El cine fuck

El buen cine es como una eyaculación. Y no hablo de clonar a Kurosawa, Hitchcock, Buñuel o Scorsese. Solo que aquellas cintas de finales previsibles y fórmulas hechas —cual sobrecama de parches—, siempre me dejan el sabor de un “coitus interrumptus”.

Cada día consumimos esos filmes. Pululan. Llegan envueltos en la premisa de que el cine es mero entretenimiento. Vamos, hombre, no hay que exagerar, desconecta. Si un crítico dice que es mala, corre, que esa es la buena…

Hay una palabra, una palabreja que ha inundado cierto cine norteamericano. Por supuesto, estoy hablando de fuck y de sus variantes: fucking, fucked, fucker o motherfucker.  Tal vez, su resonancia, se ha ido introduciendo en su espíritu.

Las barreras han ido cayendo y el fuck aparece lo mismo en cintas “clases B” que en obras afamadas. Los críticos han afirmado que si se quitara la palabra fuck de algunas cintas, su duración se reduciría sensiblemente. Y entre ellas citan títulos como Pulp Fiction del mismísimo Quentin Tarantino.

Las palabras no son ni malas ni buenas, aparecen por necesidades expresivas. Si de séptimo arte hablamos, a veces, el ambiente que se narra o las características del personaje determinan su uso. En otras circunstancias, el fuck aparece gratuito y forzado, como una pedrada.  ¿El cine copia a la realidad o la realidad imita al cine?

En sentido recto, fuck se refiere al acto sexual; pero hace tiempo esa palabra extendió su sentido a otros contextos. Suele ser usada para dar énfasis a las sentencias y oraciones. Diría que hay un regusto en decirla. Su polifacetismo es tal que casi cualquier cosa puede ser jodida, maldita, imbécil, perra, puta, singada, fuck.

Su abuso ha creado un problema. El mayor de todos se presenta con traducciones que pierden naturalidad al intentar maquillar la pretendida grosería que, en determinados contextos,  resulta insustituible. Un martillazo, por ejemplo. Una luz que se apaga, cuando más se le necesita. O el momento cumbre del sexo, cuando todo se desparrama…

Tampoco es cuestión de absolutizar geografías. En muchas partes de este mundo suelen usarse palabras comodines, que sirven lo mismo para celebrar que para denostar. El cine mexicano está lleno de pinche cabrón. En el dramático filme colombiano La vendedora de rosas de Víctor Gaviria —desarrollado en el ambiente marginal de la droga en Medellín—, no hay dos pasos sin una palabrota.

Cuba no es la excepción. El realizador Ernesto Piña lo demostró en su corto animado Sin pelos en la lengua y su musical “Qué empingado es este amor”. Subsiste mucha hipocresía al respecto. También, llamaron la atención sobre el tema, los chicos de Buena Fe con su número “Pi 3,14”.

El vocablo fuck tiene un origen curioso. Al menos, así lo anotan varios textos que  hablan de la época medieval europea, cuando no se podía  tener hijos sin permiso del rey. De tal manera, se debía pedir su consentimiento. Una vez concedido, debía colgar de la puerta el cartel FUCK, es decir: “Fornication Under the Consetement of the King”.

Lo cierto es que más allá de leyendas o realidades, más allá de purismos lingüísticos o de puritanismo alguno, lo que pudiéramos llamar  “cine fuck”, suele ir acompañado de fórmulas archiconocidas. Casi que se esperan, se presuponen. Son tantas que se atropellan.

En el momento de mayor tensión, el auto no arranca, y naturalmente, se ha roto en medio de la nada  Los teléfonos móviles, fuera de cobertura cuando hacen falta. La prensa se agolpa a la salida o la entrada de un suceso y persigue al auto que sale disparado. ¡Ah!, y nunca hay declaraciones.

También está la espectacular aparición de la chica bajando del auto: tacones altos, ropa vaporosa, pelo ondeante. Cámara lenta. En algunos casos se agrega un teléfono, pero este siempre comunica.

En las expediciones, habrá un personaje sacrificado (negro), junto una mujer musculosa. También una chica a la que se le quebrará el tobillo al primer intento de correr. La pobre, el héroe la tomará en brazos. Al final, con el triunfo de “los buenos”, el lugar de “los malos”, se incendiará o estallará.

Si comienzan las balas, la cristalería es el blanco preferido. Caen estrepitosamente los pedazos. Si se trata de un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, el que primero resulte herido, será el que gane a la larga. Y si hay algún problema insoluble, pues a refugiarse en México.

Son algunos ejemplos del “cine fuck”. Tenemos buen entrenamiento, muchas horas de vuelo. Seguramente usted ya es un experto y ahora mismo le vendrán a la mente otras escenas repetitivas. ¿Por qué no las comparte?

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