El diseñador: quijote creativo contra molinos de incomprensión

Tras diez años de concepción y casi treinta después de creado el Instituto de Diseño Industrial (ISDI) –institución rectora de la formación de diseñadores gráficos e industriales en Cuba– entró en vigor el pasado 12 de noviembre el Registro del Diseñador, “con el propósito de valorizar y proteger” a nacionales y extranjeros del sector.

La herramienta legal vendrá a ordenar y controlar un ejercicio tan esencial como subestimado, donde el intrusismo se ha vuelto norma, avalada por la necesidad de supervivencia que conduce a ser “músico, poeta y loco”.

Para el Ing. Carlos Franco Parellada, director del Registro, la esencia de este radica en “preservar a aquellos (diseñadores) debidamente calificados”. De ahí que, al término del cronograma establecido, será obligatorio estar inscrito para ejercer tal profesión. Franco estima que se presenten más de 3 mil personas, unos mil 500 graduados del ISDI y un número superior de no egresados que cuentan con conocimientos y una trayectoria en este campo. Estos últimos serán evaluados por una comisión –contará con 30 días para dictaminar a partir de la inscripción, del 2 de diciembre en adelante–.

La base de datos que es el Registro supondrá un referente para cualquier institución urgida de capital profesional de diseño. Si bien tiene carácter no comercial, tampoco será excluyente, aclaró la jefa de la Oficina Nacional de Diseño (ONDi), Carmen Gómez Pozo. “Cada quien podrá seguir perteneciendo a otros registros, como el del Fondo de Bienes Culturales”.

Al validar la profesión se pretende que el diseño se refleje en lo productivo, dice Gómez Pozo, y “genere un espectro de productos con los que el cubano se sienta identificado: que respondan a su clima, a sus características de convivencia, su gestualidad, su cultura, y que en este minuto están influenciados por modelos que nada tienen que ver con nosotros”. Una carencia que hasta el menos avezado intuye.

La industria: ¿qué industria?

El Registro era apenas uno de los añejos reclamos de un sector subordinado a la apatía de la industria que no justiprecia los alcances, aportes y potencialidades del diseño, y lo simplifica a “un elemento estético, digamos que de configuración cosmética, y no es así”, aclara Gómez Pozo.

En muchos casos, advierte Franco, existe una predisposición a innovar e incorporar nuevas propuestas. Hay quienes sí lo buscan, pero no encuentran cómo hacerlo, no hay industrias que produzcan o no tienen acceso a determinada tecnología. Las empresas no cuentan con la preparación necesaria para gestionar esta actividad, lo cual impide apreciar las ventajas que el diseño brinda al desarrollo del país.

Lo anterior engarza con la certeza que hace unos años manifestó el otrora rector del ISDI, el Ing. José Cuendias, palabras que no han perdido vigencia: “El diseño solo no resuelve el problema, el diseño necesita y vive por la economía del país. Si no hay industria, si la economía está deprimida o en crisis, el diseño no tiene nada que hacer. Han intervenido innumerables variables macroeconómicas internacionales que tienen evidentemente un efecto en el país y en la posibilidad que tiene el diseño de hacer cosas concretas”.

Son estos problemas los que frenan el intercambio entre el Instituto y los organismos, pues muchos de los proyectos presentados son realizables. Ocurre también que a la empresa no le interesa el producto diseñado, y eso, decía Cuendias, es relativamente común.

“Recursos y open mind para el desarrollo del diseño en todas sus manifestaciones parecen ser la divisa que prima en los países líderes en esta especialidad. El diseñador cubano actual no debe ser un quijote idealista enfrentando molinos de incomprensión. Cuando logremos esto, las vallas no serán tan insulsas, machacantes e ingenuas”, declaró a OnCuba Francisco Masvidal, quien lleva una vida dedicada al universo del reclamo y el aviso, según considera al diseño gráfico.

Tampoco debe confundirse la falta de demanda que obstaculiza la creación y producción con una crisis creativa en un país donde, antes del desplome del campo socialista –de impacto devastador en la industria poligráfica–,existió una larga tradición cartelística impulsada por el ICAIC y con obras significativas en la gráfica donde influyó el auspicio de la UNEAC y el Instituto Cubano del Libro”, aportaba Jorge Martell, responsable del replicado cartel Obama give me five. Por supuesto, “había un aparato capaz de respaldar el talento, la idea y el trabajo de propaganda que nunca debe caducar”.

“El talento existe, lo que no existe hoy es el soporte donde exponerlo, debemos sacarlos de las muestras expositivas a las calles, del salón y las casas de los coleccionistas, a pasear por barrios y ciudades como en una época dorada. El quid está en divulgar las posibilidades comunicativas y culturales que brinda el diseño”, agrega Masvidal.

La televisión bien podría ser un nicho donde explotar esa capacidad creadora, lo cual sin duda implica otorgar al creador el protagonismo que merece. “Mientras los canales jóvenes han mejorado su visualidad y diseño, el longevo Cubavisión se ha estancado en un pantano”. Los spots de algunas secciones, visualmente bien resueltos, son de agradecer pues nos sustraen por unos segundos de esa maraña de colores y acertijos visuales a la que nos somete la escenografía, esgrime Masvidal.

Por fortuna, la democratización de las tecnologías ha repercutido en esa necesidad de informar, desarrollar nuevos productos y se verifica, por ejemplo, en las ilustraciones, las animaciones, en lo editorial. Ha habido un resurgir del diseño gráfico, sumamente decisivo para el desarrollo cultural de un país, coincidieron los presentes en una de las jornadas del “Laboratorio de ideas sobre diseño”, con sede en Factoría Habana.

