El regreso de Niemeyer

Oscar Niemeyer.

Oscar Niemeyer.

Hay quien teme más perder el ayer que el presente. Iraida Rubí es de esas personas. Le dan vacaciones y se lleva a la casa pesados legajos. Pasa el tiempo amarillento, de olor a polvillo, frente a las cajas, como si aún tuviera 19 y comenzara en Prensa Latina a trabajar de archivista.

Un denso día de julio sus manos pequeñas hallan un documento del que quedan pocas copias. Encabezado: PRENSA LATINA DEPARTAMENTO DE SERVICIOS ESPECIALES CULTURAL 236. “Mi experiencia de Brasilia”, fechado en 1960, firmado por Oscar Niemeyer.

Las obras de Brasilia, ciudad futurista que agitó la arquitectura moderna, cumplen sesenta años. Entre archivos de La Habana reaparece este texto firmado por quien lo concibiera junto a Lucio Costa, Niemeyer, narrando interioridades de esa obra de arte que fue a la vez un mega laboratorio del socialismo brasileño.

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Miguel Ángel es, en modo acción-reacción, el David. Spilberg, Star Wars. Marx, El Capital. Niemeyer es una ciudad. El arquitecto lideró la edificación de Brasilia, una capital tan excéntrica como extenso el país que la armaba. Nacía de cero, con las curvas por bandera, en un “inmenso y desolado desierto”, escribió el artista en el texto que halló Iraida.

Catedral de Brasilia. Oscar Niemeyer.
Catedral de Brasilia. Oscar Niemeyer.

Las siete cuartillas mecanografiadas revelan interioridades del parto de Brasilia. En cuerda testimonial, sin grandes momentos, la prosa de Niemeyer tiene el valor del protagonismo que narra “una experiencia tan llena de luchas y enseñanzas que nunca podrá ser olvidada”.

Pero, de hecho, sí puede ser olvidada: cuando acaba la vida, 50, 80 o 104 años después. Los archivos son, realmente, los guardas de la memoria.

El Centro de Documentación de Prensa Latina quedaba justo al lado de la Fototeca de Cuba. Registros envidiables de este país y del mundo. El protagonismo de la isla en texto y retrato: los viajes de Fidel, el ejército cubano en campañas extranjeras… Los periodistas de la central en La Habana buscaban la información necesaria y luego una buena imagen para completar sus trabajos. Voilà.

–Yo estuve durante ocho años dirigiendo la Fototeca… como en 2002 empecé. Y cuando me fui de ahí es que dicen que el Centro de Documentación iba a desaparecer –cuenta Iraida.

Realmente no se desvaneció, sino que fue fusionado con los registros del Comité Central del Partido Comunista.

–Muchas cosas se perdieron definitivamente.

–Qué pena.

–Lo que sí quedó en gran medida fue la parte de Cuba, y otras cosas que compañeros de Prensa Latina rescataron.

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El presidente de Brasil detuvo el auto frente a la Gávea Pequeña. Anduvo hasta la puerta de Oscar, y se imaginó suertudo esa mañana en septiembre. Era 1956 y los viejos conocidos charlaron de lo que todo Brasil: la nueva capital.

Juscelino Kubitschek trataba de enganchar el ya maduro talento de Oscar a una empresa con la que soñaba largamente. La pasión se contagió en breve, Niemeyer vio en la urbe, además del reto profesional esperado, un trino de gloria.

Brasilia, al igual que Washington D.C., San Petersburgo o Canberra, fue una urbe planificada y urbanizada con el fin expreso de convertirse en capital.
Brasilia, al igual que Washington D.C., San Petersburgo o Canberra, fue una urbe planificada y urbanizada con el fin expreso de convertirse en capital.

Y “pasé a vivir en función de Brasilia”, escribió para la agencia de prensa cubana. Como él otros vieron la misma oportunidad. Sintió en la nuca la obsesión competitiva, “cómo llega a dominar a muchos, hasta el punto de hacerlos despreciar amistades y olvidar compromisos, cegados por una ambición profesional ilimitada”.

En medio de esos truenos se armaron los primeros proyectos en Río de Janeiro. Niemeyer conjuró un estilo que cuidara la belleza, pero sin paternalismo funcionalista, dentro del criterio de simplicidad, que se alejara de lo que él reconocía como una rutinaria arquitectura.

En el verano de 1959 Niemeyer se muda a Brasilia. Va a fiscalizar directamente las construcciones. Va a habitar una urbe inhabitable. Vivirá en una especie de cavernosidad posmoderna: temporales que enlodan carreteras, sin electricidad ni agua caliente, alimentos cocidos muy precariamente. Solo largas charlas en las noches estrelladas calmaban la ansiedad de ese destierro escogido.

