Vicente Hernández, lo real maravilloso como antídoto para la nostalgia

Vicente Hernández

Anochecer del pinero, 2013 (óleo sobre lienzo - 60 cm x 80 cm)

Con el afán de reinterpretar los símbolos y leyendas de la cultura cubana y universal llega la obra del artista Vicente Hernández como digno exponente de lo real maravilloso en la pintura contemporánea insular.

Conocido como el pintor de Batabanó, no solo por haber nacido en el poblado costero, sino por convertir al lugar en centro neurálgico y emotivo de su propuesta estética, Vicente expone por estos días sus piezas en la Galería Villa Manuela.

Bajo el título de Por si fuera la huella… una decena de lienzos de mediano y gran formato envuelven al espectador en la mística aura de las tormentas en la que Vicente logra situarnos. Allí nos topamos con poblados de zeppelines llenos de casas, esa visión surrealista donde vuelan hacia todas direcciones desde lo absurdo a lo sublime. Cada pieza encierra su propia dramaturgia, tiene su principio y su fin y tantas lecturas como espectadores la aprecien, desde sus respectivas subjetividades y experiencias.

No sé si son salvavidas o arcas de Noé las figuraciones de este creador con una obra cimentada dentro y fuera de Cuba, pues ha participado en disímiles muestras personales y colectivas y en las prestigiosas subastas de Sotheby´s, Christie´s y Phillips de Nueva York.

El universo que crea y recrea el artista se distingue, por su cuidadosa factura y técnica, y porque se empeña en rescatar fragmentos de la memoria colectiva, como antídoto para la nostalgia mediante embarcaciones, inmuebles y artefactos resucitados. Sus dirigibles, barcos, y globos aerostáticos flotan en atmósferas ocres, grises y azules, compilando elementos de lo que es, fue y pudo haber sido, en un eterno viaje entre lo ilusorio y lo terrenal.

La obra de Vicente salió de las galerías e invadió la pantalla televisiva en la presentación de la reciente telenovela cubana Playa Leonora. Llegó a miles de televidentes que pudieron decodificarla e interesarse por el quehacer de este inquieto artífice, egresado del Instituto Superior Enrique José Varona de Educación Artística, especialidad de la que imparte clases en dicha universidad.

Sobre sus creaciones y esta muestra, conversó con OnCuba:

Muchos definen su obra de surrealista, ¿cómo describiría sus lienzos?

Mi obra tiene un compromiso social y hasta político, pues ambas cosas son parte de nuestra vida. Por eso mi discurso incluye un toque de ironía, de humor, de reírse de las cosas que harían llorar a otros o que parecerían increíbles en otros países, pero que para los caribeños son cotidianas. La técnica es mixta, óleo sobre tela, acrílico. Muchas veces ante un público que no es experto, digo que soy surrealista, pues es más cómodo, ya que muchas personas conocen los parámetros del surrealismo. Pero lo real maravilloso o realismo mágico que se conoce en la literatura es lo que hago yo.

También tiene mucho de filosófico, de simbólico, de nostálgico…

En mi obra, también mi historia, la expresión se torna a destiempo el hecho presente y la leyenda en la vida misma, es lo real maravilloso. El habitante, con ansias eternas de partir sin rumbo queriendo escapar de todo y de sí mismo, remeda una herencia ancestral: el viaje a lo desconocido con la esperanza de hallar el paraíso perdido. En gesta heroica contra el olvido y el infortunio las abatidas casonas de madera, el hotel, la iglesia o la casa de socorro se confabulan para la aventura, y en insólitas travesías protagonizan sucesos de carácter universal que puedan hacerlos visibles desde su orfandad. Sobre los cielos navegables, en islas suspendidas y móviles, o sobre artefactos voladores, es llevado el poblado y su gente, en una desconcertante travesía llevando consigo un origen y una identidad que no se deshace aunque migren a recónditos lugares.

¿Qué propone con Por si fuera la huella…?

El vacío no es culpable, es quien lo sostiene… Partiendo de ahí no me sorprende ni sobrecoge el desastre que deja la huella del meteoro que castiga. Desde niño viví en un pueblo indefenso del mar del sur, huésped insensible de ciclones que nos asolan, desasiendo en unas horas, años de esfuerzo y sueños. No, la queja no es el motivo de mi sentir y bregar. Es, sí, la voluntad de ver rehacer todo, con todo y todos, lo que queda para volver a la vida. Lo inconforme que habita en mí es el sentimiento que nunca me inventé. ¿Y si fuera esta Huella que alguien me legó?: El acto rebelde de hacer milagros desde el desastre. Y me invento la forma como los míos que sufren, algo que si no hemos construido, al menos ya lo proyectamos desde una obra, una pintura, solo eso, quizás. Pero hacer las velas en todas las ambiciones del mundo traídas aquí, es desandar la utopía, con alta autoestima.

Creo que cabe algo de eso universal conocido e inimaginado, en mi pequeño mundo; quizás de aldeano vanidoso o sin otro remedio que volver a empezar. Si lo perdiste por el turbión, vuelve a empezar. Si tus manos se cayeron, porque alguien lo quiere, atrévete y vuelve a empezar. Procurarme grandes ingenios, que andan, navegan, vuelan o ya no sé qué. Es la pretensión del derecho de reinventarnos y decidir, hasta dónde queremos seguir siendo trajinados por el ciclón. Por si Fuera la Huella invita a huir o enfrentar.

De cualquier manera es justo tener opciones. Aunque por un llamado profundo que un día me hizo un arcano, me quedé esperando estoico, para llenar el vacío de aquellos que también se fueron.

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