La Antígona cubana entierra utopías

Ideas superpuestas, símbolos amalgamados con sudor y verbo que componen la narración caótica de Antígona, el proceso. La obra audiovisual de las cubanas Yaima Pardo y Lilián Broche, que la 14 Muestra Joven ICAIC presenta como documental, rehúye de las clasificaciones, como si quisiera provocar más al espectro sensorial que a la coherencia. Pasa por los códigos de la no ficción y la puesta en escena, pero es también testimonio y práctica teatral, es víscera. Habla de una generación que necesita desacralizar  el pasado para romper la inercia que la signa, una parte de Cuba que no quiere marcharse a buscar “mejor vida” en otra parte sino sentir propia a su nación, a la Historia sumergida entre matutinos, consignas y libros épicos. La imagen en pantalla muestra una parte de la mitad femenina de Cuba: la que tuerce tabaco, la que se pierde en el todo nacional redoblando pasos de esfuerzo, la sacrificada en función de una fe, la que construye un homenaje propio para sus héroes.

Lilián y Yaima, 24 y 35 años respectivamente, comenzaron hace 36 meses su proceso de realización con premisa de búsqueda. Se iniciaron en la sala semioscura y calurosa del teatro Trianón, donde el experimentado director teatral Carlos Díaz comenzaba a montar un texto de Rogelio Orizondo, joven dramaturgo, todo para ayudar a graduar del Instituto Superior de Arte a dos actrices. Antígona, el mito griego ultrarreleído y representado en el teatro como símbolo de la mujer justa que se enfrenta al poder, fue el punto de partida de la pieza teatral y de la fílmica. Pero, ¿cómo trenzar esa trama en la Cuba de hoy sino desde la anarquía semántica? ¿Qué salvar bajo tierra para conservar el honor de una isla donde muchos jóvenes prefieren ser escépticos?

El resultado teatral fue “Antigonón, un contingente épico”, la puesta en escena que durante 2014 Teatro El Público presentó con éxito en su sede y en la que se inspira el texto audiovisual. Pero la apuesta de las realizadoras se sumergió en el teatro para ir de allí hacia la calle y pensar su propia Cuba, la que les vibra dentro. Crecieron personal y profesionalmente, trabajando dentro de un equipo femenino y queriendo proyectar a las mujeres y su participación social en Cuba. Hasta el momento, la obra documental de Pardo (Al final del camino y Off line) se acercaba a la denuncia social y Broche debutó con Volverse isla, también realista. Pero la acción conjunta se distanció estética e ideológicamente de sus anteriores propuestas.

Antígona, el proceso es una pieza arriesgada, difícil de comunicar con grandes audiencias pero con una lírica especial para esa zona de la sociedad cubana que se hizo adulta entre crisis, la nacida después del 80. Es el trazo íntimo de las realizadoras convertidas en personajes para poder gritar con la imagen: esta es mi Historia, es mi tierra, estos también son mis muertos.

Lilián y Yaima son parte de una generación que quiere plantar micrófono para decir a su modo. El resultado de esas búsquedas se siente imperfecto, pero conmueve. No importa si son fieles al texto escrito por Rogelio Orizondo o a su estética, si en realidad cuestionan, como Antígona, todo el poder patriarcal. Ellas ambicionan exponer la vida por una fe. Eso basta para iniciar el proceso.

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¿Cómo fue el camino por el cual el texto de Rogelio Orizondo se convirtió en un audiovisual que intenta hablar de las mujeres y su participación social en Cuba?

Lilián Broche: Todo comenzó porque Yaima quería filmar una obra de teatro para la televisión y me pidió que le sugiriera alguna de un dramaturgo joven. Entonces le comenté que Teatro El Público comenzaría a montar una versión de Antígona, de Rogelio Orizondo, que iba a escribir el texto en el propio proceso de montaje junto con Carlos Díaz y las actrices. Ella me animó a hacerlo juntas y comenzamos a asistir a los ensayos. Aunque no teníamos cámara para filmar, René Arencibia nos prestó unas muy sencillas y un par de luces, con las que empezamos a registrar el proceso.

