Magda González vuelve a los conflictos femeninos

Por qué lloran mis amigas, película de Magda Gozález

La reconocida realizadora Magda González Grau pronto estrenará su primer largometraje de ficción. Bajo el título de ¿Por qué lloran mis amigas? aborda conflictos femeninos y de corte social que han sido constantes en su obra, desplegada con mayor fuerza en la televisión. Sobre el desafío que supone ser mujer y cineasta en Cuba y, por supuesto, sobre el filme, que está aun en etapa de postproducción, conversó con OnCuba.

¿Por qué   eligió una historia de mujeres para su primer largometraje de ficción?

En realidad no la elegí, como casi todas mis obras, me llegó. A los guionistas les gusta lo que hago y me ofrecen que dirija lo que escriben. Claro que cuando revisas mi obra retrospectivamente hay una reincidencia en los temas femeninos o en personajes mujeres, pero creo que eso es algo natural puesto que soy mujer, ¿no?

Una vez en una mesa sobre el tema de la realización audiovisual por mujeres dije que cada ser humano es los libros que ha leído, las películas que ha visto, en fin, lo que ha vivido, y si uno vive la vida como mujer, está más cerca y le preocupan más los temas femeninos. Si además, todo eso está enfatizado por una tendencia a hacer más visibles los problemas de enfoque   género en los audiovisuales, no cabe duda de que sientes la responsabilidad de tratar temas de mujeres.

¿Cómo fue su interacción con la joven guionista a la hora de abordar un filme sobre mujeres de una edad más similar a la suya?

La guionista es Hannah Imbert, una joven muy inteligente y sensible. Ella se inspiró en su mamá y sus amigas, en el libro “Tratado de culinaria para mujeres tristes” de Héctor Abad, y en un cuadro de Sandra Dooley que se titula “Amigas” que aparece en la película en el set principal. Hannah diseñó los personajes y las situaciones esencialmente y en un trabajo de mesa, que me gusta hacer siempre con los autores y con los actores, fuimos enriqueciendo los diálogos y las escenas.

Resultó muy fácil porque Hannah es también la productora de la película y participó todo el tiempo de este taller. Ella discutía con nosotros las ideas y luego las traducía en textos y acciones. Con respecto a la edad, no creo que sea una imposibilidad para que haya una comprensión intergeneracional. Hannah escribió el guion sabiendo qué escribía, no por haberlo vivido sino por investigarlo, por observarlo intencionalmente. Las que sí teníamos la experiencia de vida con la menopausia, los hijos, los matrimonios largos con riesgo de rutina, la depauperación de valores con el período especial, la intolerancia y los prejuicios con la homosexualidad y otros temas que aparecen en la historia, solo enriquecimos con detalles lo que ella nos propuso.

¿Desde lo autobiográfico hizo algunos aportes a la historia?

Ya te conté que todas las mujeres que trabajamos en la película contribuyeron con sus experiencias a completar el diseño de personajes y situaciones que Hannah nos proponía. Si hay algo específico de mi vida en algún personaje es en Yara. Sé que Hannah, que fue mi nuera durante muchos años, admira en mí la voluntad por mantenerme luchando por lo que creo, y por otro lado, tomó algunos elementos de mi angustia, que es la angustia de muchas mujeres cubanas, por lograr realizarnos como seres sociales y profesionales y cumplir con los roles que la sociedad nos adjudica como esposas y madres. Recuerdo a mi madre diciendo que las mujeres éramos tontas porque además de cargar con la maldición bíblica de “parir con dolor” habíamos luchado por tener la del hombre e insistíamos en querer ganarnos el pan “con el sudor de nuestra frente”. Eso está en Yara.

Hablemos de los cuatro personajes y de las cuatro actrices que los interpretan. ¿Qué criterios de selección empleó en este casting?

Son cuatro personajes muy diferentes, con muchas cosas que los separan y muchas cosas que los unen, sobre todo la amistad y los recuerdos de una época donde la convivencia en una beca igualaba a todos. Sus vidas han transitado por caminos difíciles y se encuentran después de veinte años para hacer un recuento de sus frustraciones y sus alegrías.

Es una estructura dramatúrgica muy usada, pero que funciona mucho en este tipo de historias corales. El casting resultó difícil. Estaba claro que la película se sostenía en las historias y en las actuaciones, por lo que se necesitaba actrices de puntería y de talento. Ya tenía a dos de las imprescindibles, Amarilys Núñez y a Luisa María Jiménez, a las que había reclutado cuando trabajamos en “Añejo cinco siglos”. Me faltaban dos.

