Autogestión en el mercado del arte cubano: ¿un bien necesario?

Carencias de mecanismos de gestión eficaces en el entorno del arte cubano han propiciado que los artistas se ocupen de más que de crear.

Rafael Villares. Montaje de la exposición en Factoría Habana. Foto: cortesía.

Más allá de lidiar con las necesidades materiales, cualquier artista visual cubano que comienza su carrera precisa sortear toda una serie de cuestiones logísticas y organizativas propias del mercado del arte, dificultades que se multiplican en nuestro contexto.

Hablamos de manejo de redes sociales y publicidad, búsqueda de patrocinios o fondos para exposiciones, gestión de ventas en galerías o con artdealers directamente, además de otros asuntos relacionados con aspectos económicos, jurídicos y organizativos. Todos los anteriores son procesos normales para cualquier artista que busque posicionarse adecuadamente en un mercado del arte relativamente competitivo y eficaz.

En Cuba, el artista muchas veces acude a la autogestión de varias de estas operaciones y casi siempre el tema económico es la justificación que salta a la vista en cualquier debate sobre el asunto, aunque el problema vaya más allá de un mero ahorro de recursos o de un interés personal del artista en acaparar todo el trabajo relacionado con su carrera.

Dos conversatorios tuvieron lugar en La Habana en fecha reciente, relacionados con el mercado del arte cubano y la autogestión del artista como recurso dentro del entorno de las artes visuales en el país. En ellos participaron artistas, especialistas, curadores, entre otras personas vinculadas al quehacer de esta manifestación artística en la Isla.

La visita del francés Jean Minguet, economista y especialista en arte contemporáneo, parte del equipo de la plataforma Artprice.com, especializada en el análisis del mercado del arte a nivel mundial, nos ofreció un panorama general de cómo se mueve el mercado del arte internacional, sin recalar mucho en las especificidades nacionales, como era de esperarse. El encuentro derivó en otras visitas del especialistas a espacios galerísticos de la capital cubana. 

Artprice es una empresa privada que maneja valiosísima información respecto a cotización, mercado, econometría y tendencias del arte contemporáneo, aspectos prácticamente desconocidos para quienes intentan llevar adelante el casi inexistente mercado del arte cubano.

Adentrarse en los vericuetos del mercado del arte moderno es una tarea para especialistas del tema, un asunto en sí un tanto complicado para quienes se dedican exclusivamente a estas cuestiones, no digamos para un artista cuya función principal resulta la creación, con todos los preparativos y vicisitudes propias que conlleva el proceso.

De ahí que la autogestión, más allá de resultar un logro o un mecanismo de subsistencia para el creador cubano, muchas veces se torna un problema (otro más), con el cual tienen que lidiar muchísimos artistas cubanos, acostumbrados a la carga extra de trabajo.

La conferencia de Minguet sirvió de cierta manera para darnos cuenta una vez más de la necesidad de estructurar un mercado nacional y, más importante aun, la formación de especialistas capaces de llevar adelante una estructura sólida que respalde el nombre del arte cubano fuera de Cuba por esfuerzo propio, sin descartar el tema económico, que aún permanece.

Este encuentro del especialista francés motivó poco después a otro panel acerca del artista como autogestor en el panorama de las artes visuales en el país, en esta ocasión con la participación de creadores cubanos como invitados, quienes expusieron sus experiencias y abordaron significaticos temas respecto al sujeto artista-gestor.

El espacio de Galería Máxima acogió a Rafael Villares, Duvier del Dago, Douglas Pérez Castro y Luis Enrique Camejo, quienes más allá de reflejar un anecdotario de experiencias personales sobre el trabajo y las vicisitudes experimentadas en sus carreras, abordaron otros puntos importantes, quizás pendientes, del anterior encuentro con Minguet en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA).

De izquiera a derecha: Douglas Pérez, Luis Enrique Camejo, Duvier del Dago y Rafael Villares en un panel sobre autogestión en el mercado del arte cubano. Foto: cortesía de Galería Máxima.

El espacio, moderado por la joven especialista Karla Ochoa, licenciada y profesora en Historia del Arte, sirvió para traer la polémica acerca de lo conveniente o no del trabajo logístico asumido por los artistas, aparte de su proceso creativo y cómo estas labores afines influyen en la creación in situ.

Si bien la misma situación económica ha propiciado que cada vez más artistas asuman diferentes roles organizativos en su carrera, a la larga se convierte en un inconveniente para el desarrollo pleno del creador, necesitado de distanciarse un tanto de su labor creativa al asumir diferentes menesteres.

