Un libro sin papel para un cine sin película

Antonio Enrique González Rojas (Tony). Foto: Mayté Madruga.

Antonio Enrique González Rojas (Tony). Foto: Mayté Madruga.

Antonio González Rojas llega con un libro invisible debajo del brazo sobre un cine que lucha contra la poca visibilidad, pero tal extravagancia no tiene porqué terminar mal.
“Es una compilación de once críticas que he escrito en un quinquenio de una manera más periodística que otra cosa”, abrevia en diálogo con OnCuba González Rojas, Cienfuegos, 1981, un “frenético” consumidor de audiovisuales, tal como se autorretrata.
Pase lo que pase con el texto Voces en la niebla, se trata de una operación a futuro en la que tanto los lectores como el autor ponen la primera piedra –¿piedra?– de la biblioteca virtual del espumoso audiovisual cubano. Y como cortesía de tal avance, solo cuesta un clic obtener las 72 páginas en PDF o en WEB.rar que condensan, con el riesgo de todo escogimiento, un lustro de la producción digital en manos de jóvenes o incendiarios, según se prefiera.
Para el autor, la reunión de tales reseñas revela “las voces principales del intelecto cubano dedicado al audiovisual”, en medio de una niebla historiográfica y crítica, “porque ha faltado una sistematización más allá de los artículos esporádicos que se publican”.

Portada de "Voces en la niebla". Foto: Ángel Marqués Dolz.
Portada de “Voces en la niebla”. Foto: Ángel Marqués Dolz.

Un afilado crítico como Dean Luis Reyes sostiene que Voces en la niebla es un “volumen que trabaja contra el olvido. El olvido de una cultura cinematográfica en un tiempo de cambio de paradigmas.”
Pese a que González Rojas lo estima como la corriente principal de la escena fílmica cubana, a despecho de las producciones institucionales salidas del ICAIC u otras, por una razón aplastantemente demográfica, el cine independiente sigue siendo una oportunidad para templar el carácter de sus protagonistas y poner a prueba sus inventivas rocambolescas de financiación y producción.
Ciertamente, los costes se han abaratado gracias a las tecnologías al uso, pero todavía es caro, muy caro para un bolsillo huérfano de patrocinios hacer una obra fílmica en la Isla, así sea minimalista, a lo que se suman los permisos burocráticos y la manquedad de los circuitos de distribución y sobre todo de exhibición permanente. “Yo mismo tengo un programa de televisión que se llama Lente joven, pero ahí todo no se puede poner y trato de poner lo que pueda, pero igual sigue siendo esporádico”, lamenta el periodista, que puede ser seguido en publicaciones como El caimán barbudo, Cine cubano, La gaceta de Cuba, La Jiribilla y el blog La pupila insomne, del historiador camagüeyano Juan Antonio García Borrero.
Antonio González Rojas presenta "Voces en la niebla". Foto: Ángel Marqués Dolz.
Antonio González Rojas presenta “Voces en la niebla”. Foto: Ángel Marqués Dolz.

