Este viaje muere en Gibara

Unos 45 minutos hay entre Holguín y Gibara, minutos que atraviesan una estrecha y desgastada carretera ensañada por el sol de una punta a otra. Y uno va todo el rato brincando con los baches, oyendo radio y preguntándose cuántas veces Humberto Solás habrá hecho el mismo recorrido. Podría pensarse que es un viaje como cualquiera, pero este viaje muere en Gibara. Y Gibara es otra cosa. Te sacude como no lo hace ningún otro rincón en esta isla, se te mete por los ojos, te corta el aliento. Eso mismo debe haber sentido el cineasta, y por eso iba una y otra vez a rescatar su romance con ella sin importar el sol, el tiempo ni el camino. Por eso y por alguna otra cosa específica que uno alcanza a intuir solo cuando llega ahí.

Por: Lupe González Esturo

fotos-2011-Holg-139

 

 

Salir de la versión móvil