HABANA WIFI

Foto: Yoel Suárez

Foto: Yoel Suárez

Esta no es la primera, pero sí una de las pocas ocasiones en que Norberto ha entrado a Internet. No estudia en la universidad, ni trabaja en algunos de los centros privilegiados con acceso a la red de redes. Antes lo había hecho unos escasos minutos gracias a una cuenta pirata que el padre paga en La Lisa. A Oscar le ocurre igual, Aldo nos cuenta lo mismo. Viven en extremos diferentes de la capital.

«Es la primera vez que entro sin pagar; sin jugármela con los bisneros», dice Norberto.

En esta esquina no hay negocio con las cuentas. Esta es la esquina de Alexis Leyva o Kcho, un artista visual que el 8 de enero de 2014 reabrió las puertas de un antiguo taller cercano al Paradero de Playa convertido en su Estudio personal: un Laboratorio para el Arte.

Pero ahora mismo el espacio, enclavado en el barrio de Romerillo, al oeste de la ciudad, se ha convertido en un laboratorio social, un ensayo a pequeña escala de lo que podría significar plazas públicas destinadas a ofrecer conexión a Internet por Wi-fi en Cuba.

De la esquina al universo

Foto: Yoel Suárez
Foto: Yoel Suárez

El claxon, el smog de los estoicos Chevrolets de alquiler, y el tránsito constante de ómnibus urbanos al entrar o dejar el Paradero de Playa aumentan la sensación de calor. El empobrecido barrio de Romerillo sigue con el mismo ambiente de aquella canción de Moneda Dura en que lo recordaba como una especie de fabela amigable. Pero ahora la comunidad tiene parques nuevos, y el paseo de la calle 120 –su principal vía- remozado. Todo desde que Kcho llegó.

Hoy se suma que el acceso público y gratuito a Internet no comenzó en las inmediaciones de los lujosos hoteles de Miramar o en alguna plaza de El Vedado, sino en este sitio al margen de la ciudad.

En momentos muy puntuales como las más recientes ediciones de la Feria de La Habana o el Festival Internacional de Ballet se han habilitado servicios de esta clase, pero únicamente para descargar las carteleras o informaciones asociadas al evento. Cuando acababan los organizadores recogían la cabaña. Eso fue lo más cerca que estuvimos de una experiencia como la que ocurre hoy al oeste capitalino.

Por las noches desfilan decenas de muchachos de la zona e incluso llegan desde lugares tan distantes como Marianao, desafiando el transporte público. La madrugada siempre encuentra a varios grupos de internautas trasnochados los días entre semana. Eso sí: viernes y sábados la afluencia se triplica.

La conexión gratuita vía Wi-fi en Kcho Studio lleva brindándose alrededor de dos meses, las 24 horas, los siete días de la semana.

También las cuatro computadoras en la biblioteca del centro brindan la posibilidad de navegar, y las ordenadas colas comienzan desde bien temprano. Sin embargo la divulgación del servicio ha sido nula.

Ana llegó de otro municipio gracias a la invitación de un vecino del lugar, esperanzada con tener por fin un contacto con la web. Ella estudia estomatología y a diferencia de la mayoría su universidad no le facilitará una cuenta de Internet en ninguno de sus cinco años como estudiante.
Ana sabe que lo primero es lo primero. Esto es, en esencia, lo que diferencia a un fantasma de un hijo del siglo XXI: el perfil en Facebook. Como ella muchos recién llegados prefieren crear, navegar o actualizar sus perfiles en la mayor red social. Pasa un buen rato, su Samsung no responde, Server not found, Enter: try again.

«aquinoserindenadie», le avisan es la contraseña. Pero esa madrugada será también una línea contra el desánimo.

Fuera de línea

Foto: Yoel Suárez.
Foto: Yoel Suárez.