Nunca pensamos en hacer un making off de la puesta, sino un documental o una ficción, que captara formal y estructuralmente la propia obra de teatro, su espíritu discursivo. Filmamos los ensayos como pudimos, sin un fotógrafo siquiera, pero nos fuimos convenciendo de que podríamos hacer otras cosas con ese material. Filmar el proceso de montaje hasta la tesis de las actrices, que después se convirtió en la puesta en escena “Antigonón, un contingente épico”. El texto abre muchos caminos investigativos relacionados con la mujer en Cuba y decidimos seguir esas rutas. Después de reunir amigas nuestras para crear un equipo de filmación, reorientamos la experiencia personal que fue para nosotras ese montaje.

Yaima Pardo: Rogelio nos proponía una Antígona como un contingente épico. En los procesos de creación que estábamos buscando, una de las ideas fue incorporarnos como equipo de realización, a la manera de un contingente de mujeres haciendo cine, para contar nuestra propia historia desde las líneas argumentales investigadas por Rogelio, incluyendo las que habían quedado fuera de la obra de teatro pero servían para la construcción de la representación femenina nacional. Así llegó el cuadro “Sin azúcar no hay proceso”, por ejemplo, sobre las mujeres que participaron en la zafra del 70, materiales que no quedaron en la obra final pero sí servían a nuestra idea.

Uno va a las obras de arte a buscar respuestas para sus propias inquietudes y, en el texto de Rogelio, existen ideas sobre los enfrentamientos generacionales que nos interesaban. Pero, a la vez, estaban trabajando en él tres generaciones creativas, pensando cómo construir la Cuba del futuro desde el teatro. Finalmente entendimos el enfrentamiento entre personas empoderadas que tratan de construir la Historia a su modo y otras que están en los márgenes de esa Historia.

¿Y el punto de vista?

YP: Nuestro documental quiere hablar desde las mujeres nacidas después de los años 80 en Cuba, sin el mismo nivel de participación social que sus antecesoras, cuyas historias de vida estuvieron más cercanas al proceso de fundar la Revolución.

Otra de las ideas de Rogelio al definir su Antígona es que se trata de una mujer que entierra algo. ¿Y qué entierra la Antígona cubana? Utopías. Cuando hacíamos el guión en conjunto nos propusimos también que nuestra Antígona desenterrara las utopías válidas, las que estaba buscando la actriz Paula Alí cuando fue machetera en la Zafra de los Diez Millones y otras que vivieron, por ejemplo, la época de los 70. Buscamos dialogar sobre lo que hace falta salvar dentro de esos procesos iniciales de la Revolución, según nuestro punto de vista.

¿Cuál es la Antígona de ustedes? ¿Cómo leen el mito desde su generación?

LB: Antígona es la mujer que entierra lo que más quiere, a su hermano exiliado. Para nosotras, sigue siendo esa mujer que se opone a las leyes, capaz de dictar sus propias normas siguiendo valores universales que tienen que ver con la sangre, con la familia, con la fidelidad y la tradición. De hecho, no solo es un personaje muy representado en Cuba sino en el teatro y en el imaginario latinoamericano en general, como símbolo de la mujer que se opone al poder.

Muchos audiovisuales de nuestro tiempo asumen la posición del reto al gobierno, a las instituciones. Pero este documental, desde nuestras intimidades, defiende la posibilidad de levantarse ante cualquier vicisitud y de enterrar para construir.

YP: La historia también fue pensada a través de varias visiones sobre las mujeres que participamos en el proceso de realización. Construimos un ejército de amigas para rediseñar lo que puede ser una miliciana hoy día. Fuimos al Cacahual donde está el monumento con los restos de Antonio Maceo y Panchito Gómez Toro, para rendir culto a un héroe de la patria sin que nadie nos dijera cuándo hacerlo. Ese día encontramos allí a un abuelo con un niño que había hecho lo mismo y nos dimos cuenta de que no somos nosotras solas las que queremos hacer ese tipo de homenaje a la patria. El documental tiene ese propósito: mostrar el aporte que podemos hacer las mujeres jóvenes, las que nos quedamos a construir Cuba haciendo lo que más nos gusta, en este caso, el cine.

