Zona franca en la Bienal para el buen arte cubano

Lancelot Alonso. Proyecto "No le temas a los colores estridentes".

Lancelot Alonso. Proyecto "No le temas a los colores estridentes".

Aunque la 11na Bienal de La Habana se haya lanzado a conquistar las calles y las plazas y los parques, los espacios del complejo Morro Cabaña aún seducen —a pesar de lo complicado que resulta montar una exposición allí—, por los cientos de metros de los que dispone para cualquier evento de este tipo.

Isabel María Pérez, editora ejecutiva del Sello Arte Cubano, contó a OnCuba que la Bienal comenzó a usar La Cabaña como alternativa al Museo Nacional de Bellas Artes, por lo que significaba desmontar la colección de este y porque entonces el visitante tampoco podía verla. Pero a partir de la 10ma Bienal “el equipo de curadores del Centro Wifredo Lam comienza a sentir de alguna manera que todas las ideas de reorientación y revitalización del evento estaban vinculadas a la posibilidad de salir de la Cabaña, y de encontrar nuevos espacios para la Bienal. Poco a poco fueron buscando las estrategias que les permitieran abandonar la Fortaleza y tener una Bienal de nuevo tipo, una Bienal que no incluyera una mega exposición”, añade.

De ahí que la 11na edición de la cita, bajo el tema de Prácticas artísticas e imaginarios sociales ocupó varios de los principales espacios públicos de la capital, como nueva estrategia para mostrar las obras de los artistas invitados y propiciar también su interacción con los públicos.

Entonces el Consejo Nacional de las Artes Plásticas (CNAP) decide hacer de La Cabaña un espacio colateral, receptor del arte cubano, que le permitiera al espectador conocer qué había estado pasando en los últimos cinco años. Una exposición que —según Isabel—, llegó a abarcar casi toda La Cabaña pero fue un poco fortuita, organizada en la medida en que se iba presentando.

A pesar de ello fue un regreso a ese espacio. Regreso que tendrá, en esta 12ma Bienal de La Habana (22 de mayo al 22 de junio), una suerte de segunda edición.

Alejandro González, Lámparas as smart object, Proyecto "Quiero ser lo que puedas ver"
Alejandro González, Lámparas as smart object, Proyecto “Quiero ser lo que puedas ver”

Se abre una zona franca

Zona Franca, como proyecto colateral de la Bienal, está formado por cerca de 100 muestras entre personales y colectivas, organizadas alrededor de aquellas constantes temáticas que han prevalecido en el arte cubano de los últimos treinta años: la identidad, la memoria, la construcción de la historia, la reflexión sobre el propio arte, la comunicación y además la insularidad. Un proyecto que pretende ofrecer una lectura bien pensada y estructurada del arte cubano de estos tiempos y que incluye de todo: pintura, escultura, instalación, dibujo, fotografía, diseño espacial, video…

Entre los artistas que estarán exhibiendo obras en Zona Franca estarán Eduardo Ponjuán, Ernesto Rancaño, Lázaro Saavedra, Meira & Toirac, Eduardo Abela, Arturo Montoto, Manuel López Oliva e Iván Capote, y muchos otros. Muestras individuales que coexistirán junto a varios proyectos colectivos.

Algunos de estos son la muestra de fotografía abstracta Quiero ser lo que puedas ver, El péndulo de Foucault, donde confluirán reconocidos artistas de los ´80, No le temas a los colores estridentes, exposición de pintura donde cada creador ha respetado su manera de hacer, pero trabajando sobre todo el concepto del color y Gritos del silencio, que pretende demostrar la vigencia de la abstracción en el arte cubano actual, partiendo de Antonio Vidal —explica Virgina Alberdi, su curadora—, “hasta muchachos muy jóvenes, recién graduados de San Alejandro que hacen muy buena abstracción, y algunos que son autodidactas”.

En Zona Franca confluyen entonces la experiencia y la legitimidad de grandes artistas cubanos, con nombres que apenas comienzan a escucharse en estos meses previos a la Bienal, y quienes incursionan en los más variados estilos y técnicas. Se ha buscado también, reconoce Isabel Pérez, quien es además curadora general del proyecto, que coexistieran artistas de estéticas muy diferentes o con abordajes al mismo tema desde perspectivas muy distintas, o que pertenecieran a generaciones que no tuvieran nada que ver entre sí. De ahí “zona franca”.

El objetivo es lograr una exposición que permita al espectador sorprenderse todo el tiempo de esas relaciones. Y ante semejante invasión visual, a La Cabaña no le quedará más que funcionar como un aeropuerto, con suficiente información gráfica por doquier, para que el público pueda elegir hacia dónde ir, y a la vez, que ofrezca un corte transversal de lo que está pasando.

“Si alguna ganancia tiene el evento en esta edición es que ha logrado saldar esa vieja deuda de que las colaterales eran la pariente pobre de la Bienal, y crear un clima en el que todo tiene un grado de horizontalidad que permite que puedas acceder lo mismo a unas que a otras.

“Por supuesto, la reflexión y lo que llama al público internacional a venir a La Habana es la investigación y la propuesta del Centro Wifredo Lam, pero todas esas exposiciones satélites que están a su alrededor también le dan lucimiento al evento”, aseguró Isabel.

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