La nostalgia por los amigos, el hogar, la familia generan “los más íntimos e irremediables problemas”. ¿Dónde la mujer amada, sus curvas libres, sensuales? Brasilia, de algún modo, debió ser para Niemeyer la ciudad de la muerte, la que se llevó a Walter García y Bernardo Sayao. Uno muere un poco cuando se va un amigo. Ahí también le anunciaron la agonía de su padre.

Oscar Niemeyer es conocido como el poeta de las curvas por la presencia permanente de estas en su obra arquitectónica.
Oscar Niemeyer es conocido como el poeta de las curvas por la presencia permanente de estas en su obra arquitectónica.

Mientras, la urbe surgía “como una flor, en medio de aquella tierra agreste y solitaria”. Dice el arquitecto que esa imagen lo ayudó a acabar en apenas tres años palacios, avenidas, apartamentos, escuelas, mercados, residencias; soportar reformas al proyecto original, cambios de materiales por razones financieras o bien temporales; problemas de transporte, la prisión del cronograma. El 21 de abril de 1960, como espada de Damocles, pendía sobre los planos. Los críticos del gobierno azuzaban la tensión a ráfagas.

Niemeyer se irritaba, y escribió para Prensa Latina: “no soy de los hombres que solo ven el lado negativo de los hombres; en todos encontramos una parcela favorable y positiva, lo que me valió para poderlos comprender sin resentimientos”.

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Los archivos de Casa de las Américas valen lo que ningún dinero podría pagar. Peligran por la misma causa que cualquier documento no digitalizado en pleno siglo XXI.

–Acá encontraremos, como este de Niemeyer, otros textos de un montón de personalidades –me cuenta Iraida, feliz con su contrato luego de la jubilación.

Ahora parte de ese patrimonio está en proceso de digitalización, gracias al concurso holandés. E Iraida se une al plan vehemente. Saca presillas oxidadas, clasifica y etiqueta fotos, documentos. Me dice que halla joyas y sonríe, viejos conocidos ante los que arregló su pelo hoy encanecido.

El romanticismo primero de la Revolución Cubana sumó, como imán para desimantados, a intelectuales molestos con lo que era el mundo entonces. Casa de las Américas fue la Cancillería del arte por donde el gobierno barbudo canalizó a los simpatizantes.

Hicieron en / para / por la nueva Cuba lo que mejor sabían: cargar la hoja / lienzo / espacio en blanco. De ahí que medios de la isla, como la agencia Prensa Latina, incluyeran entre sus colaboradores a verdaderos monstruos de la cultura.

Iraida, testigo de aquel privilegio desde los años 70, recuerda que el Departamento de Especiales, fundado y dirigido por el mismísimo Rodolfo Walsh, hacía copias para guardar los textos. Los ejemplares se entregaban a algunas instituciones, extranjeras, nacionales.

La ley del Teletipo regía la época. Los hoy tan normales comandos Copiar – Pegar, eran sueño mojado para mecanógrafos. De no ser por los archivos, lo que se trasmitiera iba a la nada. El texto que Iraida halló es una de esas copias.

–Entonces, el Especial de Niemeyer no estaba “perdido”.

–Para nada –me confirma su voz serena–, está muy bien registrado acá, en Casa de las Américas.

–¿Pero esta copia pudiera ser de las pocas que existen en buen estado, legibles?

–Exacto.

***

Oscar Niemeyer en el Brasilia Palace Hotel.
Oscar Niemeyer en el Brasilia Palace Hotel.

–¡El techo del Hotel se va a pintar de blanco! –soltó Oscar, pertinaz.

–De madera se ve mejor, no te hagas de rogar –contestó Israel Pinheiro, sabiéndose con la venia de Novacap, la empresa encargada de construir Brasilia.

–¿Quién te lo sugirió? ¿Uno de los extranjeros que visitó las obras? –masculló Oscar, y puso cara de asco–. Partida de mediocres autosuficientes.

–No, ¡qué cosas dices!

–Entonces no sé si es inocencia o mal gusto lo que hay detrás de tu propuesta.

–¡Te estás pasando!… Al final por qué tanto rollo: es solo un bendito hotel, seguirá siendo el mismo Brasilia Palace Hotel de blanco o de madera.

–Si no queda mi propuesta me salgo de Novacap.

–¡¿Dejarías la dirección?! –Pinheiro abrió los ojos como sombrillas.