Pero ustedes también parecen desacralizar la manera en que se ha pensado ese mito de la mujer cubana que participa. Ironizan con eso…

LB: Revisamos lo que es un héroe. Por eso incluimos a Leonor Pérez, la madre de Martí, a  Mariana Grajales, a las mambisas… Volviendo a pensar la Historia llegamos a Panchito Gómez Toro. ¿Cómo un muchacho tan joven pudo ser capaz de morir por estar junto a Antonio Maceo hasta el último momento? ¿Seríamos nosotras capaces de dar la vida por un ideal? Es duro pensar en eso, porque dudo que muchas personas de hoy siquiera se lo planteen. Hacer esta película nos hizo cuestionarnos: bueno, y si yo también soy capaz de dar la vida por mi país. ¿Por qué sería?

¿Por qué darías tu vida?

LB: Por mi familia, por mi hermano, por mí, por lo que creo.

Nuestra generación tiene muy poca fe en la Historia. Hablamos de Mariana Grajales, Antonio Maceo, de la Guerra de los 10 años, de José Martí, pero no se siente amor por eso. Estamos repitiendo todo el tiempo las cosas que nos han contado en la escuela. Por eso insertamos el fragmento de las teleclases donde yo fui alumna, por eso la mamá de Yaima es una de las entrevistadas como funcionaria del Ministerio de Educación Superior.

Nosotros no nos creímos esas ideas de “hombre nuevo” que nos han inculcado casi mecánicamente. Es hora de desenterrar todos esos héroes y empezar a amar también a nuestra patria. Parte de nuestra generación se lamenta de que sus padres no se fueron del país, pero no hay que seguirles echando la culpa por hacer lo que creyeron correcto.

¿Por qué no comprometernos nosotros? Somos un país singular, vivimos en una isla, tenemos una historia dura. Cómo vamos a subvalorar todo eso, cómo vamos a querer irnos para otro lugar y abandonar lo que más queremos, cómo le vamos a seguir echando la culpa a nuestros padres de nuestras desgracias. Es hora de fundar nuestros propios ideales como generación, nuestros propios iconos y creer en ellos.

YP: Si nos vamos de aquí, no podremos construir Cuba. Se puede seguir amándola mucho, pero es más difícil participar desde fuera. Por eso Antígona también revisa los valores individuales y los valores colectivos. ¿Qué pudiste ser y no fuiste? ¿A qué renunciaste por ser parte del todo? Queríamos ver a la mujer dentro del todo que es la sociedad cubana, esa a la que demandamos que sea mejor.

Puesta en escena de Antigonón, dirigido por Carlos Díaz
Puesta en escena de Antigonón, dirigido por Carlos Díaz

Cinematográficamente, la obra supone una búsqueda experimental, muy a tono con el teatro de Rogelio Orizondo. Pero esos caminos estéticos pueden tener costos para dialogar con un público más amplio. ¿Por qué apostaron  por ese tipo de estructura tan fragmentada?

YP: Dentro de nuestro trabajo Antígona es un proceso de evolución, donde se concentran búsquedas individuales que convergen, aun teniendo 10 años de diferencia de edad. Queríamos correr riesgos y, si nos equivocábamos, era parte del proceso, sin miedo. Nos dimos el lujo de experimentar, de arriesgarnos, de salir a ver qué encontrábamos en una fábrica de tabaco con esas obreras, por ejemplo. Ellas son parte de las experiencias acumuladas  en este camino. También quisimos ir al cementerio y llevarles nuestras propias flores a los padres de Martí. Integrarnos a un patriotismo desde la sencillez y lo individual. Antígona fue un proyecto muy personal, vivido todo el tiempo de manera visceral, dejando parte de nosotras en los distintos cuadros.

LB: El texto de Rogelio es muy discursivo, algo que se repite en el teatro joven: contar un discurso, una experiencia, una idea. Ese tipo de estructura nos llevó a repensar también el cine, por lo general lleno de imágenes bonitas. Antígona fue una experiencia de arte. Intentamos contar una historia desde nuestra sensibilidad y nuestros aprendizajes, de una manera accidentada, loca, imperfecta, como la vivimos, tratando de ser lo más sinceras posible. El final no es cerrado. Recoge un proceso sin edulcoramientos.

Es difícil clasificar esta obra.

