Nelson Carlo de los Santos: Venganza dominicana

– La de director es la más inútil de las carreras.
Eso dice el dominicano director de Cocote, Nelson Carlo de los Santos, que compitió como Ópera Prima en el 58 Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (Ficci). Volar de Santo Domingo a la urbe colombiana debe ser un viaje a ninguna parte. Nelson Carlo anda por Cartagena como si fuera su ciudad, con botas, camisa y shorts negros bajo el sol inclemente. Sigue las instrucciones del fotógrafo: que ladee el rostro, se ubique tras unas plantas, se apoye a una pared.
– Te vamos a hacer más fotos que a un quinceañero.
– A los hombres no se le celebran Quinces –suelta fingiendo hosquedad.
Sonríe. Los transeúntes lo miran posar. La sonrisa se evapora cuando el fotógrafo obtura.

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Como un auto que avanza por las congestionadas calles de Santo Domingo, como si el smog de la ciudad se metiera en el lente y nuestros ojos fueran incapaces de descifrar qué ocurrirá en la vida de Alberto (interpretado por Vicente Santos). Así abren los 105 minutos de Cocote: un pastiche de secuencias en distintos formatos, a color y en grises, que alternan sin aparente razón.
A la sombra de unos almendros del otrora convento que ocupa la Agencia Española para de Cooperación Española Internacional (ACEID), en Cartagena, Nelson Carlo reconstruye una cadena de eventos. Quiere comprender, para luego explicar, cómo llega al cine. Y no solo eso, sino cómo acaba siendo el padre de un filme tan experimental como loado.
– Cuando niño fui a un colegio donde el arte estaba muy presente. Teníamos “clubes” de teatro, música, literatura y danza. Excepto por este último, estuve en cada uno –rememora el treintañero dominicano.
Pero en la inclinación hacia el audiovisual quizá su familia tuvo un rol preponderante. Sus padres le hicieron pasar la niñez, sobre todo, en casa. Y, quizá en un inicio, para matar el tiempo, Nelson Carlo veía muchas películas.

En la inclinación hacia el audiovisual quizá su familia tuvo un rol preponderante. Foto: Joaquín Sarmiento.
En la inclinación hacia el audiovisual quizá su familia tuvo un rol preponderante. Foto: Joaquín Sarmiento.

– Fui creciendo y encontré en el cine esa sinergia con todas las otras maneras de expresión que me interesaban. Y por eso no es gratuito que yo reniegue de la división industrial del cine: “tú vas a ser fotógrafo, tú montajista, tú director” –hace una breve pausa para sobarse la nariz con la palma de la mano. Por eso empecé a estudiar cine en la Escuela de Arte dominicana: porque podía hacer películas yo solo.
La experiencia multidisciplinaria que lo involucró en la fotografía, escritura, diseño sonoro y edición de sus primeros proyectos está tal cual en Cocote. Sin dirigir ninguna de esas especialidades, aparece en los créditos del film como parte de las duplas que trabajaron directamente en cada especialidad. Nelson Carlo se suma a esa lista de jóvenes realizadores americanos como Jamin Winans (Estados Unidos) y Miguel Coyula (Cuba), con aptitudes de pulpo.
– Quiero seguir dirigiendo, pero desde la praxis –afirma con el dejo dominicano: hacer las erres eles, convertir la ese en una jota licuada, que se esfuma de la boca como brisa costera. Lo de sentarme simplemente a dirigir me parece una cosa tan tonta.