–Así es.

–¡Eres el ser más testarudo que pisa esta ciudad!

Congreso Nacional de Brasilia, una obra de Oscar Niemeyer.
Congreso Nacional de Brasilia, una obra de Oscar Niemeyer.

Niemeyer escribió para PL que Brasilia no sería una obra provinciana, sino la representante del país que se “prevé como una gran potencia”. El techo del Brasilia Palace Hotel es de esos planos blancos de la capital. La propuesta triunfó, como en otras tantas ocasiones, gracias al padrinazgo del presidente Juscelino Kubitschek.

Zurdos de ideología, el político y el artista, esperaban armar en Brasilia un modelo de ciudad sin clases sociales. El francés André Malraux, otro utópico, se atrevió a llamarla Capital de la Esperanza. Fue, en verdad, un mega laboratorio social. La idea era que los obreros convivieran en áreas colectivas, para que sus hijos crecieran “fraternalmente con los otros niños de Brasilia, sin complejos, aptos para gozar las reivindicaciones que el tiempo les proporcionará”. Esa certeza epocal…

Pero recién terminada la urbe, Niemeyer se había convertido en un escéptico de su propio proyecto: “las condiciones sociales vigentes chocaban en este punto con el espíritu del Plano Piloto, creando problemas imposibles de resolver en la plancheta, aun cuando se apelase –como algunos ingenieros sugieren– a una arquitectura social, que a nada conduce sin una base socialista”.

Y Niemeyer dice –¿al lector? ¿a sí mismo?– que la única solución estaba en los movimientos progresistas “que vislumbran un mundo mejor y más feliz”.

El poeta de las curvas escudó el pensamiento de izquierda hasta los 104. “Al querido amigo Oscar Niemeyer”, decía la corona firmada por Raúl Castro. Concibió más de quinientos proyectos, pero hubo dos entre sus preferidos: la Catedral de Brasilia, y una mezquita al otro lado del Atlántico, en Argel. Marx dijo que la religión era el opio de los pueblos. ¿Qué diría de un marxista que construye templos?

***

“Las personas tienen que soñar, si no las cosas simplemente no suceden”, dijo el creador de la sede neoyorquina de la ONU en entrevista para El Sol, de Portugal. Y escribió para PL en 1960: “Espero que Brasilia sea una ciudad de hombres felices; hombres que sientan la vida en toda su plenitud, en toda su fragilidad”.

La capital brasileña es la única ciudad construida en el siglo XX reconocida como Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad por la Unesco.
La capital brasileña es la única ciudad construida en el siglo XX reconocida como Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

DECÁLOGO DE MI EXPERIENCIA DE BRASILIA

Oscar Niemeyer fue un artista de la forma y el espacio, pero también un conversador cautivante. En la red de redes abundan las compilaciones de frases de este genio brasileño. OnCuba propone un decálogo a partir del texto Mi experiencia de Brasilia.

1-“La gran experiencia fue, sin duda, permanecer en Brasilia, y participar, con millares de brasileños, de aquella gran aventura”.

2-“No soy de los hombres que solo ven el lado negativo de los hombres; en todos encontramos una parcela favorable y positiva”.

3-“Es la belleza plástica únicamente que actúa y domina, como un mensaje permanente de gracia y poesía”.

4-“Teníamos la íntima convicción de que estábamos colaborando con una obra importante, plasmando una ciudad que surgía como una flor, en medio de aquella tierra agreste y solitaria”.

5-“Sentimos también que la atmósfera buscada ya se encontraba presente, una atmósfera de digna magnificencia, como lo requiere una capital”.

6-“Mi preocupación inicial era encontrar –si limitaciones funcionalistas- una forma clara y bella de estructura que definiera y caracterizase los edificios principales”.

7-“Ciudad [Brasilia] (…) basada en un trazado humano y realista, enriquecida por una arquitectura en que está presente, por modesto que sea, el contenido de creación indispensable a las obras de arte”.

8-“Y espero que Brasilia sea una ciudad de hombres felices; hombres que sientan la vida en toda su plenitud, en toda su fragilidad; hombres capaces de comprender el valor de las cosas simples y puras –un gesto, una palabra de afecto y solidaridad”.

9-“Por primera vez sentí cuán fuerte es la lucha profesional y cómo llega a dominar a muchos, hasta el punto de hacerlos despreciar amistades y olvidar compromisos, cegados por una ambición profesional ilimitada”.

10-“Comprendíamos que la única solución que nos restaba era seguir apoyando los movimientos progresistas que vislumbran un mundo mejor y más feliz”.

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