Cabe señalar que también el proceso creativo alrededor de una obra o exposición en ocasiones se ve enriquecido cuando el artista decide asumir parte de la curaduría o el montaje de las piezas, señaló en el encuentro la moderadora, un proceso que ayuda a la formación de los jóvenes que empiezan su carrera dentro del arte, además de que de esta manera pueden conocer de otros procesos paralelos y posteriores a la creación de la obra de arte.

Al respecto, Duvier del Dago, quien también se desempeña como profesor en el Instituto Superior de Arte (Isa), abordó de la necesidad de que el artista también conozca un poco acerca de procesos más intelectuales o relacionados con la crítica y la escritura de textos, al margen de la formación teórica recibida en la academia, por lo cual se hace necesario una mayor interacción entre las facultades de Artes y Letras y el Isa, como parte del enriquecimiento de los futuros profesionales, tanto los teóricos como los artistas en formación.

Referente a los diversos caminos para autogestionarse patrocinio, los panelistas refirieron que no existe en sí un solo camino o “librito” a seguir. Las anécdotas y los referentes personales contados durante más de una hora de encuentro reflejaron que los artistas deben recorrer un arduo camino a la hora de buscar financiamiento para la creación, para la creación de una pintura, esculturas, un performance, instalaciones, entre otros caminos creativos.

Por otra parte Adrián Socorro, uno de los artistas presentes entre el público, señaló que una mayor gestión y apoyo por parte de las instituciones del país resulta fundamental, en especial para los artistas que radican en provincias, más en el caso de los autodidactas, quienes presentan el doble de desventaja incluso que los creadores que han pasado por la pirámide educativa correspondiente.

En el caso de las instituciones de las artes plásticas de la Isla, estas deben asumir mejor su labor logística, —muchas veces encarecida—, donde el artista termina asumiendo costos referentes a los preparativos de una exposición, lo cual dificulta más aun la gestión adecuada de una institución de este tipo.

Por otra parte, una mayor posibilidad de venta o gestión de ventas eficaz permitiría suplir costos y fomentaría la infraestructura del mercado del arte cubano, la cual en estos momentos depende casi por entero de capital extranjero, si bien las autoridades de las artes visuales del país deberían velar más por mantener ese patrimonio artístico que se ha ido a otros confines a lo largo de décadas.

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Al respecto, el artista Douglas comentaba sobre su experiencia vivida en Holanda, donde explicaba que, más allá de una cuestión monetaria, la nación europea se interesaba por preservar el patrimonio propio, con la compra y conservación de obras de artistas locales, una iniciativa de la cual Cuba podría aprender.

Aparte de la colección atesorada por el MNBA y el papel regidor del Consejo Nacional de Artes Plásticas y el Fondo Cubano de Bienes Culturales, las galerías del país deberían contar con una mayor divulgación del catálogo de sus obras, así como propiciar mayores oportunidades para que el público conozca las colecciones existentes en el país, en particular lo atesorado en materia de arte cubano contemporáneo, donde la creación de un museo que resguarde lo más reciente de la creación cubana de los últimos tiempos se hace más que necesaria.

A su vez, una mayor preparación de especialistas en materia del mercado del arte urge si se quiere llevar adelante un proyecto de mercado competente en la actualidad, pues muchas veces los graduados de Historia del Arte salen al mundo “real” una vez terminados sus estudios con muchas interrogantes, en un contexto donde la figura del marchante o del comisario de arte resultan casi un tabú en el país, donde todavía los espacios privados de galerías carecen de poder legal.

Si bien el reconocimiento legal de los open studios ha permitido a los artistas cierta independencia económica y de autogestión de sus proyectos, estos son pequeños espacios para la divulgación de su obra y no debieran proliferar más que los espacios galerísticos, donde existe —o debería existir— todo un equipo de trabajo de apoyo al creador en su propósito de insertarse en el mercado, que lo conecte con otras vías para futuras exposiciones y proyectos. Eso resaltaba Camejo Vento en su alocución, quien añadió que no son muchos los artistas que tienen la suerte de llegar a un espacio como Máxima, que ayuda al artista en cuestiones un tanto ajenas a su labor.

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Espacios como este panel son necesarios para cuestionar hacia donde debe ir el futuro del mercado nacional, con varios años intentando el despegue definitivo, apuntaba Villares, uno de los artistas cubanos que recién participó en la Bienal de Venecia este 2022, quien se refirió a que falta más trabajo por hacer para que el arte hecho en Cuba llegue a más hogares, en un afán que muchos comparten y que esperan no demore en cumplirse.

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