Al grano

Desde hace algún tiempo el nombre de una mujer se repite en los catálogos de las exposiciones de orfebrería en Cuba. Su obra, que puede calificarse de minimalista, resalta por la proyección escultórica de las piezas, las formas geométricas y la excelente combinación de la plata con otros materiales menos comunes en esta manifestación del arte como la madera. Se trata de la joven artista Mayelín Guevara cuyo estilo ha cautivado también a espectadores de otras latitudes. Precisamente en 2012 obtuvo el premio de Diseño de moda, textil y complementos en la III Bienal Iberoamericana de Diseño con la colección Habana Noir (Habana Negra).

“En esa ocasión quise reflejar la dicotomía que existe en La Habana entre su bella arquitectura y la destrucción de las calles”, explica Guevara mientras enseña algunas de esas joyas, confeccionadas con plata y asfalto, en las que se percibe una fuerte influencia del movimiento Art decó. “Me nutro mucho de la moda, de la arquitectura y de las artes plásticas. Siempre voy mirando y mezclando las cosas en mi cabeza y después creo. Sin embargo, en mis obras nunca verán un edificio o una imagen concreta, pues lo que me interesa es tomar la esencia de esas otras artes”.

Lo de combinar materiales preciosos con otros menos costosos y más asequibles, aclara, ha sido un proceso paulatino y depende más de las oportunidades y casualidades que del deseo o la inspiración. “Yo trabajo con lo que tengo, con lo que aparece. La plata, aunque es un poco difícil de conseguir, siempre se encuentra; pero los otros materiales, dígase piedras preciosas o algo así, son casi imposibles de hallar en nuestro país. Por esa razón, últimamente me he ido acercando al reciclaje que es algo que está de moda y que también abre un camino para crear ante la escasez. Si veo una semilla y siento que puedo utilizarla en una joya pues no la discrimino. Ahora, por ejemplo, estoy experimentando con fragmentos de discos de vinilo, vamos a ver que me sale de ahí. Me está gustando la idea de mezclar la plata con materiales que no sean valiosos. Ya le veo gracia a todo, ¡no sé dónde voy a parar!”, exclama con el buen humor y la naturalidad que la caracterizan.

“A veces la gente cree que soy medio loca porque hago chistes en los lugares que se suponen deban ser muy serios como las inauguraciones de las exposiciones, pero es que no me gustan esos espacios tan solemnes y trato de alegrar el ambiente”. Pero ese desenfado no sólo se manifiesta en los lugares públicos, los nombres de sus series también lo demuestran: “Mi primera colección se llamaba Circulen, una palabra que le dicen los policías a los grupos de homosexuales cuando permanecen durante mucho tiempo en una esquina de la calle; como estaba formada por círculos le venía muy bien el calificativo.

“Tuve otra que se tituló Atrévete ya que las piezas eran algo extravagantes y yo quería jugar con el público diciéndole «atrévete a comprarlas, atrévete a ponértelas». En otra ocasión le contesté con mi obra a una artista que dijo que mi trabajo no expresaba nada, a esa serie le llamé Bla, bla, bla. Como resultado del Taller Internacional de Tendencias Cerámicas Sargadelos 2011, en España, realicé junto a la diseñadora gráfica cubana Giselle Monzón la exposición Al grano, formada por prendas que semejaban granos de café confeccionados con porcelana.

“Yo nací en Buenavista, un barrio muy popular en La Habana y no puedo olvidar mi entorno, desprenderme de mis raíces. Como yo soy así espontánea y divertida, me gusta que los nombres tengan que ver con mi forma de ser, no quiero que sean complicados sino graciosos y que llamen la atención.

“A veces las propias circunstancias de la vida, aunque sean situaciones difíciles, me traen la inspiración. Tú sabes que los cubanos nos reímos de nuestras dificultades y entonces me estaba yendo mal en el amor y dije «Hummm ya la cuenta no me da», que es una frase que utilizamos mucho en Cuba y se me ocurrió hacer algo a partir de ella. Pensé en las matemáticas, en las figuras geométricas y como siempre fui malísima en esa asignatura, comencé a crear círculos y cuadriláteros y los ubiqué de forma disparatada. De esa forma, salió el conjunto La cuenta no da. Hace poco tiempo surgió Con la soga al cuello, que también hace referencia a una expresión que decimos habitualmente cuando nos encontramos en momentos duros y la escogí para agrupar varias piezas realizadas con soga y plata, inspiradas en la joyería africana que me gusta mucho”.