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Campanitas, panderetas, llantos y rezos. Sobre esa banda sonora de La Novena, una ceremonia sincrética en que por nueve días se acompaña espiritualmente al fallecido, avanzará la metamorfosis de Alberto.
Un cable de la agencia Efe catalogó el largometraje como una comedia. Si bien Cocote logra momentos de hilaridad a partir de la realidad dominicana, es precisamente por ese motivo que se acerca más a otra etiqueta: la de documental.
El uso que Nelson Carlo hace de imágenes “reales”, para contrastar como constatar los argumentos de sus personajes o simplemente darle color al fondo de la historia, no es solo abundante. Partes de La Novena están grabadas recreando una por rezadores “profesionales”.
“Tenía suficiente confianza con la gente del pueblo –reveló el diario El Espectador–, por lo que colocó micrófonos en la casa donde se grabaron las secuencias y, durante cinco días, registró tres horas cada jornada el ritual”.
– Dominicana no es un país con gran cantidad de producciones cinematográficas al año. ¿Le hizo gracia a tu familia que eligieras una profesión como esa?
– Nunca tuve esa presión –contesta el joven realizador sentado de perfil en un banco de la ACEID mientras pasa gente y le saluda-. Mami y papi son gente súper chévere que siempre me apoyaron. Cada vez más les gusta que haga cine, y van entendiendo mi trabajo.
https://www.youtube.com/watch?v=Acx1Y-RuTEM
Nelson Carlo dice que lo que produce también se va haciendo más accesible. Y de inmediato rectifica: “más maduro: toda la desorganización se va haciendo más orgánica”. Por eso también cree que a sus padres les gusta más el cine que hace ahora.
Cuando empieza a estudiarlo no se trataba de una carrera de moda. (“De hecho, me empiezo a enfadar con la gente que de repente va entrando porque luego era una moda”, refunfuña Nelson Carlo). Y desde ese entonces su padre, funcionario del Instituto Nacional de bienestar Estudiantil quería que matriculara en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Eictv), en Cuba.
-¿Por qué?
-Porque es un hombre de izquierda. Pero primero me pide que estudie alguna otra cosa.
-La Eictv exige que al menos hayas cursado dos años de cualquier carrera universitaria.
-Así es, y entonces pasé un curso de escritura creativa en la Universidad Iberoamericana. Y fue muy importante para mí crearme esa disciplina académica.
-Pero al final no fuiste a donde tu padre prefería.
-Quería cambiar de escenario. Por la relación a la que yo aspiraba con el cine me parecía súper importante que fuera a lugares que no tienen nada que ver culturalmente conmigo, hacer esa vuelta de la que habla Frantz Fanon en su novela Los condenados de la tierra: el artista del Tercer Mundo que es colonizado por supuestas jerarquías, para después romperlas. Es una tristeza esa gente que se la pasa imitando el cine europeo o gringo.
Nelson Carlo pasó primero la Fundación Universidad del Cine, de Argentina, luego en el Edinburgh College of Art y, al final, en el California Institute of the Arts.
-Imagínate lo que es venir al mundo a repetir vainas.

Nelson Carlo reconstruye una cadena de eventos. Quiere comprender, para luego explicar, cómo llega al cine. Foto: Joaquín Sarmiento.
Nelson Carlo reconstruye una cadena de eventos. Quiere comprender, para luego explicar, cómo llega al cine. Foto: Joaquín Sarmiento.

