Músicos del metro neoyorkino “tocan” en La Habana

Foto: cortesía del autor

Foto: cortesía del autor

Juan Cruz-Rodríguez llegó a Nueva York con el sueño de triunfar como fotógrafo. Lo hizo luego de terminar la carrera de Comunicación Social en la Universidad de La Habana, donde descubrió la afición por “captar un momento en la vida de otras personas”. Ya instalado en la que para muchos es la capital del mundo, se propuso atrapar en imágenes la esencia de una ciudad tan diversa.

Juan, que nació en España y creció en Cuba, se sintió acogido en esa geografía. Muchos neoyorkinos le tendieron la mano sin indagar por ideologías ni nacionalidades. “Llegué con la idea que tenemos muchos cubanos de Estados Unidos, el país poco humano, donde nadie hace nada para ayudarte. Sin embargo, conocí a personas muy solidarias de diferentes tendencias políticas. A través de amigos de amigos, me inserté en los circuitos más encumbrados del arte e, incluso, viví en una casa en la que solo tuve que pagar renta el primer mes, porque luego me ofrecieron quedarme sin costo alguno”.

Pero Juan quería triunfar como fotógrafo y con esa aspiración siempre latente, recorría las calles de la ciudad más poblada de Estados Unidos. En esas travesías, otra de sus pasiones: la música, le iluminó el camino. “Me habían llamado la atención los músicos del metro y en una estación escuché un saxofón que me impulsó a bajarme. Busqué al artista y le hice la primera foto. En esa misma parada tomé otras tres porque allí confluían muchos. Fue así que sentí la posibilidad de hacer una serie sobre este tema”.

Fueron alrededor de 70 las personas fotografiadas durante aproximadamente dos meses. Ahora Juan expone en La Habana más de una veintena de esas imágenes. Es su segunda exposición personal luego de X games en Cuba, realizada en 2010 en la galería habanera Mariano Rodríguez: “Me debía como creador el hacer una muestra más grande acá y me gustaría que los espectadores reflexionaran sobre sus historias, que los miraran sin prejuicios, sin lástima. Yo los retraté porque considero que son genios y además, porque ellos disfrutan lo que hacen”.

Desde este 7 de agosto a las 6:30 p.m. en la Fototeca de Cuba, ubicada en La Habana Vieja, y por espacio de un mes, quienes asistan podrán ver y también escuchar a los hombres que mantuvieron al joven desandando un metro de casi 500 paradas, el más grande del país norteño. A solo horas de la inauguración, conversa con OnCuba sobre las instantáneas que lo atan para siempre a esa tierra.

I don't want you get money with this photo. Foto: cortesía del autor
I don’t want you get money with this photo. Foto: cortesía del autor

¿Consideras que lograste captar la esencia de Nueva York con tus fotografías?

“Para mí Nueva York es el mundo en varias islas, porque te encuentras personas de todas partes. Allí nadie se siente extranjero, todos preguntan de dónde eres como algo que forma parte de la presentación habitual. En una mesa pueden estar sentadas personas de tres continentes y seis nacionalidades. Esa pluralidad se refleja en la música que se escucha en el metro, donde lo mismo resaltan instrumentos africanos, que ves a un dominicano tocando un arpa. La ciudad multicultural también se aprecia en esta exposición. En las imágenes se puede ver y escuchar la música como símbolo de diversidad e integración y a través de ellas también se percibe la agitación, muchas veces agobio, que marca la rutina de la urbe”.

¿Cómo fue el proceso de trabajo en medio del caos que reina en los túneles del metro neoyorquino?

“Tengo la costumbre de pararme frente a las personas y mirarlas a través del lente por varios minutos. Hay quienes se aburren y se van, hay otros que pierden la timidez. Los pasillos del metro son muy estrechos y yo me situaba delante de los músicos, en la pared opuesta, mientras los transeúntes pasaban por delante. En esa posición me mantenía hasta que lograba la foto que quería. Hay algunas que fueron resultado de la suerte, porque después de muchos intentos, fue la última la mejor lograda.

No verán fotografías perfectas, de hecho, muchas tienen ruido. Lo que me interesa es una estética que atraiga e invite al diálogo. Trato de manipular lo menos posible la imagen porque creo que el mundo es bonito tal y como es. El color, por ejemplo, se repite constantemente porque es el color del metro: un amarillo sucio. Comprendí que tenía que buscar la atracción en los rostros, en la composición, en la combinación de la expresión de unos y la indiferencia de otros.

