Edificios en la memoria colectiva

Edificio Tavel

Edificio Tavel

En las ciudades existen edificaciones que poseen un valor autobiográfico porque aún cuando ya no estén presentes perviven en la memoria colectiva. Y es que hay obras, que sin poseer grandes valores arquitectónicos, con el tiempo llegan a adquirir un valor cultural.

Tal es el caso del edificio Alaska -vinculado al ulterior desarrollo de La Rampa habanera- construido en 1922 y demolido hace poco más de una década. Sobre esta edificación refieren las arquitectas Isabel Rigol y Angela Rojas en el artículo La Rampa. Nostalgia y rescate:

“Este no fue referencia para los edificios modernos, y si se analiza con las categorías estéticas clásicas o del racionalismo, dejaba bastante que desear volumétricamente. Su mayor valor residía en el carácter testimonial, aunque se tratara de una obra del siglo XX, y para colmo, fuera de moda, pero es que la historia de lo que sería La Rampa empezó allí, ya que era lo único que permanecía de la imagen anterior”.

Sobre el desaparecido edificio Alaska enclavado en la esquina de 23 y M, decían sus vecinos, medio en broma, medio en serio, que no se estaba cayendo a lascas sino a trozos.

Viví en él mis primeros cinco años y luego, durante la adolescencia, mi madre y yo pasamos algunas temporadas en casa de mi abuela. Ella fue una de los tantos vecinos que fueron a parar a un albergue luego de aquel fatídico día de agosto de 2002, cuando se desplomó el techo de un apartamento y una especialista dijo que el peligro de derrumbe era inminente.

 Un poco de historia

Vista al espacio que ocupaba el edificio Alaska, en la esquina de M y 23.
Vista al espacio que ocupaba el edificio Alaska, en la esquina de M y 23.

El edificio Alaska, de arquitectura ecléctica, contaba con cinco pisos y más de 50 apartamentos con cuatro o cinco habitaciones. Algunos de ellos se habían convertido en cuarterías. En 1978 se aprobó un presupuesto para la reparación capital del inmueble, debido a su mal estado.

En la década de los 90, se volvió a mencionar el tema de presupuesto y algunos vecinos fueron trasladados hacia Habana del Este. La mitad del edificio permanecía ocupada en espera de una futura solución que buscaba, afanosamente, una preocupada delegada de la circunscripción. Ella hizo todo lo posible por trasladar a todos los habitantes a un lugar seguro pero… un infarto no se lo permitió, y entonces llegó el llamado Período Especial. Mientras tanto continuaba muriendo, lentamente, El Alaska.

“Todo tiene un momento en que es posible arreglarlo. Si se deja pasar el tiempo ya no vale la pena, desde el punto de vista económico, la restauración”, advirtió el arquitecto Mario Coyula, galardonado con el Premio Nacional de Patrimonio Cultural por la Obra de toda la Vida, poco tiempo antes de su deceso.

También el Premio Nacional de Arquitectura José Enrique Fornés Bonavía, manifestó su preocupación sobre el único inmueble testigo de la etapa premoderna de La Rampa:

“Yo habría hecho lo indecible porque el edificio Alaska no se hubiera demolido. Claro, tendrían que haberse tomado medidas 40 años atrás cuando comenzó a deteriorarse. Efectivamente, el edificio no era nada rutilante pero creaba un marco que daba ambiente al lugar. Tenía una historia. Considero que se actuó con mucha tranquilidad”.

En el mencionado artículos de las arquitectas Isabel Rigol y Angela Rojas, estas refieren que “en este caso habría sido posible dejar una huella, un recuerdo, quizás el letrero. Algo, por pequeño que fuera, que sirviera como testigo de lo que el Alaska significó”.

En ese sentido es medular el aporte del profesor Fornés: “El Alaska debió preservarse. No solo la fachada, como se ha hecho en otros casos, sino también el edificio, lo cual hubiera sido más económico. Debió cambiarse su uso, encontrar alternativas en ciertos pisos a partir de análisis serios. Estoy seguro de que se hubiera podido hacer algo mucho mejor que derrumbarlo. Una de las pruebas de su validez fue, que por suerte, dejaron el basamento del edificio y este sigue formando parte de la manzana y dándole forma a La Rampa pese a que ya el edificio no está”.

Emplazado frente al Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), no es nada extraño entonces que en esa edificación, familiar para millones de cubanos, residieran renombradas figuras del mundo artístico como la vedette Rosita Fornés, el actor y locutor Álvaro de Insua, el actor Carlos Badías, las actrices Minín Bujones y Maritza Rosales, el director de televisión José Ramón Artigas y la periodista de la Editorial de la Mujer y Máster en Sexualidad, Aloyma Ravelo, entre otras personalidades de la cultura cubana.

El Alaska fue demolido en el verano de 2003 y, cinco años más tarde, se construyó un nuevo edificio para sus antiguos inquilinos, en la esquina de Zapata y B.

 La historia del Titanic cubano

En la intersección de 21 entre C y D, también en el Vedado habanero, se eleva el Edificio Tavel. Conocido por el sobrenombre de El Titanic, se destaca por su mezcla de estilos más cercano al eclecticismo. Fue construido a principios de la década de 1940, con unos 36 núcleos de cuatro o cinco habitaciones.

