Ismael Perdomo: “El cine es para divertirse o vivir de él, no para sufrir”

Trabajó con Santiago Álvarez, aprendió de él, como documentalista, como ser humano, y ha hecho una obra reconocida y abundante para documentar a través del cine, la realidad que vivimos.

“La obra que más me enorgullece es la que estoy haciendo en estos momentos, aunque todas tienen algo especial" / Foto: Claudia Rodríguez Herrera

“La obra que más me enorgullece es la que estoy haciendo en estos momentos, aunque todas tienen algo especial" / Foto: Claudia Rodríguez Herrera

Empezar una carrera en el cine cubano junto a uno de los grandes del documental en el mundo resulta un punto a favor, pero esto no define al director Ismael Perdomo. Con sólo veintitrés años logró que Santiago Álvarez le confiara la asistencia de dirección a dos de sus últimos documentales. Tras la muerte del llamado Cronista del Tercer Mundo, Perdomo dirigió el equipo con el que este trabajó, y terminó una trilogía iniciada por ambos sobre la música cubana.

El Instituto Cubano del Arte y  la Industria Cinematográficos (ICAIC) ha respaldado una trayectoria de cerca de 40 documentales, aunque muchas veces la obra de este documentalista ha transitado independiente, en los bordes de la historia fílmica oficial de la Isla por su escasa presencia en la televisión y otros medios.

Y si sus producciones no resultan muy difundidas en Cuba, han merecido la atención de importantes televisoras extranjeras como Canal Plus Francés, Canal Plus España, Documanía, Canal Mezzo, BBC, Canal Arte Francia, Canal Encuentro Argentina o Discovery Channel. Títulos suyos fueron exhibidos en más de setenta países y buena parte de ellos alcanzaron reconocimiento internacional. Ismael Perdomo aún se empeña en filmar en su país, a pesar de que gran parte de sus películas aquí permanezcan en zona desconocida.

Lograr que Santiago Álvarez aceptara la tutoría de la tesis de licenciatura “Noticiero ICAIC 1501”, su ópera prima, evidencia el fuerte vínculo entre usted y este maestro del documental ¿Qué significa haberlo conocido?

Para mí existen dos Santiago, con una línea delimitante muy tenue entre uno y otro: el documentalista y el hombre que conocí. En sus últimos años de vida tuve la suerte de ser su amigo. Ya era una persona más sabia, con otro temperamento e indulgente, como él mismo decía.

A partir de su amor desarrollé mi trabajo. Si hablamos de su estética en el cine documental sería más fácil resumirlo: un gran  maestro, un hombre que abrió incontables caminos a la documentalística mundial, irreverente con los códigos y de una capacidad mágica para reinventarse.

Pero del trabajo con Santiago a la fecha, su vida profesional ha cambiado mucho. ¿Qué motiva a Perdomo actualmente?

Casi siempre parto de la curiosidad. Soy de los que piensan que el cine es para divertirse o vivir de él, no para sufrir. Los temas no los preparo, prefiero llegar como un niño, muy ingenuo. No me considero un artista, sino un ignorante intuitivo porque me dejo llevar mucho por esa manera de trabajar.

Me interesa más el documental “documento”, sin subterfugios ni modas con las cuales pueda engañar a algún especialista, y reciba un premio porque este crea novedosa o provocadora la obra. Evito los materiales iconoclastas; en ocasiones son muy aburridos y mueren muy rápido.

Producir y distribuir cine en Latinoamérica todavía resultan  difícil ¿por qué en Cuba constituye un factor tan crítico, sobre todo en la documentalística?

El tema constituye un asunto complicado. Depende de numerosísimos “poquitos” antes de salir a grabar. Con suerte un distribuidor o productor se interesa en tu obra al verla. Sin embargo, por lo general, te contratan desde la idea, el guión o el argumento.

Los realizadores cubanos llegamos muy tarde al mercado con la obra ya terminada y en ese punto es muy difícil distribuir el filme. Aunque este ejercicio se ha intentado en  varias películas independientes durante el crecimiento del proyecto.

