Ernesto Daranas: “La censura es un acto de abuso de poder, de ignorancia, de soberbia”

Dentro del marco de la 44.ª edición del Festival de Cine de La Habana tendrá hoy su segundo pase “Landrián”, esta vez en la tanda de las 12:30 pm del cine La Rampa.

Ernesto Daranas. Foto: Otmaro Rodríguez (Archivo).

Uno de los hechos más trascendentales de esta 44.ª edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano es el estreno de Landrián, documental de Ernesto Daranas que se propone traer hacia el presente la vida y obra de Nicolás Guillén Landrián (Camagüey, 1938- Miami, 2003), el mítico realizador de Ociel del Toa y Coffea arábiga y uno de los pioneros del cine cubano de la era revolucionaria que, no obstante su inmensa creatividad y talento, se vio sometido a la censura, el ostracismo, la cárcel y el exilio.

Nicolás Guillén Landrián. Fotograma del documental de Daranas.

Hasta la realización de la pieza de Daranas, de Landrián se sabía poco y se había visto menos. Ahora, gracias al dedicado trabajo de rescate en los archivos cinematográficos del Icaic, ha logrado salvarse, en el año del veinte aniversario de su fallecimiento, un puñado de obras que, seguramente, pronto serán objeto de exhibiciones dentro y fuera de Cuba, así como de estudios académicos.

En las palabras de presentación de Landrián, Daranas dedicó la película a la Asamblea de Cineastas Cubanos, remarcó que lo que le sucedió a este director ni remotamente es cosa del pasado, y reafirmó “la certeza de que una película sí puede cambiar el mundo, aunque sea por 90 minutos”. Al referirse al nefasto papel de la censura y la exclusión, dijo que “el verdadero problema no ha estado nunca en nuestras películas, sino en la realidad a la que se deben”.

El público numeroso que se dio cita ayer en el cine 23 y 12 premió con una larga ovación al equipo de realización de la cinta. Entre los asistentes se encontraba Gretel Alfonso, viuda de Nicolás Guillén Landrián.

Hoy tendrá su segundo pase dentro del Festival Landrián, esta vez en la tanda de las 12:30 pm del cine La Rampa.

Aquí recogemos las declaraciones que Ernesto Daranas dio a OnCuba en exclusiva.

Póster para la exhibición en Cuba del documental “Landrián”.

Nicolás Guillén Landrián es uno de los mitos del cine cubano. A ello han contribuido lo singular de su obra, casi toda desaparecida, y su personalidad trepidante, de creatividad desbordada; atractiva para unos e intolerable para otros. A tu juicio, ¿cuál es el peso de Nicolasito en la historia del cine cubano? ¿Crees que el interés que ahora sienten las más recientes generaciones de cineastas seguirá creciendo?

Muy probablemente Landrián sea el cineasta con mayor influencia en el cine cubano del siglo XXI. Y no se trata solo de ese morbo que la censura siempre genera, sino de la singularidad de su mirada, entre un cine marcado fundamentalmente por el realismo y la vorágine de los primeros años de la Revolución, cuando se consagraron varios de nuestros más importantes cineastas. Durante el trabajo de campo para preparar la restauración de sus películas, Enrique Pineda Barnet me dijo: “En medio de una estampida hacia el futuro, Landrián fue el cineasta que se paró a rascarse la cabeza. Por eso lo aplastaron.” Y así fue, en un momento en el que no nos era permitido el atisbo de una duda, Landrián se preguntó: “¿Hacia dónde vamos?”. Hoy la respuesta está a la vista. Eso explica parte de su vigencia y de por qué se sigue censurando.

Landrián controlando la fotografía en uno de sus filmes. Fotograma del documental de Daranas.

¿Llegarán filmes como En un barrio viejo (1963), Ociel del Toa (1965) y Coffea arábiga (1968) a ser tenidos como clásicos de nuestro cine?

Ya lo son por derecho propio, y no solo por su perspicacia y vuelo artístico, sino también por el sumo respeto con el que [Landrián] supo mirarnos como pueblo, por la profundidad con la que escudriñó en nuestras miradas, en nuestro desconcierto frente a la turbulencia de todo lo que estaba sucediendo.

De un modo u otro, esa mirada está presente en buena parte del cine documental de las nuevas generaciones de cineastas. Ese compromiso con el individuo por sobre la masa, esa indagación en nuestro drama y en nuestra autoestima como pueblo son algunas de las marcas de identidad del nuevo cine cubano que dialogan muy de cerca con el legado del realizador.  

Fotograma de Ociel del Toa (1965), documental de Nicolás Guillén Landrián.