Desde 1990, sus vecinos albergaban la esperanza de verlo restaurado cuando la Asamblea Nacional del Poder Popular asignó un presupuesto para reparar cinco edificios multifamiliares. Como en el caso de El Alaska, el tiempo paso y pasó… hasta que en 2003 declararon inhabitable el inmueble y sus habitantes  fueron reubicados en otros lugares.

En 2012 salió de allí la última vecina, una periodista de Radio Progreso que me contó esta historia desconocida por mí. Tres años después, todavía no se ha demolido El Tavel porque, según han explicado las autoridades, para esa tarea se requiere de una malla especial en aras de proteger las edificaciones aledañas. Mientras tanto, se sospecha que en su interior habitan algunos insectos dañinos para la salud humana.

 La inútil muerte de un hospital

hospital pediátrico Pedro Borrás
El hospital infantil Pedro Borrás, antes de su definitiva demolición.

Frente al monumento a José Miguel Gómez, en la Avenida de los Presidentes entre 27 y 29, da sus últimos estertores un edificio que acogiera al Hospital Municipal de la Infancia, nombrado después de 1961, Pedro Borrás Astorga, en homenaje a un joven médico descendiente de asturianos.

“El tema ha sido discutido por ingenieros, arquitectos y personas ansiosas porque se recupere. Es una obra arquitectónica extraordinaria de Félix Cabarroca Ayala y Evelio Govantes Fuertes, un par de arquitectos de renombre”, advierte Fornés quien es presidente del capítulo cubano del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS).

Erigido en 1933, el Pedro Borrás se distinguía por su singular estilo Art Deco, su estructura de hormigón armado, sus pisos de terrazo y sus muros de ladrillos revestidos con piedras de Jaimanitas. Fue el primer hospital pediátrico de la Habana y una de las primeras construcciones hospitalarias modernas que contaba con quinientas camas y un cuerpo de guardia para brindar atención sanitaria a los infantes de toda la Isla.

Al igual que sucedió con el edificio Alaska, el inexorable pasó y no pudo evitarse a tiempo la inútil muerte del hospital que dejó de ofrecer servicios a finales de los años 80. En el año 1988, dieron inicio las labores de restauración del inmueble gracias a una donación realizada por filántropos asturianos pero, al parecer, se cometieron errores imperdonables que dieron al traste con el futuro de la edificación.

Entre estos errores se encuentran la construcción de una cisterna de grandes dimensiones que afectó los cimientos del inmueble y la limpieza de las debilitadas estructuras de acero con chorros de arena a presión. Luego el llamado Período Especial cayó como un mazazo sobre el Pedro Borrás. Así pasó casi una década hasta que ocurrió el primer desplome en una de las alas del edificio. Luego cayó una segunda y ya nada se podía hacer: solo demoler el grandioso edificio.

Solo el arquitecto Juan García se atrevió a mencionar el estado de la otrora instalación de salud en la conferencia de prensa previa a la realización del XII Congreso Mundial de Art Decó celebrado entre el 14 y el 21 de marzo del 2013.

 Dos años después el Pedro Borrás es historia pasada y en las ruinas de lo que fuera este majestuoso edificio se construirá un parqueo que brindará servicios a todos los hospitales de la zona.

 A manera de epílogo

El Alaska, El Tavel y el hospital Pedro Borrás son tres edificaciones que marcaron el paisaje citadino. Con más o menos valores arquitectónicos no merecían los trágicos destinos que tuvieron. Hoy, otros inmuebles no solo de la capital cubana sino de toda la Isla, se encuentran a la espera de una solución.

Inaugurado en 1927, en la esquina de 25 y G, el lujoso Hotel Palace, hoy edificio de apartamentos, se alza imponente, con sus diez plantas y una torre de tres niveles que años después fue embebida en otras tres plantas que se le adicionaron.

Fue el primer edificio de hormigón armado que se construyó en Cuba, obra del arquitecto Alberto Prieto. Actualmente, este inmueble de estilo ecléctico se encuentra bastante deteriorado aunque no ha sido declarado inhabitable.

En tanto, el Hospital materno América Arias, situado en la calle G entre Línea y calle 9, exponente del estilo Art Decó y obra de los arquitectos Govantes y Cobarrocas, erigido en 1930, hace algunos años presenta áreas clausuradas por el peligro de desplome del techo.

Por suerte, parece que el deterioro del edificio López Serrano (L y 13, Vedado) -construido en 1932 por la firma Mira y Rosich, con diez pisos y cuatro en la torre, sobre el cual sí se discutió en las sesiones del XII Congreso Mundial de Art Decó- no será irreversible pese a que presenta sedimentación del terreno, filtraciones interiores y derrumbes parciales de la fachada.

El que fuera considerado durante un tiempo como el edificio más alto del país, parece que no va a morir gracias a un proyecto que ha presentado el arquitecto Juan García y un grupo de estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de La Habana en el que, todo parece indicar, estará involucrada la empresa Diseño Ciudad Habana. Pero este será tema de un futuro reportaje.

Quiero finalizar estas anotaciones con la frase de uno de los arquitectos más influyentes de la modernidad mexicana. Me refiero a Luis Barragán (Guadalajara, 1902-México, D. F., 1988). Sobre el valor testimonial de las obras construidas dijo:

 “La arquitectura tiene que ser un objeto de nuestra memoria. Cuando evocamos, cuando conjuramos la memoria para hacerla más clara, apilamos asociaciones de la misma manera que apilamos ladrillos para construir un edificio. La memoria es una forma de arquitectura”.

Salir de la versión móvil