LB: En un proceso creativo no se pueden poner límites. Creo que tu impresión tiene que ver con las relaciones entre los lenguajes, porque usamos recursos del documental en su forma mas clásica, investigativa y de testimonio, pero a la vez tiene ficción cuando inserta cuadros de la obra de teatro representada por dos actrices.

YP: La estructura se determinó por las necesidades expresivas que encontrábamos en cada momento. Estábamos haciendo una obra sobre teatro y en algún momento teníamos que acudir a la representación. Antígona, el proceso es una experiencia transmedial. Del teatro se va al cine, y queda como en 7 cuadros diferentes que pudieran, algún día, verse en una galería como videoarte o consumirse por separado para que las personas puedan reorganizar esa narración como les guste.

¿Las cambió vivir esta experiencia?

LB: Creo que sí, nos hizo madurar. Cuando se trabaja en colectivo, deben integrarse muchos saberes. Por otra parte, uno no puede estar todo el tiempo protestando, también hay que agradecer las condiciones y la virtud de vivir en este país. Antígona me ha cambiado muchísimo en mi vida, en las ideas que tengo, en mis aspiraciones como artista, en lo que se me ocurre, en la amistad que hice con Yaima.

YP: Desde lo pragmático, siempre pensamos que el equipo debería ser femenino, como una manera de empoderarnos juntas, de crear relaciones humanas entre nosotras. El cine cubano está preparado para que las mujeres hagan cine de manera independiente, siendo autosuficientes. Existen muchos talentos femeninos imbricados en la obra y eso marca un cambio.

¿Qué enterraron ustedes en este proceso? ¿Qué salvaron?

YP: Lo que entierro yo con este documental es la queja. Lo que trato de salvar es la propuesta.

LB: Estábamos enterrando también dolores de nuestra vida. La queja, porque nos hemos quejado demasiado en este país y es hora de que la gente se sienta con el poder de hacer las cosas por sí misma, sin pedirle cuentas a nadie. El poder está en los jóvenes y es hora de creérselo de verdad, es hora de  creerse que se puede cambiar a Cuba como queramos.

Antígona nos hizo pensar que no hay que tener miedo a la soledad, porque no estamos solos. La soledad es una idea generacional. Nos sentimos abandonados espiritual y físicamente, porque muchos tenemos familias que no están, y amigos que se han ido. Esa idea se tradujo formalmente en la obra, porque nos dimos cuenta realizándolo que no estamos solas. Muchas otras personas de nuestra generación nos acompañan. Podemos crear nuestros propios mitos. Por eso la idea de crear contingente. Somos jóvenes de este país que nos podemos equivocar, pero haciendo.

¿Cómo ven ustedes la Patria? ¿Cuál es la fe de cada una?

YP: En las investigaciones que revisamos para este trabajo, algunas feministas nombraron a la patria como la Matria, la madre de muchas generaciones. Así la veo yo.

Mi fe está en los principios que me definen. Dentro de ellos, tratar de construir una Cuba mejor para los jóvenes. La emigración duele mucho y hay que solucionarla. Tenemos que apostar por un mejor país, con nuestras soluciones. Respetar la propuesta de los derechos que tiene el artista para pensar y defender sus criterios. Para confiar más en las personas que han generado la patria misma. Quisiera una patria más inclusiva, donde todos podamos participar, donde se sume a las personas y no se resten.

LB: Ese carácter maternal que tiene la patria es lo que ha sostenido este país. Las madres han resistido a Cuba, por obligaciones sociales quizás, o por los hombres que se van, aunque ellas también fueron a la guerra, emigraron, trabajaron, cumplen misión internacionalista. Ellas simbolizan lo que es Cuba hoy en día, una figura de resistencia.

Y uno vive despersonalizado del compromiso con la tierra. No nos sentimos propietarios del país, y es una pena que se carga todos los días. Uno siente el dolor de ver la nación abrirse al mundo para convertirse en otra más de Latinoamérica. Pero cuando aparezcan extranjeros en descapotables mirando la Habana y queriéndola comprar, nos toca ser lo suficientemente fuertes para decirles espérate, esto es mío, este es mi puerto, mi país. Es hora de que nos empecemos a sentir dueñas y dueños de la patria, para ser capaces de morir por ella.

Antigona Cartel

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