Canción de barrio

El documental sobre la gira de Silvio Rodríguez por los barrios cubanos fue transmitido en la televisión cubana a siete años de su estreno.

Barrio Pogolotti. Foto: Alejandro Ramírez Anderson (Gira por los barrios de Silvio Rodríguez).

Una noche del 2014 asistí al estreno del documental Canción de Barrio en el Cine Chaplin de La Habana. El director de la obra, Alejandro Ramírez Anderson, filmó la cotidianidad de comunidades periféricas de La Habana durante los conciertos que ha ofrecido el trovador Silvio Rodríguez en su llamada gira interminable por los barrios.

El testimonio final fue sencillamente desgarrador porque aunque uno conozca el dolor de los barrios colonizados por la marginación, la pobreza y la desidia, volver a mirar esa existencia en carne viva provoca una profunda sensación de desolación.

El cine se vino abajo al finalizar la proyección. Lágrimas, aplausos cerrados, vítores. También sorpresas entre los espectadores al percatarse de golpe que esa Cuba existía detrás de los muros de los privilegios o de las segmentaciones sociales.

Barrios

Tras el estreno escribí una reseña para el diario Granma. Comenté mis puntos de vista sobre lo valedero del documental e invité, desde mi supuesta influencia de redactor de dicho diario, a ponerlo por televisión para que no hubiera más rostros encandilados por la sorpresa y todos conocieran de una vez la realidad más cruda del país. Pero el documental fue guardado bajo siete llaves en el ICRT. Nunca vio su estreno en la televisión. La censura, nuevamente, hizo lo mejor que sabe hacer y le negó a los cubanos la oportunidad de ser un poco más cubanos al identificarse con compatriotas suyos cuyo primer y único objetivo en la vida es sobrevivir.

El documental, después de 7 cambiantes años, ha sido puesto en la pequeña pantalla nada menos que en un horario estelar. Allí pudimos volver a ver las secuelas de la exclusión, de la catástrofe del paso del tiempo en esas comunidades, sin que nadie tomara una actitud coherente para tratar de cambiar la situación atizada por el olvido y la desatención.

Al día siguiente las publicaciones en las redes fueron apoteósicas. Mensajes de asombro, de dolor en el corazón, de inédita sorpresa. Cientos de cubanos abrieron los ojos de repente a una realidad que ha estado ahí durante toda una vida esperando por una luz o una decisión radical, más allá de las contingencias, para ayudar a esos cubanos a sentir que para ellos el futuro no estaba negado. A estas alturas el documental pareciera viejo aunque sus más terribles esencias permanecen. 

El documental, editado por Marcos Louit, conserva los mejores ingredientes del género. Su realizador, de probada experiencia en estas lides, supo resumir más de 200 horas de grabación en varios correlatos que responden a la historia final, que retratan con un excelente pulso narrativo, los motivos por los que el trovador decidió hacer esta gira por los barrios más pobres de la ciudad cuya realidad, confiesa en el propio documental, no conocía a fondo

Alejandro Ramírez el director de Canción de Barrio, muestra sin afeites la pobreza y los estragos de la desesperanza y el abandono. Y en medio de todo ese mapa cubano obviado herméticamente en los discursos oficiales logra captar la humanidad, el sentido de camaradería y los lazos que hermanan a los hombres a pesar de sus circunstancias más difíciles. Muestra las luces dentro de los callejones sin salida y la cultura de la solidaridad donde supuestamente todo ha perdido el brillo y la razón de ser se ha convertido en una lucha a brazo partido por la sobrevivencia.

El realizador marida esas dos miradas, la de los barrios marginados (no marginales) y de esa vida que va naciendo desde abajo gracias a la fuerza implícita en el barrio que habla de no dejar a nadie detrás en medio de la lucha por la subsistencia. La confluencia entre esas dos propuestas hacen que este documental sea un testimonio vivo e imprescindible de la realidad cubana en las últimas décadas.