El bussines con la Internet camina por La Habana con la misma soltura que el resto de lo prohibido. Ernesto, un estudiante de Telecomunicaciones, sabe que mensualmente una cuenta clandestina puede pagarse hasta en 50 cuc. «Generalmente es el mismo administrador de una red en un centro estatal quien ancla la conexión al teléfono del “cliente”», dice.

La velocidad es mala y el costo excesivo, pero el cubano que puede lo paga. No tiene alternativa. El gobierno prohíbe que sus propios ciudadanos accedan a Internet desde las casas. Eso solo está contemplado en la ley para extranjeros; siempre a través de contratos con la única empresa de telecomunicaciones en la Isla.

La Biblioteca Nacional tiene una sala de navegación gratuita para sus miembros: una comunidad limitada de estudiantes, e intelectuales. Lo mismo ocurre con la UNEAC y la AHS. Y quien no clasifique en esas categorías, ¿cómo llega a la world wide web?

En verdad el gran bisnero del acceso a la red de redes tiene por nombre ETECSA: monopoliza y cobra a casi cinco dólares una hora de pésima conexión. Eso representa la cuarta parte del salario promedio en Cuba.

«La conexión aquí tampoco es la mejor, pero a caballo regalado no se le mira el colmillo», afirma con desenfado Ernesto. El buscador describe un círculo hipnótico mientras el muchacho revisa la conferencia que evaluarán sus profesores en el próximo seminario.

Además, la espera no es tan irritante.

Aunque fuera de los muros de la instalación también llega la magia del Setpoint adentro algunos internautas pueden alcanzar a sentarse en confortables muebles de mimbre y están más protegidos de las pandillas que, según algunos presentes, merodean el lugar. Dos guardas custodian la entrada y hacen rondas cada media hora.

Los LEDs de laptops, smartphones y tables adornan la madrugada mientras esperan pacientes que el sistema devuelva la señal anhelada. Pueden pasar horas en la noctámbula quietud del sitio antes de que esoocurra.

Este reportero estuvo desde las 12:10 am hasta las cuatro am del sábado pasado esperando la interfaz azul de Facebook en la pantalla. Apariciones intermitentes, pero nada de regodearse en el perfil.

No obstante, era fácil comprobar que otra parte de los 70 a 80 jóvenes acomodados en la instalación corrieron con más suerte. Por si las moscas uno puede llegarse a la cafetería en el propio estudio, abierta hasta bien entrada la madrugada, y comprar todo el café que pueda.

¿Why WIFI?

Foto: Yoel Suárez
Foto: Yoel Suárez

La experiencia romerillense deja más preguntas que un coco lleno de agua: ¿por qué el gobierno cubano no ha implementado opciones como esta? Un hombre ha demostrado que puede hacerlo poniendo sus limitados recursos en función de brindar acceso a Internet. ¿Cómo un Estado todopoderoso no podría hacerlo?

El cuestionamiento choca con las recientes declaraciones del Ministerio de las Comunicaciones durante el I Taller Nacional de Informatización y  Ciberseguridad, el pasado 18 de febrero. En esa ocasión el viceministro, Wilfredo González utilizó en su discurso más de una vez la palabra acelerar.

Aunque no abundó en el tema, el funcionario comentó ya existe un marco regulatorio que posibilitará un mayor acceso a las TICs por parte de la ciudadanía; y resaltó el proceso de informatización fundamentalmente como un suceso económico y de impacto social.

Igualmente reconoció la necesidad de implementar políticas de precios que hagan accesible servicios de conectividad, y mejorar la calidad de la conexión para brindar un acceso democrático a la red de redes entre la población cubana.

Acceder a Internet no es solo beneficioso para el ciudadano, sino además para el gobierno. A través de la web se pueden agilizar trámites legales y la prestación de servicios públicos en general.

Entonces, si las más altas instancias gubernamentales han incorporado a su discurso una actitud de progreso surge otra pregunta, ¿qué les impide hacer realidad sus palabras?

Foto: Yoel Suárez.
Foto: Yoel Suárez.
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