Las reiteradas transparencias refuerzan la idea de movilidad del entorno y también el hecho de que los músicos son entes aislados, pues están entre todos pero no todos los ven. En este sentido, la propia composición ayuda pues no existen prácticamente primeros planos, ni planos detalle. Las fotografías son ellos y su entorno”.

Little Band Jazz. Foto: cortesía del autor
Little Band Jazz. Foto: cortesía del autor

Has desarrollado en Cuba series dedicadas a los juegos extremos, a la peregrinación de devotos de San Lázaro, a autos abandonados y, más recientemente, a mujeres que realizan labores reconocidas como masculinas, ¿qué lugar ocupa Subway`s musicians en tu carrera?

“Esta serie refleja un momento bien particular de mi vida, en la que había muchas cosas nuevas. Es una metáfora de mi historia en Nueva York porque habla también de la calma que se puede sentir en medio de la confusión. La aventura diaria de ir en busca de mis músicos significó también la oportunidad de convertir el agobio en felicidad.

Recuerdo las historias de cada una de las fotos. Los títulos hacen alusión a la relación que establecí con algunos músicos o a las situaciones que me ligaron a ellos. Cuando ya pensaba que había terminado la serie, me encuentro con un hombre que me llamó la atención porque le deseaba la bendición de Dios a quienes pasaban durante las pausas de la canción que estaba interpretando. El día que lo vi, no llevaba la cámara y solo me quedaba una semana en Nueva York; sin embargo, lo volví a ver tres días después mientras hacía el mismo trayecto. El señor levantó la mano y se despidió, así es como concluye el conjunto”.

Además de imágenes, en la exposición habrá sonidos…

“Como también me fascina la música y estas personas tocaban tan bien, le grababa a cada uno un minuto y medio aproximadamente de su interpretación. Mi intención era guardar las grabaciones como un recuerdo y conservarlas como una evidencia contundente de la genialidad de estos artistas.

A partir de ahora quiero hacer fotografías acompañadas de sonidos porque creo que eso generará más sensaciones en el espectador. En la serie de mujeres que estoy trabajando actualmente, he ido grabando el repicar de los instrumentos, el ambiente en que trabajan…”.

Chinese boy playing at Times Square. Foto: cortesía del autor
Chinese boy playing at Times Square. Foto: cortesía del autor

A sus 24 años, Juan ha participado en cuatro muestras colectivas en la capital cubana (Jóvenes en el lente, 2013, Galería Antonia Eiriz; Tengo algo que decir, 2013, Galería Fresa y Chocolate; Eternamente Che, 2012, Galería Julio Larramendi, en la que además fue curador; y una exposición de artistas aficionados de la Federación Estudiantil Universitaria, 2010-2011. También ha sido colaborador de publicaciones nacionales como Cubadebate, La Jiribilla, Juventud Rebelde, Alma Mater. En 2015 sus obras han sido socializadas por Espacio Gaf, plataforma virtual dedicada al análisis, difusión y conocimiento del arte fotográfico en Latinoamérica.

A estas alturas, ya tiene claro que fotografía la vida de otros porque su vida, como la de todos, está formada por los momentos que vive junto a otras personas: “Se trata de pequeños espacios de tiempo donde confluimos. La idea es compartir lo que he vivido yo, a través de la vida de los demás. Quisiera que quienes visiten la Fototeca para admirar las piezas, intenten penetrar en la vida del hombre que miran y reflexionen sobre sus razones para estar allí. No todos tocan en el metro por necesidad, a muchos les gusta, otros lo toman como un lugar en el que ensayar y de paso ganar dinero, que siempre es bien recibido. Hay quienes disfrutan que su música sea una especie de acompañante silencioso en medio de tanta agitación.

“No me gustaría que la gente vea a los músicos como gente pobre, como homeless, sino como profesionales que tocan en un espacio poco convencional y que se benefician con ello”. Así invita a su concierto fotográfico, entusiasmado con la idea de mostrarnos el talento de los artistas del Nueva York subterráneo.

El virtuoso. Foto: cortesía del autor
El virtuoso. Foto: cortesía del autor
Salir de la versión móvil