Es válido destacar que la ONDI, según Cuendia, ha procurado fomentar lo que en el mundo se denomina políticas públicas, con el objetivo de respaldar aquellas áreas que necesitan una mejor respuesta en términos de diseño. Los equipos médicos son un ejemplo. Son muy pocos los países subdesarrollados que han desplegado a sus anchas la capacidad de producir equipos con diseño propio; Cuba lo ha hecho”.

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Realidades paralelas

Desde hace mucho los diseñadores freelance se las ingenian para ofrecer soluciones al cliente, sorteando los obstáculos que impone la burocracia. La competencia entre los florecientes negocios en el sector privado ha estimulado la necesidad del diseño en la proyección de esa pequeña empresa, como sello de identidad en la memoria del público, que tiene, cada vez más, dónde escoger.

OnCuba conoció a los integrantes de Socios, un dueto de jóvenes graduados de Diseño Industrial que hace tres años decidieron unirse como estrategia para lograr mayor capacidad de respuesta a la demanda. “El trabajo del diseñador es bien pagado y en los últimos diez años, desde que el ISDI se reinauguró, la cifra de ingresos se multiplicó; por tanto, creció la competencia”, comenta Jesús Ruiz Bravo, de Socios.

“¿Al cabo de cuántas graduaciones de diseñadores venimos a tener una representación legal?”, cuestiona, mientras asume que la resolución atenta contra aquellos improvisados “que dominan un software, tiran fotos y, de paso, mal ejercen”.

Para este joven y su colega Carla Oraá Calzadilla resulta bochornoso que cuentapropistas ejerzan con una licencia de diseñador de tarjetas o decorador –emitida por el Estado– para las cuales, subraya Carla, no exigen ninguna aptitud.

“Esas licencias son una burla a lo que hago. Dentro de los perfiles del diseñador industrial está el diseño de espacios; pero que un espacio se vea bien es solo una de las variables. No se trata simplemente de decidir colores, muebles: eso es limitar la rama del diseño de interiores –una de las más técnicas y más complejas, que no por gusto estudiamos durante cinco años–”, reclama Jesús.

En el caso de ellos el Registro marca una diferencia y es que a partir de su inscripción un carnet zanjará el dilema que enfrentan. “Para cobrar los trabajos realizados debemos asociarnos al Registro del Creador, al Fondo Cubano de Bienes Culturales, Génesis, Atrio, la Asociación de Comunicadores o a la Asociación Hermanos Saíz…, lo cual implica ajustar tu currículo a los requisitos que estas instituciones piden”.

Por concepto de representación estas entidades estatales se reservan entre el 15 y el 30 por ciento. Al decir de Carla, “en realidad cogen una gran tajada y ni te garantizan un descuento en los materiales, además son lentas en los pagos. Trabajamos para la Feria de La Habana. Montar un stand a cualquier empresa equivale a unos 3 mil CUC. Ellos (la entidad que representa) se quedan con 900 y a veces pasan dos meses y todavía no tienes el cheque”.

Maikel Sánchez, responsable junto a un grupo de amigos de la atractiva visualidad que exhiben centros culturales como el Submarino Amarillo o el Barbarán, estima la labor técnica que esas agencias realizan a la hora de implementar un proyecto. “Te asignan un inversionista que supervisa la obra y se encarga del papeleo. En teoría funciona así, nosotros hemos corrido con mucha suerte. Sé incluso de personas a quienes le han gestionado un local para arrendar”.

Ejercer freelance se ha vuelto tentador; por ejemplo, por las facilidades que tiene una empresa al contratar. “En ocasiones les resulta más rentable, menos burocrático, es otra manera de producir, ofrece más confianza que contratar a un equipo que trabaja por un salario fijo, y a veces sin sentido de pertenencia”, expresa Carla.

Aún el reconocimiento del diseño está su en fase inicial”, señala Jesús. “Nos hemos visto obligados a extender nuestra función más allá de las soluciones, a la gestión de la implementación”.

 “La gente considera que lo que vale no es el trabajo intelectual, sino la entrega física”, según Carla. “Casi nadie te paga por un papel donde has dejado el cerebro. El proyecto del Submarino Amarillo costó más de 150 mil CUC, pero además de la ejecución, allí entra tu idea y ese derecho de autor cae en terreno de nadie”, advierte Maikel.

¿Y los impuestos?

Como buenos negociantes estos grupos independientes entienden que para ser competitivos en el mercado es vital tener buenos precios. ¿Cómo hacerlo si el impuesto se cobra a escala progresiva –medida no privativa para el sector–? Cuando superan los 80 mil pesos, deben pagar en tributos la mitad del ingreso total. No a partir de las ganancias reales, sino solamente de los ingresos que constan en documentos. Y allí no son tomados en cuenta los gastos en que se incurre en la práctica.

“En las tiendas no encuentras todo lo que necesitas. Si no está disponible la caja de tornillos que cuesta 5,00 CUC, debo comprar cada tornillo a 2,00 CUC en los particulares, que no dan ticket de constancia, no hay un comprobante de pago. De modo que eso corre por mi cuenta, igual que el transporte, la comida, el teléfono (fijo y móvil). Y esa cantidad de dinero no es visible para el Estado”, dice Maikel.

A pesar de los avatares que frenan el ritmo de crecimiento idealizado por estos emprendedores, el diseño sigue bogando con los vientos de apertura, aunque a veces haya quien no sea capaz de reconocer y respetar que en cualquier entorno late el ingenio de estos traductores de la idea.

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