Muchas en las que pensé estaban ocupadas con otros trabajos, o viajaban, o no se sintieron motivadas por la historia. Mi directora asistente, Geraldine León, me ayudó mucho y por ejemplo, la propuesta de Edith Massola se le ocurrió a ella. Quedé boquiabierta porque se trata de una actriz con la que siempre he querido trabajar y por su desempeño en otras zonas que no son la actuación, uno la olvida. Enseguida acepté.

Con Yasmín Gómez pasó que no la asociaba con ninguno de los personajes, pero como es una excelente actriz y conozco su inteligencia y su profesionalidad, pensé que tendríamos que trabajar duro, pero seguramente con resultados de éxito.

Estoy muy contenta con el trabajo de todas ellas. Aprendí muchísimo en la etapa de construcción de los personajes. Son actrices muy profesionales que se involucraron en sus personajes, que estudiaron mucho, que hicieron propuestas valiosísimas para la obra, que participaron activamente en el diseño externo de sus personajes y trabajaron duro con especialistas como Miguel Filloy, encargado de la peluquería y el maquillaje y con Tomás Piard y Rafa que me colaboraron en la dirección de arte y el diseño de vestuario respectivamente.

Por qué lloran mis amigas
La actriz cubana Luisa María Jiménez encarna uno de los personajes protagónicos de “Por qué lloran mis amigas” / Foto: Pedro Coll.

Desde el título se avista llanto y sufrimiento, ¿cuáles son los conflictos esenciales de la trama?

Creo que si te los cuento, te contaría la película, pero son cuatro mujeres en una edad difícil, a mitad del camino de la vida, que hacen un balance de lo vivido y lo que queda por vivir, y tienen fuerzas aún, pero quizás no las necesarias para cambiar cosas, porque el pasado les pesa mucho para emprender nuevos retos. Entonces la lágrima aflora de manera fácil y la gente puede confundir eso con debilidad o fragilidad y es que lloran por no reventar de frustración o de emoción. Esa es la película.

En su trayectoria como realizadora se evidencia una preocupación por los conflictos femeninos y de marcado corte social. ¿Se considera una cineasta comprometida con su tiempo y su espacio?

¿Cómo no estar comprometida con mi tiempo y mí espacio? El artista que no piense así no es artista. En la historia del arte, hasta los artistas caracterizados por la evasión de la realidad, estaban reaccionando a ella. Claro que un artista que asuma hoy en día posiciones que nieguen la realidad, comete un crimen de lesa humanidad, porque los artistas tenemos en nuestras manos la mejor herramienta para sensibilizar a los seres humanos, y si hablamos del audiovisual, no hay otra más poderosa.

Entonces, ¿cómo tener la posibilidad de llegar a todos los públicos mediante la emoción, eso hace la ficción, para luego provocar una reflexión, y desaprovecharla? Por eso elijo historias que tengan algo que decir a mis contemporáneos, sean de mujeres o no, pero evidentemente, las de mujeres se me dan mejor.

¿Qué significa ser mujer y cineasta en Cuba hoy?

No pienso igual que algunas de mis colegas en que todavía es difícil hacer cine para nosotras. Es cierto que han existido y existen prejuicios en algunos decisores a la hora de darnos la oportunidad de trabajar, no solo a las directoras sino a fotógrafas, sonidistas, editoras, productoras. Pero ahora mismo eso no es absoluto, porque la diversificación y democratización de las fuerzas productivas permiten que la decisión no dependa de un funcionario de las industrias tradicionales. Ahora hace cine el que quiere hacerlo. Y si lo sabes hacer bien, lo más seguro es que puedas seguir haciéndolo. Y creo que a las mujeres no nos ha ido mal con los resultados de nuestras obras.

¿Satisfecha con lo filmado?

Para nada. Soy una crítica ácida con lo que hago. Cuando me siento en edición, empiezo a ver todo lo que hice mal y me siento culpable no conmigo sino con la gente a quien hice cómplice de mis errores. Aprendo para no volver a repetirlos. La fotografía de Roberto Otero es la que necesitaba la historia, Daphne Guisado logró un sonido directo muy bueno, Celia Suárez se esmeró en el montaje, todas las especialidades hicieron muy bien su trabajo, pero hay escenas que volvería a filmar de otra forma y eso es bueno porque quiere decir que estás vivo y que no dejas de aprender y desarrollarte. Sin embargo, tengo la esperanza de que la película guste porque trata temas con los que mucha gente puede involucrarse y tiene actuaciones muy buenas.

¿Podremos ver el filme en esta edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano?

Me imagino que sí, si el comité de selección lo acepta. Ahora estoy en la etapa de la composición de la música a cargo de Juan Antonio Leyva y Magda Rosa Galbán y en el trabajo de banda sonora con Osmany Olivares. Falta el diseño de presentación y créditos y otras cositas, que parecen pequeñas, pero que cierran el paquete con broche que tiene que ser de oro.

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