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Alberto, el personaje protagónico de Cocote es, en la capital, jardinero de familia opulenta y un fiel evangélico. Del viaje a su natal Oviedo, regresará únicamente como lo primero. La ida a ese villorio donde viven sus hermanas y madre, es el pretexto perfecto para presentarnos un país donde conviven con igual salud protestantismo y hechicería, y donde el fanatismo emula con códigos machistas para empujar la trama del filme.
El padre de Alberto contrajo una deuda con Martíne, un gángster local investido como policía. Cuando no logra pagarla, el garrotero y  sus compinches “mocharon el pescuezo”, el cocote, del deudor. Como si el tajazo mortal también llegara a Alberto, presionan la columna de su fe y su civilidad, unas hermanas y madre que quieren venganza.
Aun cuando Santa Teresa y otras historias, su obra anterior, una suerte de videoensayo, fue bien recibida por crítica y público, Cocote le ha dado, lo sabe, una visibilidad que desconocía.
En los últimos 6 meses, desde el Premio Signs of Life del Festival de Locarno, Nelson Carlo aparece mucho más en Google, y lleva más horas de vuelo que algunos presidentes. Los viajes no han sido solo un modo de exhibir la realidad dominicana, sino también para conectarla con otras. Cuando en diciembre de 2017 aterrizó en La Habana para asistir al Festival del Nuevo Cine Latinoamericano (Fncl) chocó con nutridas filas afuera de los cines, incluido el Riviera, uno de los que exhibió su película.
Tras la presentación, a la salida del cine, un periodista se le acercó para comentarle que en partes del oriente cubano también hay costumbre de rezarle el novenario a los muertos. En Cocote reconoció algunos de los ritos hechos al morir su abuela.
-Es realmente un placer tener un público verdaderamente popular en Cuba –dice en la sede cartagenera de ACEID Nelson Carlo y agita los pequeños rulos que nacen en su cabeza. Me parece genial que el obrero vaya a ver las películas.
Sin embargo, cuando coincidentemente nos encontramos por primera vez en el aeropuerto de Ciudad de Panamá, el dominicano dejó claro que no comulgaba mucho con la que reconoce como “conservadora” apuesta curatorial del Fncl y la entrega de premios, cuando el galardón de Mejor Actriz a la intérprete trans chilena Dani Vega.
-Ahí ves que en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, hay lo más novelesco, gastada, poco fresca, mucho cine que imita al europeo, y muy poco “nuevo”. De otro lado, hay una cosa compleja con esto de las luchas feministas y de la comunidad LGBTI. Si bien es cierto que el hombre o mujer blancos, heterosexuales son los que han sido premiados, tampoco se trata de ser condescendiente con las minorías y entregar premios porque “son” minoría. Como mismo me parece que daña a las luchas honestas que de 40 premios, 38 sean mujeres. La mirada es condescendiente, vertical, de un correctismo político total.

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“No puede dejar esto así, Albelto”, “usté ejelombre de la casa”, “no quiere a su padre”. Las palabras mueven de a poco el piso bajo sus pies. El guion de Cocote se comporta como una lava que hierve más mientras avanza. Su calor, hacia el final, afiebrará nuestros rostros.
El viaje interior que se produce en el protagonista a partir de sutiles y arrolladoras presiones es trepidante. El montaje cinematográfico refuerza esa contraposición entre el individuo que llega de la capital y el que una familia dolida espera. De la omisión al homicidio.
El propio Vicente Santos ha explicado que para lograr credibilidad en su personaje “se dejó contaminar por la comunidad del poblado”. Súmese a ello que de los presentes en la cinta solo cuatro son actores.  Similar naturalismo acompaña la fotografía de la película, estrenada este febrero en República Dominicana. Los paisajes suburbanos, los ritos, la pobreza y las tragedias aparentan frente al espectador como fotos dentro de álbum. Hay también minimalismo en la poética de Cocote. Desde un solo encuadre o muy acotados travellings, por ejemplo, avanzan escenas narradas con idéntica llaneza.
-Y, ¿cuándo te diste cuenta de que querías hacer un cine como el que estás haciendo?
Nelson Carlo demora un rato en contestar por Whatsapp. Ya ha vuelto a Santo Domingo, y se prepara para volar a México por cuentas de Cocote. Al rato, llega su grabación:
-No me creé una historia acerca de eso, de cuándo comencé o dejé atrás esto o aquello. Incluso, antes de conocer los Estudios Postcoloniales, nunca me importó Europa. Eso tienen que ver quizá con que vengo de Republica Dominicana, un país que ni siquiera está en el mapa, ni siquiera el del Caribe, Cuba ha sido la isla a la que el mundo le ha prestado atención por un montón de factores históricos. La gente no sabe si es  Dominicana o Santo Domingo o Punta Cana, Haití, La Española, nadie recuerda que toda la administración [del Imperio Español] se hizo desde acá. Pero creo que la actitud en mí no ha sido la de pelear con todo el mundo: “mi país, mi país, mi país”.
A esta altura de la nota de voz Nelson Carlo toma aire, tartamudea brevemente, se le oye como si buscara una frase que le acomode. Y suelta:
-Simplemente, mandé todo pal carajo y dije: “Voy a hacer lo que me de mi maldita gana”.

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