El curso que retrata tiene como punto de partida algunos años anteriores al 2014 pero es la misma vida que se ha lacerado hace bastante tiempo, que se ha hecho más cruenta en los últimos años hasta que, lógicamente, encontró la forma de hacerse notar públicamente y de estallar durante los sucesos del 11 de julio.

Es válido que una parte de los cubanos despierten a su realidad aunque sea de forma tardía. Porque aunque muchos estén lejos de esos paisajes de las necesidades más básicas, es también su realidad. Y si somos indiferentes a la situación del otro, o alimentamos solamente el cuerpo del individualismo más feroz, estaremos en ese camino sin retorno hacía la deshumanización.

Barrio Alturas de Mirador. Foto: Alejandro Ramírez Anderson

Después del asombro, se imponen por una simple cuestión de lógica varias preguntas: ¿Por qué no exhibieron el documental tras su estreno en el cine y esperaron 7 años para su proyección masiva? ¿Quién responde por un hecho de censura que le negó la posibilidad a los cubanos de empaparse a fondo de su realidad, de los resultados de la gira de Silvio Rodríguez y apreciar la calidad creativa de ese filme? ¿Cuál fue el motivo de la censura del material desprendida obviamente de una práctica aberrante?

Las respuestas nunca las tendremos. Algunos dirán que es mejor más tarde que nunca en un simple acto de resignación que luego es pasto para el inmovilismo. Es sintomático que Canción de barrio se transmita en este nuevo escenario que vive el país. Que se ponga finalmente para que algunos conozcan lo que aseguran desconocían. Las interpretaciones sobre la obra son variadas y cada cual lo hará desde su propia posición crítica o asunción de la realidad del país, tan variada como los intereses de los cubanos.

El documental hace más de 5 años descansa en Youtube, en el canal del propio Silvio. Lo volví a ver cuando lo exhibió la televisión y recordé los rostros de los cubanos buenos que conocí durante mi recorrido como reportero por el oriente cubano tras el paso de huracanes que acabaron con todo, menos con la virtud de la vida por prevalecer. Recordé también la desolación que dejó el tornado en su paso por La Habana en cientos de familias que en una noche perdieron todo. Y al día siguiente se les iluminaron los ojos cuando decenas de jóvenes y artistas espontáneamente llegaron a sus casas, a sus barrios para entregarles lo que podían por el simple hecho de ayudar. Después vinieron brigadas de constructores y organizaciones para contribuir a la reparación de las viviendas y de la vida en esas comunidades. En cierto modo hay muchas personas que hemos visto las escenas de Canción de barrio en nuestras experiencias cotidianas. Hay otras que las han vivido bien adentro en el cuerpo y han podido encontrar otros rumbos a su cuenta y riesgo para escapar del cerco de la exclusión.

El documental es también un testimonio de la presencia de artistas que permanecen obviados por su posición crítica. Uno de ellos es David de Omni, uno de los artistas más poliédricos y auténticos de la música cubana. Su obra, un viaje de ida y vuelta del regué al rap ha resultado incómoda y no ha sido promovida, lo que también justifica que el artista se haya radicalizado debido a las incomprensiones y la decepción. Nada más escuchar sus temas el cuerpo se energiza y recuperas la fe en que todavía hay artistas con una música que tiene un alto poder curativo. Canción de Barrio es, en resumen, un documento muy valioso. Si bien la censura impidió que la mayoría de los cubanos lo vieran acabado de salir hoy su emisión ha despertado a miles a la realidad y ha permitido que reconozcan que las imágenes del documental son una parte fundamental del país. No de esa otra cara de Cuba, sino de Cuba.

Hay muchas obras de jóvenes realizadores que permanecen ausentes y engavetadas porque son documentos sin cortapisas de la vida en este país. Ellos han pedido en congresos de la Asociación Hermanos Saiz, de la Uneac que las exhiban en la televisión y han recibido de vuelta promesas incumplidas con el tiempo. Esperemos que la sintomática luz verde que recibió Canción de Barrio para su proyección también alcance a las obras de otros realizadores que aún no han perdido la capacidad de soñar con que sus filmes se muestren a todos sin cortes ni censuras.

Canción de barrio (Documental)

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