Asiel Babastro: un guajiro con camarita

Foto: Cortesía del entrevistado

Foto: Cortesía del entrevistado

La posibilidad de que el autor de las primeras fotografías de Mariana Grajales Cuello, el santiaguero Ernesto Bavastro Cassard, fuera su pariente lejano ─un tatarabuelo quizás─, vino a confirmarle al avileño Asiel Babastro lo que ya sabía desde los días en que se bebía el mundo de las artes plásticas en la Academia de Morón, cual la cerveza fría y espumosa que saborea, en esta tarde del verano habanero en que hablamos.

El descubrimiento, dice, llegó a destiempo, pues las inquietudes por la fotografía y el video ya lo habían encaminado por los no siempre hospitalarios vericuetos del audiovisual, específicamente los videos clips que, al menos en Cuba, se resisten a ser solo un medio y aspiran, con denuedo, a ser un fin. Tal vocación de perdurar y trascender viene de la mano, casi siempre, de la incapacidad real de saltar el formato y los pocos minutos de puesta en pantalla para convertirlos en una película.

En su natal Morón estudió guitarra clásica, Técnico Medio en Gastronomía, y en la especialidad de Pintura empezó (aunque no tiene título) a desentrañar e imitar los códigos de las diferentes corrientes y estilos que, didácticamente (y como si realmente se tratara de una concatenación lógica y diáfana de acontecimientos), va narrando la Historia del Arte.

“Una amiga me regaló una cámara y comencé a filmar, cualquier cosa. Un día le mostré mis materiales a un realizador de la televisión moronense, se suponía que yo estaba documentando la regla de Palo Monte, y él me dice que aquello era un disparate, que nunca sería un documental porque tenía muchos problemas. Eso me chocó, no te lo voy a negar. Pero lejos de mirar para otra parte, empecé a “devorar” todo lo que sobre cine cayó en mis manos. De manera que me construí a mí mismo, autodidacta, imperfecto, distinto, irreverente, y eso, sin soslayar talleres y cursos que matriculé después”.

Foto: Cortesía del entrevistado
Foto: Cortesía del entrevistado

En un paraje como Ciego de Ávila, para nada un sitio ideal si de fomentar videos clips hablamos dadas la escasez de técnica y la poca demanda, Asiel intentó, con algún éxito, comenzar a edificar una carrera que lo mantuviera unido a la creación audiovisual. Vocalistas como Dayany Gutiérrez, Alis y Yunior Infante confiaron en el talento del joven para acompañar sus temas de una imagen que obrara la magia de conectar con los públicos.

“El camino del video clip nos lleva al cine. Al menos así pienso y espero que me suceda. Asumo esta etapa como si se tratara de mi adolescencia, o sea, es un tránsito. Mientras, debo hacer concesiones, sacrificar mi discurso, incluso traicionarme un poco, en virtud de lograr un producto que complazca a los clientes. Pero siempre trato de dejar mi huella, mi firma, de indagar en la arqueología espiritual de las historias que cuento.

“Me gusta la estética del cine negro, trabajar con claves bajas, contrastadas. Vaya, puedes decir que soy oscuro. Disfruto regodearme en los objetos, es como un culto fetichista, hacer guiños a la Plástica, porque persigo generar una realidad otra, que no se parezca a la vivimos”.

Babastro usa guayabera, jeans y tenis converse sin conflictos, sin hacer demasiado caso al canon, o los cánones, más bien le gusta inventarlos, aunque no aspira a sentar tendencia. Asegura que tiene una película a medio camino entre la idea y el guión, y que le gustaría que Mirielys Cejas y Alexis Díaz de Villegas la protagonicen. La trama, adelanta, iría tras los pasos de un general mambí y se movería entre los códigos del suspenso, incluso el terror psicológico.

De la realización le atrae todo, aunque es muy fácil adivinar que con la fotografía, fija y en movimiento, la atracción es de ida y vuelta. “Me gusta tocar la cámara, sentirla. En un cuadro se dice tanto. Creo que al final me quedo con ella”.

Hace un tiempo que vive en La Habana, alejado del Gallo de Morón, que ya no canta, pero se enseñorea a la entrada de la ciudad. “Lo más difícil es que sí tienes que irte, para intentar triunfar. Hasta que no hice un video clip a un artista de nivel nacional, no me respetaron como realizador, solo entonces dejé de ser un bobo con camarita.

“Pero estar a 500 kilómetros de mi casa siempre me deja la sensación de inconformidad. A veces, cuando estoy en mi tierra, me siento frente a la Terminal de Ferrocarriles, que es un edificio bellísimo, y solo estar ahí, contemplándola, me oxigena, recargo las pilas, y emprendo el camino de regreso a la capital, que es donde están las mejores oportunidades. Tal vez por eso, por el ir y venir y la maleta siempre hecha, es que hay quien me ve como un guajiro de Morón que viene a trabajar en La Habana. Y eso quiero seguir siendo.”

RELOJ

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