¿Nosotros los del Caribe?

Quizás me equivoque, pero a veces me parece que el cubano no se siente caribeño… ¿Qué crees?

Rigoberto López no dijo nada. Se me quedó mirando, y en sus ojos adiviné que quería decirme que eso era un disparate mío, que me equivocaba de plano, que tenía un paquete de argumentos para ahuyentar esa infundada idea… pero no dijo nada. Entre otras razones, porque aunque le jodiera admitirlo, a veces tenía esa misma impresión…

Yo creo que durante muchos años los cubanos hemos tenido una visión del Caribe hacia el llamado Caribe hispano, pero no creo que en nosotros haya germinado una consciencia de caribeñidad”, me confesó una mañana de junio, en la sede de la Muestra Itinerante de Cine del Caribe, la cual preside con una militancia cuasi-evangélica.

Aquella suerte de confirmación resultaba tan chocante por venir de quien venía, y por hacerlo cuando aún no había pasado un mes de que en Casa de las Américas se dedicara todo un simposio a la diversidad del Caribe, cuando todavía estaba reciente la Semana de la Cultura Haitiana, cuando ya era casi un hecho el primer mercado de cine del Caribe, cuando se sabía ya que la Fiesta de Fuego estaría dedicada al Caribe colombiano… Todo un diapasón teórico que recalcaba la terrible circunstancia del Caribe por todas partes.

Y aún así, no podía quitarme esa rara sensación de que nos parecemos a dominicanos y puertorriqueños, pero no a los haitianos, jamaicanos, trinitarios, barbadenses, arubeños, martiniqueños, bahameses, guadalupeños, barranquilleros y otros que uno suele encasillar mentalmente en otra categoría…

Rigoberto se lo achaca al pasado colonial. Recordó el pérfido “cordón sanitario” con que Europa aisló al Haití revolucionario para impedir que su ejemplo libertario cundiera en la región. Recordó que existió una hegemonía colonial británica y francesa en los territorios anglófonos y francófonos. Y recordó que España consideró a Cuba la “siempre fiel”, y que los Estados Unidos se colaron luego, demorando nuestra independencia…

Con el tiempo y la educación llegaremos a tener una conciencia más integral de qué y quienes somos los cubanos, y eso nos llevará, tangencialmente, a sentirnos más o menos caribeños. Porque en términos culturales, todos en el Caribe compartimos una negritud, una africanía visible o invisible, que nos une más allá de las razas”, estimó.

Para explicármelo mejor, señaló que por muy rosada que tenga la piel un cubano, nunca podría decir que es “blanco blanco”, porque no es finlandés: quiéralo o no es cubano, y si indaga en su genealogía, sabe Dios qué encontrará…

La cultura es lo que define realmente su ser, y la cubanía implica una africanía, y por ahí llegaría yo a la caribeñidad. Con todo respecto y cariño a otros países de nuestra América continental, siendo coherente con lo que he dicho, yo me siento más cerca de un haitiano que de un paraguayo. Pero el cordón sanitario persiste, y creo que el cine con su poder para revelar esos lados cotidianos e inconscientes de la realidad, quien puede ayudarnos a reconocernos y entendernos más allá del idioma…”, concluye.

En particular, cree firmemente que la Muestra puede ayudar a romper estereotipos que remiten en el inconsciente colectivo a un Caribe disminuido, reducido a playas, mujeres sensuales, sabores exóticos, usaines bolts, vudú y miseria, clichés que dejan sumergido la riqueza cultural, literaria, plástica, visual, danzaria e incluso cinematográfica de esta región terriblemente folclorizada.

Esa sublimación de la miseria en Haití, o de los rastafaris enmariguanados en Jamaica, persigue reducir los valores auténticos de esas culturas, abonando el terreno para que la cultura hegemónica colonizadora se instaure y domine”, alertó. Y no hay que ser un genio en industrias culturales para saber que tiene razón, y si no lo cree, salga a la calle y fíjese en la “cultura” que ofertan los bancos de películas, series y MP3…

 

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