orientar de manera decisiva al consumidor.

“No existe en la actualidad ese nivel de impacto y protagonismo, que a veces se le adjudica para bien o para mal a la crítica o los curadores cubanos”. ¿Un ejemplo? “La buena crítica está casi ausente de los medios de comunicación”, responde Mateo y remite que “el poder de influencia”, en tales aspectos, “continúa estando en manos de los propios artistas… Esa es una batalla que deberíamos seguir librando desde los espacios de la AICA”

David Mateo es autor de varios libros sobre las artes plásticas cubanas. Incursión en el grabado cubano (1949-1997); Arte cubano. Alegoría, género y mercado en los 90, Palabras en acecho (selección de textos y entrevistas), y La pintura como expansión de la conciencia (conversación con Tomás Sánchez).

Ese último texto es resultado de más de diez horas de diálogo con el renombrado paisajista, el único pintor cubano vivo que cotiza con cifras de seis dígitos y cuya historia personal “es emblemática” del devenir del arte cubano de los últimos cuarenta años. “Siempre prefiero indagar en los espacios de creación y las circunstancias de vida del artista. Confrontándolo de tú a tú”, afirma el presidente cubano de la AICA con vocación periodística.

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