Jaimanitas, la casa abierta de Fuster

Fotos: Darío Leyva

Jaimanitas es un poblado de pescadores asentado al oeste de la capital cubana: allí José Fuster ancló su bandera creativa y desde 1975 hasta hoy ha ido, poco a poco, pero ininterrumpidamente, cambiando la fisonomía de esa comunidad que muestra gustosa la huella estética del ceramista, pintor, dibujante y escultor.

Desde pequeño, Fuster (Caibarién, 1946) soñaba con cambiar, “para bien”, el mundo, pero al percatarse de que era un deseo “demasiado ambicioso” optó por entregarle a Jaimanitas lo mejor de sí: su arte.

La historia comenzó con el emplazamiento sobre el portón de entrada de su casa-taller de una muestra-catalogo que exhibe piezas consideradas antológicas y realizadas hace más de treinta años. Esas obras, que clasifican como patrimoniales, se han mantenido intactas y la comunidad las ha cuidado, respetado y conservado, “algo que agradezco”, dice Fuster emocionado, y confiesa que a partir de ese momento decidió “expandirse” fuera de los límites de su propiedad.

Así, empezó a incidir en el entorno: cambió la fachada de varias casas, intervino algunas instituciones sociales de la localidad, tipificó esquinas y construyó sitios para que los lugareños compartan y se reúnan. Por ejemplo, decidió realizar un Parque en Homenaje a Gaudí; otro denominado Unicornio, que es un guiño al trovador Silvio Rodríguez y que está enclavado muy cerca del Hogar Materno —donde también hay obra suya—; y un tercero, dedicado a los amantes del ajedrez. Este último, que cuenta con un tablero del juego ciencia de cerámica, posee un trono, un caballo y un letrero que versa: “en el ajedrez solo hay una jugada: la mejor”.

El Consultorio del Médico de la Familia —una de las obras más antiguas y significativas de su quehacer— está engalanado con su estética; así como la fachada de La Casa del Mexicano, que tiene una cúpula rematada por un gallo; La Casa de Iris; La Casa de la Princesa Diana, que asemeja un castillito; La Casa de María Bonita, una especie de evocación a Agustín Lara y María Félix; La Casa de Teté, y la casa dedicada a recordar al poeta y revolucionario español Miguel Hernández.

“Nada ha sido impuesto ni orientado, ni forzado”, afirma, al tiempo que asegura que hasta el momento “existen ciento cincuenta casas que han sido intervenidas en unos cuatro mil metros aproximadamente”.

Como si no le bastara, el artista quiere que Jaimanitas cuente con “El mural más grande del mundo” —actualmente asentado en la calle 226 y Tercera—, un proyecto que nació durante los días de la Octava Bienal Internacional de Artes Plásticas de La Habana y que posee unos sesenta metros de largo, pero que “tendrá continuidad” porque “irá creciendo con el transcurrir de los años ya que es una convocatoria permanente, una invitación perpetua a que artistas cubanos y de otras latitudes dejen su obra y sus firmas”. Al mural, que soporta agua, sol y sereno, se puede acceder gratuitamente, sin pedirle permiso a nadie y quedarse extasiado ante la obra. En él han dejado su impronta varios Premios Nacionales de Artes Plásticas, otros reconocidos pintores cubanos y, también, creadores jóvenes que, quizás, en un futuro se conviertan en personalidades del mundo de las artes visuales.

Junto a piezas realizadas por Nelson Domínguez, Eduardo Roca Salazar Choco, Alexis Leiva Kcho, Roberto Fabelo, Oscar Rodríguez de la Serie, Zaida del Río y Flora Fong, entre muchos artistas prestigiosos de nuestro país, está el quehacer de un grupo de creadores de Chile, Estados Unidos, España, Canadá, Italia, Bélgica y Japón. “Ese mural puede ir enriqueciéndose hasta límites insospechados”, dice orgulloso Fuster y, seguidamente, enfatiza que lo más importante es “el diálogo, el intercambio que se genera”. Uno de los aspectos que más le interesa es que los niños tengan acceso a la cultura: “si sus padres no los llevan al Museo Nacional de Bellas Artes, ellos pueden disfrutar del quehacer de destacados artistas contemporáneos en su propio entorno; la obra está ahí, a su alcance, y ese es mi más grande regocijo”.

Cuenta que hace unos meses visitó Jaimanitas un alto funcionario de la ciudad norteamericana de Dallas, Texas, y que le propuso hacer allá algo similar, pero “no pude acceder a ese pedido porque tendría que abandonar mi proyecto aquí; sin embargo, le sugerí que enviara un grupo de artistas para incorporarlos a nuestro mural. La gente se sensibiliza ante un gesto tan humano y hermoso”, dice.

Fuster, quien es considerado junto a Alfredo Sosabravo, Julia González y Reynaldo Calvo, y otros, fundador del llamado Movimiento de la Nueva Cerámica en Cuba, ha concebido piezas exclusivas para su estudio-taller como por ejemplo, una columna en recordación a Sandro Botticelli; un Nacimiento de Venus en la que se representa una mujer en traje de baño saliendo de un gallo en franca parodia al machismo; otra que es un homenaje a la alegría, al amor y a la música. Pero el más reciente mural, inaugurado el pasado ocho de septiembre, está consagrado a la Virgen de la Caridad del Cobre, la Patrona de Cuba: “es una obra privada, pero también pública porque todo el que la quiera ver puede visitar mi casa-taller”.

Económicamente Fuster es quien sustenta este proyecto artístico-transformador: “gran parte de lo que gano lo invierto en Jaimanitas, algo que para mí constituye un placer. Me siento como uno más de la comunidad que trata de aportar un poco de amor. Los que habitan en esas casas son médicos, arquitectos, ingenieros, constructores… gente como yo: invierto sin que ellos se den cuenta ni yo tampoco”.

La intervención urbanística que Fuster ha realizado a solo 15 kilómetros de la capital cubana, clasifica de complejo escultórico-monumental y puede ser visitado cualquier día y a cualquier hora: allí gallos, perros, caballos, gatos, pájaros, peces, sirenas, soles, lunas, cocodrilos y flores le darán la bienvenida, porque la casa de Fuster, que es Jaimanitas, está siempre abierta.

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