Ballet Nacional de Cuba calienta motores…

Ya se acerca la cita mayor con la danza en nuestro país… el 23 Festival Internacional de Ballet de La Habana ya toca a las puertas y se respiran aires de tensión y esfuerzos por todos los costados de la sede del Ballet Nacional de Cuba (BNC).

La compañía que dirige la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso presentó como última puesta antes del inicio oficial de la celebración un variado programa que pandeó los diferentes estilos danzarios que incluyen su repertorio: el clasicismo,  el neorromanticismo y lo contemporáneo.

Una creación de la Alonso abrió las presentaciones. En las sombras de un vals es de esos ballets que encantan por la sutileza de combinar la elegancia de lo simple con la dulzura visual y estética del vestuario, las luces y la plasticidad de la dramaturgia en general. Los roles femeninos fueron asumidos por la Primera Bailarina Sadaise Arencibia, etérea y graciosa a cada giro y extensión, y las Primeras Solistas Grettel Morejón, juvenil y vistosa en sus movimientos y proyección; y las virtudes al danzar de Dayesi Torriente.

Por los hombres brillaron Arian Molina, enérgico y con gran presencia física; Camilo Ramos, sensitivo en sus movimientos e imponente en sus interpretaciones, y el joven Victo Estévez, poseedor de una virtuosa fuerza técnica e interpretativa.

Particularmente especiales las interpretaciones de dos creaciones neoclásico- contemporáneas que brindaron una perspectiva diferente del trabajo del BNC.
Didenoi, coreografía de Maruxa Salas con una sensible y hermosa música de la portuguesa Dulce Pontes pone sobre escena las virtudes técnicas e histriónicas de los danzantes. La joven Arianni Martín lució cómoda y sutil sobre la escena  haciendo gala de su ligereza e “ingenuidad”; mientras que la ya experimentada Veronica Corveas bordó el personaje más salvaje, tosco y desinhibido.

Por otra parte Viengsay Valdés se lució en el solo Non, Je ne regrette rien, firmado por Ben van Cauwenbergh, con música de Charles Dumont interpretada por la legendaria Edith Piaf. Coreografía en que Viengsay supo usar sus dotes dramáticas para brindar una interpretación interesante y grácil   a la vista más allá de la parte técnica luciendo cómoda y traviesa en todo momento.

Si de contemporaneidad se trata, las obras del coreógrafo Eduardo Blanco no podían faltar en la temprada… Acentos, conocidísimo divertimento del joven coreógrafo mostró las potencialidades del ballet masculino y los acrobáticos movimientos que pueden realizarse.

Sin dudas lo mejor y más brillante de las veladas fue la vuelta a la sala García Lorca de un clásico de los grandes: Don Quijote, esta vez en su III Acto donde finalmente se cazan Quiteria, la hermosa y Basilio. Quiteria fue interpretado por las Primeras Bailarinas Yanela Piñera, Anette Delgado y Viengsay Valdés; mientras que Basilio recayó en José Losada,  discreto y con fluctuantes visos de virtuosismo; Dani Hernández,  con una presencia física formidable y una fuerza de otro mundo en los saltos y pirouttes;  y Osiel Gounod, demostrando que posee una exquisita y depurada técnica, a pesar de la juventud y la inexperiencia.

La Quiteria de Yanela fue joven e ingenua en la interpretación, no así técnicamente donde sí hizo gala de sus dotes físicas para el ballet; Anette por su parte supo balancear ambas partes luciendo cómoda en la gestualidad, en cada giro y equilibrio.

Pero si de lucirse se trata Viengsay Valdés lo hizo y con creces… bordó a Quiteria coqueta y sensual, demostrando el total entendimiento que posee con este personaje (podía olvidarse que sobre el escenario estaba una bailarina y confundirla con una hermosa jovenzuela de la España de los tiempos de antaño). Técnicamente formidable en los giros, dominando puntas y extensiones, deteniendo el tiempo con esos balances  infinitos que ha perfeccionado a lo largo de su carrera y en los fouttes donde se perdía la cuenta fácilmente por la rapidez y precisión con que los realizaba.

 

Salir de la versión móvil