El Taj Mahal cubano

Foto: Yariel Valdés

La India y Cuba tienen en el Palacio de Valle, en la sureña provincia de Cienfuegos, un punto de convergencia. No es que la construcción cienfueguera se iguale en magnificencia al Taj Mahal, pero ambas edificaciones se erigen como símbolos de sus respectivos territorios, y exhiben al mundo sus riquezas históricas, culturales y arquitectónicas.

El Palacio de Valle comenzó a levantarse en 1913 y debe su nombre al que fuera su dueño, Acisclo Valle Blanco. Diseñada por el arquitecto Pablo Donato Carbonell. La obra tuvo un costo final de un millón y medio de pesos de la época.

Al igual que el majestuoso palacio indio, en la construcción de esta joya de la arquitectura doméstica cubana, participaron artesanos de diversas nacionalidades. Durante cuatro años, laboraron en ella obreros franceses, italianos, árabes, estadounidenses y cubanos, los cuales le impregnaron diversos estilos arquitectónicos, que hacen de esta edificación una pieza eminentemente ecléctica.

Destacan las influencias góticas, románicas, barrocas, aunque predomina el mudéjar, que recuerda el arte hispano-morisco. De las tres torres que coronan la edificación, la segunda recuerda precisamente al Taj Mahal, y simboliza al amor, por esa inspiración romántica que dio origen al monumento indio, construido por el emperador musulmán Shah Jahan en honor a su más querida esposa, quien murió en el parto de su decimocuarta hija.

El elegante chalet cienfueguero fue también fruto del amor, pues el poderoso comerciante Acisclo y su esposa Amparo Suero Rodríguez fueron quienes lo idearon en un viaje que hicieran por Europa. Sin embargo, Acisclo solo pudo disfrutar el palacio durante tres años, pues murió en 1920, dejando viuda a su esposa y con una descendencia de siete hijos.

Hoy el palacio es Monumento Nacional del Patrimonio Cultural cienfueguero. Ubicado en la zona de Punta Gorda, en el borde de la ciudad, esta fastuosa mansión, al igual que su par indio, es un centinela silencioso del tiempo.

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