Por otro lado, a nivel de desarrollo estético nos hemos quedado detrás. En Cuba existe una gran tradición de cine documental, pero ahora mismo hemos perdido comunicación con los procesos cinematográficos internacionales e incluso con los más cercanos, como en Latinoamérica.

Estamos prácticamente de espaldas a todos esos fenómenos.  Nuestro país debe preocuparse por tributar ese acervo y conocimiento del cine cubano y adaptarlo a las condiciones actuales del país.

Usted ha participado en varios eventos nacionales e internacionales, incluso como jurado, lo cual supongo le ha permitido tener una visión más amplia para encausar un proyecto ¿Cuál es su método?

Mi método es creer que soy capaz de llevar una película hasta el final. Nunca apuesto por un solo trabajo. A partir de la concepción estética y el tema, busco todos los festivales, premios o prebendas. Son muchas negociaciones, y no siempre sobre dinero. Realizo también una especie de producción creativa, nunca he tenido un gran productor detrás de mí, exceptuando a Lázara Herrera, viuda de Santiago Álvarez, quien resulta una especie de madre guardiana y a la vez de suerte preventiva de mis propias manías con quien he contado para no detenerme.

¿Le resulta funcional esa manera de hacer cine?

Con mi primera película “Noticiero ICAIC 1501” algunos funcionarios estuvieron disputando si ponerla o no en la televisión. Desde entonces me dije que nunca más pensaría en la decisión de un censor al exhibir mi obra. Iba a hacerla y si se veía o no era el precio que pagaría.

También tenía claro que quería quedarme aquí. He sido un tanto culpable de que en Cuba no se conozca mi obra prácticamente, sobre todo entre los años 97 y 2005, pero no me arrepiento.

Sin embargo, en ese período obtuvimos el premio al mejor documental presentado en Francia en 1999 y un año después en Corea del Sur con “Para bailar La Habana”. Además, exhibimos la serie documental “Cuba por dentro” en más de 70 países.

Con el ICAIC siempre he tenido una excelente comunicación. Nunca he cambiado ni una coma de mis proyectos. Aunque he tenido que optar por métodos no tradicionales.

Usted ha afirmado que el documental existe, a pesar de la realidad. ¿Considera que contextos complejos propician más y mejores documentales?

Cuando digo que el cine documental existe a pesar de la realidad, es porque el documento tiene una gran carga de subjetividad. No precisa de un gran suceso para su realización, pero las condiciones de un país son irrepetibles y valiosas para documentar. La sociedad cubana actual es más polisémica, dinámica, ambigua, complicada y tiene muchos puntos de vista. El contexto obliga a regresar a historias más simples que ayuden a entendernos como cubanos. Quizás ese constituirá un gran giro del cine documental en la Isla.

¿Cuál es la mayor recompensa que obtiene como documentalista?

Cuando me defienden ante personas injustas u oportunistas que quieren sabotear mi trabajo. Y cuando uno de mis materiales puede entenderlo un cubano, un extranjero o personas de cualquier nivel de formación. Para mí, es dar en el tono justo.

“Mata, que Dios perdona” es su única cinta de ficción ¿Qué relevancia tiene para usted?

Filmarla fue una aventura. Eliseo Altunaga y yo la escribimos en una noche y se rodó en 15 días.  Pero la ficción a mí me desespera, tanto que estuve a punto de vender el guión en dos ocasiones.

Siempre me molestó que nunca se hablara ni muy mal ni muy bien del filme. Quería que la gente tomara partido al verlo. El  ICAIC apoyó la cinta y la exhibió, pero no se comercializó ni nacionalizó.

Constituyó un buen ejercicio que todavía no considero acabado. Aún hay sorpresas sobre ella.  Ahora estamos preparando una de cuarenta minutos más de proyección. La filmaré aquí, como siempre me gusta hacer.

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