Aunque clasifica como crítica contingente, Voces en la niebla elige escrupulosamente sus blancos. Filmes como Memorias del desarrollo, de Miguel Coyula, El Evangelio según Ramiro, de Juan Carlos Calahorra, y Camionero, de Sebastián Miló, entre otros; animados como Lavando calzoncillos, salido del ingenio del historietista Víctor (Vito) Alfonso Cedeño, y Mundo Sumergido, filmada por Alien Ma; y documentales a la manera de Entropía, de Eliecer Jiménez, que clasifica como ensayo visual, o La Isla y los Signos, de Raydel Araoz, son pasados por la mira del autor. ¿Tal conjunto de piezas hace de González Rojas un francotirador? ¡Que respondan los cinéfilos!
Más allá de la representatividad que pueden poseer, “estas obras, en su mayoría, no han tenido un estreno oficial en salas, sino circunstanciales”, dice el analista, y cita eventos como la Muestra de Cine Joven y El almacén de la imagen, o medios todavía más alternativos: El paquete semanal, descargas desde plataformas como YouTube, el canal mano-a-mano de los propios autores a sus amigos e interesados o hasta el círculo de críticos del audiovisual, en una labor franciscana de salvaguarda. “Las reproducimos sin saber qué suerte van a correr y a qué manos van a parar, pero estamos contribuyendo a que por lo menos se salven”.
Las temáticas atrevidas que elige este movimiento, por llamarlo de algún modo, estarían disimulando carencias estéticas… 
Muchas veces sí. Ves que en la documentalística, pero también en la zona de ficción, ha habido durante muchos años, no tanto ahora, la intención de compensar lagunas en el periodismo oficial de representación, problematización y conflictualidad. 
Y los resultados… 
Han sido para bien y para mal. Bien para el periodismo porque lo ha reflejado, pero en gran medida ha afectado el arte, porque tenemos muchos documentales que son verdaderamente reportajes y no tienen la mirada hacia el pasado o el futuro y proyecciones y rasgos estéticos y discursivos e indagaciones formales que quizá harían mucha más falta. 
https://www.youtube.com/watch?v=pA9e87-S62g
Y estas producciones de alguna manera se divorcian del cine como espectáculo clásico y ritualista… Estoy pensando en la gran pantalla, la sala oscura, el lugar social… 
Es tan válido la imagen que puedes ver en un móvil como la que puedes ver en la gran pantalla. El cine tradicional está en crisis en el mundo entero… Está luchando con el 3D, algo que por supuesto en Cuba no pasa, está luchando con todos estos espectáculos sensoriales, las lunetas que se mueven, en fin, pero tienes a una industria que fabrica televisores cóncavos que cada vez se parecen más a una pantalla de cine, y también avanzados sistemas de sonido incorporados… Yo mismo he visto películas muy buenas en un tablet arriba de una guagua, eso me ha hecho ganar tiempo. 
El hábitat donde vive esta producción audiovisual está engastado en un país con una pobre expansión tecnológica, aunque cada vez pululen más las zonas wifi y los smartphones… ¿Crees que esta producción fenezca antes de llegar a extendidas audiencias o que no halle la manera de insertarse en las galopantes dinámicas de mejoramiento y reemplazo que la propia tecnología ofrece para la imagen y el sonido? 
No, no, para nada. Ya la hubiéramos perdido hace mucho tiempo cuando había mucho menos tecnología. Ahora hay muchas productoras independientes que permanecen en un limbo alegal, porque no son ilegales, pero tampoco son legales, gracias a que no existe una Ley de cine que autorice y sistematice y ampare la proliferación de tales productoras que alquilan sus equipos.
Si uno se fija, las producciones independientes cubanas tienen cada vez mejor calidad de imagen y de sonido, de posproducción, porque la tecnología ha disminuido el coste. No es que yo pueda ahora mismo adquirir una cámara 4k, pero hay varias personas que las tienen y las tienen por algo, y se crean cooperativas que a la larga están contribuyendo a una calidad técnica mayor del audiovisual independiente cubano y creo que si no feneció en la edad de la herejía, como dice García Borrero, a principios de los 2000, cuando en verdad no había prácticamente nada para filmar y había mucho que filmar, ahora hay mucho para filmar, aunque no todo lo suficiente. 
Roto el cascarón doméstico, el cine independiente de la Isla ya cautiva la atención de más de un crítico, director y productor extranjeros, y, sobre todo, a públicos bien cosmopolitas. Obras como Santa y Andrés, de Carlos Lechuga, tapiada intramuros, exhibe un impresionante palmarés en circuitos latinoamericanos, europeos y asiáticos; o Los lobos del Este, de Carlos Quintela, rodada en Japón, que lo internacionaliza como director; en tanto realizadores como Alejandro Alonso –acaba de ganar con El proyecto el FIPRESCI en el festival de documentales y animación de Leipzig– o Rafael de Jesús Ramírez –triunfador con Duelo, en el certamen de Mar del Plata, donde además se le homenajeó con una antología de su obra– están demostrando la legitimidad de un cine que carga con preocupaciones y angustias sociales inmediatas, pero que también va a la caza de lo ontológico, “con más hacia lo estético y lo discursivo, manteniendo un diálogo con corrientes internacionales”.

***

Y estas ovejas negras, vistas así por algunas miradas institucionales, ¿tienen a un buen pastor que se encargue del rebaño? “No existe”, espeta González Rojas, y viendo más lejos avizora que tampoco se vertebrará, en el corto plazo, ningún movimiento que articule el audiovisual cubano. “No hay una unidad estética y de miras. Hay mucha gente que quiere filmar y eso es lo importante. Sencillamente es un país que se está filmando”.
Presentado en una de las jornadas del 39 Festival de Cine de La Habana, Voces en la niebla estuvo al cuidado del editor Yunier Riquenes y ha salido de la casa Ediciones Claustrofobias, de Santiago de Cuba, radicada en unas entrecalles con nombres sospechosos: Carnicería y Calvario.
 
Acceda a toda la cobertura de OnCuba al 39 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano:

Salir de la versión móvil