Caminando con Santiago Apóstol

Dagoberto Gaínza como Santiago Apóstol/ Foto: Miguel Noa

Dagoberto Gaínza como Santiago Apóstol/ Foto: Miguel Noa

¿Cuántas veces le habré visto por las calles de la ciudad? Desandarla, con su figura largirucha, con su misterio. Las esquinas están hechas al paso de sus sandalias. Las paredes han de guardar el eco de sus palabras.

―Santiago Apóstol… le saludo, empinando mi voz.

El actor, que no lleva la capa, que no porta la espada, que anda de gente simple, me regala una sonrisa, un gesto de los suyos. Puedo decirme cualquier cosa, tiene la ocurrencia a flor; pero hoy no será.

Dagoberto Gaínza es una leyenda. Su sencillez, conmueve. Nació en estos calores, el 9 de marzo de 1940, y desde entonces, no se ha bajado de las tablas. Conjunto Dramático de Oriente, Cabildo Teatral Santiago, Calibán Teatro. Ahí dejó parte de su pellejo. Y lo sigue dejando.

Un largo desfile de teatro universal y vernáculo, le acompaña: El Macho y el Guanajo, Yeppetto, Juan Jaragán, Tartufo. Rindió al Festival de Camagüey, rindió a Cuba con Dos Viejos Pánicos de Virgilio Piñera, bajo la dirección del inolvidable Ramiro Herrero. Nancy era Tota. Dagoberto, naturalmente, Tabo. ¡Que dos personajes tragados por el miedo!

Nancy Campos y Dagoberto Gaínza  en Dos Viejos Pánicos / Foto: Vito Giorgio
Nancy Campos y Dagoberto Gaínza en Dos Viejos Pánicos / Foto: Vito Giorgio

Se fue a México, al Festival Cervantino. A Venezuela, a hacer lo de siempre: prender la chispa en los barrios. Se subió a un caballo enorme en la piel del Quijote y se fue al Festival de Almagro. Se fue a Cádiz.

Lo adivino en la mítica cinta La primera carga al machete (Manuel Octavio Gómez, 1969). Lo recuerdo ante las piedras del río, intentando adivinar el futuro, como el guía de los Maceo en Baraguá (José Massip, 1986).

Interpretar al Generalísmo, en el audiovisual En busca de Máximo Gómez (Carlos Padrón, 1986), significó un reto extra. Debía ceder su cuerpo para que habitara el irreductible guerrero y el padre transido de dolor ante la muerte del hijo. Le exigió, incluso, extirparse una verruga del rostro. Le exigió tanto. La obra mereció para sus protagonistas, una condecoración del Consejo de Estado.

Candidato al Premio Nacional de Teatro en dos ocasiones (2005 y 2006), muchos ya le dieron el galardón que otros le escatiman. Y cuando algunos recogen, en el albor del nuevo milenio, formó junto a su esposa, Nancy Campos, el grupo A dos manos.

Sin embargo, nada ha podido con el Santo Patrono de Santiago de Cuba que incorporó un día en sustitución de Héctor Echemendía. Un día y para siempre. El de la obra de Raúl Pomares, De cómo Santiago Apóstol puso los pies en la tierra.

Un especial Santiago Apóstol, que se transformó de santo guerrero en mambí. El del sombrero insurrecto, tal como quisieron los santiagueros, cuya escultura atesora el Museo Emilio Bacardí.

La pequeña cámara en colores que estrenó en 1982 el canal Tele Rebelde, inmortalizó la puesta en escena. En el Castillo del Morro, a las puertas de la bahía santiaguera. El Apóstol se baja del caballo. Habla de la vergüenza. Y se va con su gente, con su ciudad.

Dagoberto Gaínza abre el festejo de julio, hace desfilar al Santo Patrono en cada carnaval. El rostro blanco. La espada de Apóstol, curva como los mares, curva como montañas.

Algo hay de encantamiento, de vigilia perpetua, cuando pasa.

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