“Yo no me muero de hambre”

Luego de varios años moldeando el metal, conociéndolo, Mayelín descubrió que quería forjar obras de arte. Ya no le interesa hacer producciones en serie ni reparaciones; ahora se dedica a crear, a soñar y eso la hace muy feliz. Sin embargo, no trabaja solamente para exponer sus piezas pues aunque siente amor por ellas también necesita el dinero. “No pretendo dejarlas en la casa cogiendo polvo, les tomo fotos para el recuerdo y luego las vendo, lucen más en el cuerpo de otras personas. Decidí hacer obras de arte pero no me muero de hambre ya que he logrado que la gente vaya reconociendo mi trabajo y que vengan a comprarme lo que hago. Ha sido un proceso difícil pero ya se están viendo los frutos”.

Aunque el público, sobre todo el cubano, en ocasiones muestra cierta reserva ante su obra por los elementos novedosos que presenta, eventos como la Feria Internacional de Artesanía (FIART) y Arte para Mamá que se realizan cada año en la Isla, y en las cuales Mayelín Guevara comercializa sus piezas, le han demostrado que a las personas hay que proponerles nuevas tendencias, educarlas. “He visto que cuando las ven por primera vez las miran extrañadas, pero ya después se acercan a curiosear y a ver de qué materiales están hechas, preguntan por su durabilidad y una les explica. Es interesante porque en esos espacios se genera un intercambio asombroso”, refiere al tiempo que muestra algunas de las imágenes digitales de esas alhajas que ya no conserva pues desde hace algún tiempo adornan el cuerpo de los clientes.

“Las mujeres sí pueden ser orfebres”

“Con el paso de los años he descubierto que, además de la necesidad económica, lo que me llevó hasta la joyería fue la rebeldía ante mi familia. Yo no quería ser como mi mamá que es una mujer de casa, quería alejarme de eso. Por lo general son los hombres quienes se dedican a la orfebrería, pero a mí me gustó y creo que al igual que yo otras mujeres han demostrado que es algo que podemos hacer bien. Además, tengo tremenda fuerza en las manos, al que se me pare delante lo noqueo.

“Comencé en los años 90`, cuando el llamado Período Especial. La estaba pasando tan mal económicamente, que me acerqué a un señor que vivía en mi barrio y hacía objetos de metal para vender. Empecé soldando anillitos con él y me pagaba un peso. Luego armé mi propio negocio de reparar joyas, que es una de las cosas más difíciles de este oficio pues tienes que trabajar sobre algo que ya está hecho. Más adelante me aventuré a hacer algunas prendas, me fui acercando a los talleres de la Academia de Artes Plásticas San Alejandro y comprendí que la joyería era mucho más que reparar. Me di cuenta que crear era mucho más sencillo y provechoso para mí; me hacía sentir más cómoda, convencida y relajada. Esta labor requiere de un gran esfuerzo físico y es agotador, por tanto tiene que gustarte lo que haces”.

Pero aunque se dice en pocas líneas, encontrar ese camino no fue cuestión de dos o tres días. Como ella dice dio “varios tumbos” antes de descubrirlo y descubrirse. Luego de terminar el bachillerato obtuvo el título de Técnica en Telecomunicaciones, más tarde comenzó a estudiar Historia en la Universidad de La Habana, sin hallar la satisfacción en ninguna de esas temáticas.

Hoy pasa muchas horas creando en su pequeño taller, durante el día se dedica a los trabajos que exigen mayor fuerza y en las noches, cuando el cansancio la agobia, experimenta con materiales más dóciles. Por estos días, precisamente, tenemos la oportunidad de apreciar varias piezas de su autoría, realizadas con objetos reciclados, como parte de la exposición Joyería con materiales alternativos en el Museo de la Orfebrería, ubicado en el Centro histórico de La Habana Vieja.

Y como nuevas ideas comienzan a revolotear ya en su cabeza –esta vez relacionadas con joyas que incluirán fragmentos de piezas de juegos entre los que se encuentran palitos chinos, legos y yaquis– llegó la hora de concluir nuestra conversación. ¡Que conste que accedió a esta entrevista porque no había cámaras de video! “Niña, aunque yo sea así extrovertida, eso de hablar por la televisión me da tremenda pena”.

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