¿Landrián es el resultado de los hallazgos recientes de la obra maltratada de este autor o el empeño por rescatar lo que aún no hubiera devorado el tiempo en las precarias bóvedas del Icaic era una exigencia dramatúrgica del presupuesto inicial del documental?

Yo no pensaba hacer esta película. Mi objetivo inicial con el “Proyecto Landrián” se limitaba a buscar y rescatar lo que se pudiera de su obra. Fueron la soledad de la pandemia y la propia persistencia de la censura las que me movieron a hacer este documental. Gretel Alfonso, la viuda de Landrián, y Livio Delgado, el fotógrafo de varias de sus películas, eran parte de ese trabajo de restauración y nos pareció que sus testimonios tenían mucho que decir no solo sobre la vida y obra de Landrián, sino sobre el propio presente del cine cubano en general.   

Proceso de revisión y rescate de la obra de Nicolás Guillén Landrián en los archivos del Icaic.

En momentos en que la Asamblea de Cineastas Cubanos se empeña en sanear sus relaciones con las instituciones culturales, sobre la base del abandono por estas de prácticas tan autoritarias y enraizadas como la censura, ¿qué significa traer a nuestros días la vida y obra de Guillén Landrián? ¿Crees que contribuya al diálogo entre las partes o que profundice la grieta entre unos y otros?

Creo que sirve para entender la futilidad de la censura. A pesar del enorme daño humano y social que la censura genera, el buen arte prevalecerá siempre contra viento y marea. Aunque su pretexto es casi siempre político, en realidad la censura es un acto de abuso de poder, de ignorancia, de soberbia. Tal y como comentamos en la presentación de la película, la historia no puede ser tergiversada y reescrita a conveniencia. La memoria de la justicia existe y Landrián es la prueba.

La propia Asamblea de Cineastas es la expresión de la memoria de un gremio. Como sucede en nuestro pueblo, la Asamblea es muy diversa, la componen cineastas de todas las generaciones, ideologías y tendencias, sin importar su lugar de residencia. Lo que nos une son un grupo de objetivos comunes en torno a nuestro cine que, de manera inevitable, trascienden a lo cívico, a ese reclamo de un modelo de participación real en el que los dirigentes y funcionarios sean finalmente entendidos como los servidores públicos que realmente son. Esa sería la base para un diálogo realmente horizontal. Y por supuesto que no les falta razón a los que entienden que semejante aspiración es una utopía, pero tampoco nos falta a nosotros cuando asumimos nuestro derecho a insistir en una forma de participación verdadera.

Plano leitmotiv de “Landrián”, documental de Ernesto Daranas.

Si hubiera una escala del 1 al 10 para medir la emoción, ¿qué cota alcanzaste anoche cuando el documental se exhibió por primera vez ante su público natural, que lo premió con aplausos prolongados?

No es fácil llenar un cine con un documental, y Landrián tuvo mucho que ver con eso. Por supuesto que fui muy feliz con la reacción del público, y me gusta pensar que Landrián sintió lo mismo, porque en alguna medida el documental que hicimos es también una misa espiritual. Ahora hay diez películas suyas restauradas que estaban a punto de perderse. Mucha gente salió anoche del cine queriendo ver esas películas. Eso es lo más lindo de todo, la persistencia del arte frente a la futilidad de la censura.

Fotograma del documental “En un barrio viejo” (1963), de Nicolás Guillén Landrián.

¿La función de ayer, 10 de diciembre, en el cine 23 y 12, fue el estreno mundial de la obra o ya ha comenzado su recorrido por festivales? Si es lo último, ¿qué repercusión ha tenido?   

Landrián tuvo su estreno mundial en el Festival de Venecia. Nunca un documental nuestro había sido parte de la selección oficial del festival de cine más antiguo del mundo. Allí la reacción fue idéntica a la que viste anoche. La mirada de Landrián es absolutamente universal y su legado artístico trasciende al impacto que tiene entre nosotros.

Aunque debutaste en el cine como documentalista, eres más conocido por tres largometrajes de ficción, a mi juicio, de excelente calidad: Los dioses rotos (2009), Conducta (2014) y Sergio y Serguei (2016). ¿Tienes más proyectos de no ficción entre los planes inmediatos?  ¿Trabajas en un nuevo largometraje? ¿Puedes adelantarnos algo, aunque sólo esté en fase de guion?

Tengo varios proyectos de ficción en proceso, pero el documental me ha vuelto a robar mucha energía en los últimos años. Es un género que disfruto y que resulta más factible en estos tiempos de crisis. Entre los proyectos de ficción hay de todo, desde comedias, hasta historias mucho más personales y minimalistas.

Salir de la versión móvil