Cuando al Malecón lo invaden pasteles gigantes y árboles de luz

Apenas por un mes, el Malecón de La Habana dejará de ser únicamente el muro que nos separa del mar. Desde el Parque Maceo hasta La Punta, cerca de sesenta artistas lo han convertido también en principio y fin del arte. Un arte que tal pareciera intentar seducir, juguetear, celebrar con la gente, que suele ser muy recelosa cuando intervienen sus barrios.

Pero la tarde del pasado domingo, 24 de mayo, la gente se sintió generosa. Le cedieron su espacio al proyecto Detrás del muro, a cambio de un tiempo con cada pieza. Y muchos se miraron en ese arte contemporáneo. Quizás entendieron poco. O les salvó la vida.

Y hay quien se pregunta si de veras esto es arte. O si los cakes gigantes devorados por lenguas, de los muchachos de Stainless son cakes de verdad. Otros esperan pacientemente su turno para patinar sobre una pista que pretende simular el hielo en medio del calor de La Habana. Y hay quien se coloca debajo del Árbol de luz de Rafael Villares y se queda muy quieto, aguardando quizás otro poco de todos esos países que ahora le bañan con la luz de sus calles. O dentro del Cubo azul, de Rachel Valdés, donde el juego entre los reflejos, las formas y el azul distorsiona y construye otra ciudad, la misma Habana del fondo, pero ahora como lugar infinito.

Hay quien se siente ahora más seguro. Como si las casi sesenta piezas de Detrás del muro resguardaran la ciudad a partir de este domingo, y hubo música y flores y graffitis y gente que aún no sabe de qué va todo esto…

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