Pavel Giroud: “Al cine cubano le faltan solo tres cositas: salud, dinero y amor”

¿Cine cubano? ¿Ley de cine? ¿Cine independiente o cine por cuenta propia? ¿qué está pasando en el panorama cinematográfico cubano? A estas y otras interrogantes respondió también Pavel Giroud durante su diálogo con OnCuba. Anteriormente publicamos: Con Pavel Giroud, conversando de Playing Lecuona…

¿Qué opinas del estado actual del ICAIC, y de las puertas o posibilidades que les brindan a los  jóvenes cineastas? 

Ha pasado de una fase de estancamiento a la de incertidumbre. Hay nueva presidencia, cuya mayor ventaja a la vista, es que está representada por un hombre que se ha desarrollado en la institución y esto conlleva irremediablemente a una relación afectiva con el edificio, sus pobladores y el cine, pero no deja de ser un organismo estatal sujeto a normas. Hasta ahora los signos mostrados son muy halagüeños, está abierto al diálogo y al menos, se nos escucha. Me gusta lo de puertas que se abren, más discrepo -y bastante- de las llamadas posibilidades. En la última década, el instituto ha abierto puertas, sin otro remedio que abrirlas. Los cineastas cubanos que forjaron el ICAIC, en una inmensa mayoría no están. Unos han muerto, otros viven fuera y muchos se agotaron. Los pocos que quedan son víctimas de esa incertidumbre que te nombré antes. No basta con que abran las puertas, si luego tu ímpetu y afán de desarrollo como creador tiene un límite; si las películas que haces no son proyectadas, si persisten los suspicaces que ven en cada plano un peligroso desafío a las normas rectoras. No basta con que abran las puertas, la norma de un joven es desafiar lo establecido. Un veinteañero quiere desarticular lo que en mis días de veinteañero desarticulé yo.

Más allá de lo económico ¿cuáles son las principales dificultades a las que se enfrenta un realizador cubano a la hora de filmar?

Siempre que se piensa en hacer cine, se piensa en “la hora de filmar” y el proceso real va mucho más allá. Desde mi padecimiento y experiencia creo que el mayor problema que enfrenta un cineasta cubano (joven y no tanto) es la desconexión que tenemos con el mundo. Hace poco en una reunión dije que si un día la desconexión era metafórica, hoy es literal. Me refiero al acceso a internet. ¿Por qué? – La inscripción a cada festival es a través de la web; el visionado de tu obra para ser seleccionado a estos festivales es también a través de la web, o sea, cuelgas tu material en Vimeo con una clave y los seleccionadores lo ven; el trabajo con el sonidista, el músico, ect, se va haciendo a través de Wetranfers, Dropbox, ect y así te ahorras en viajes y tiempo; las reuniones se hacen por Skype. Así puedo nombrarte infinidad de zonas del proceso donde hoy por hoy es imprescindible estar “conectado”  a alta velocidad. Imagina integrarse a ese sistema, desde un país donde es un conflicto enviar una foto de 1MB por e-mail.

¿Cómo valoras los actuales mecanismos de producción del ICAIC y que le sugerirías al instituto desde tu experiencia y perspectiva? 

Mi opinión, es que son mecanismos viejos e ineficientes. Mi sugerencia, que dejen de producir y enfoquen el instituto a la verdadera función de un instituto. Verán que con un piso del edificio alcanzará y el resto de las oficinas pueden rentarlas a las productoras que vayan naciendo o montar aulas de formación. Ya se ha formado una buena cantidad de productores, directores, guionistas, editores y sonidistas. Falta formar a nuevas generaciones de publicistas, agentes de ventas, distribuidores.

¿Qué crees le falta al actual cine cubano? 

Le faltan solo tres cositas: Salud, dinero y amor. 

¿Eres de los que cree que ya es la hora de tener un nuevo cine cubano? 

Y en todo su esplendor. Nuevas películas, nueva crítica, nuevas publicaciones, nuevas estructuras de producción, nuevas salas de cine, nuevos criterios de exhibición y nueva tecnología aplicada a cada zona del sistema. 

Cine independiente en Cuba, Ley de Cine, Cine por cuenta propia… ¿qué piensas al respecto? 

He estado trabajando en ello con otros colegas, pero me he ido alejando, por dos razones básicas. La primera es porque estar metido en dos producciones grandes me chupa mucho tiempo. La otra es por lo disciplinados que hemos terminado siendo. Creo que hay reclamos que no se logran por las “vías correspondientes”, sobre todo cuando en las “vías correspondientes” están los mismos agentes de tráfico que tienen todo jodido. Una ley de cine hace falta, su ausencia ha provocado todo este libre albedrío. El cine independiente existió y existirá siempre, es la lógica respuesta y desafío a la producción y el consumo bajo reglas establecidas. Hoy todo lo que no es del ICAIC o el ICRT es independiente por derecho propio. Cuando todo funcione de una manera menos disfuncional, ser independiente será otra cosa. Cine por cuenta propia es una quimera, no solo en Cuba. Hay demasiados eslabones infranqueables en la cadena, ajenos a ti como creador. 

¿Hasta qué punto crees que las nuevas tecnologías están cambiando la producción audiovisual de la Isla?

¿A que llamamos hoy nuevas tecnologías, a una handycam con calidad y una PC en casa donde editar?, ¿A discos duros en lugar de bobinas? Esa fue la revolución hace 15 años, cuando yo empecé. Ahora estamos -como ya te dije- detrás del palo y pidiendo el último. La tecnología y el lenguaje interactúan siempre de manera fluida. Una condiciona a la otra de manera orgánica. El Festival de Sundance desde hace un par de años, en sus fondos de ayuda a la producción, no ha incluido una sola película tradicional en su lista de afortunados. Todos han sido proyectos transmedia, proyectos donde conviven de manera promiscua las narraciones cinematográficas y literarias con videojuegos y enlaces de red, donde hasta el propio espectador interactúa in situ con el destino de los personajes, algo a lo que un cubano no puede aspirar, al menos desde su tierra. Nueva tecnología es un término que no deberíamos usar en Cuba a menos que se trate de aspiraciones. 

¿Consideras que los realizadores de tu generación son verdaderamente transgresores e iconoclastas o se trata solo de una leyenda que algunos han tejido sobre el llamado cine joven cubano? 

No he oído decir eso. Claro que es exagerado. Soy de la generación del tránsito. Fue fluido el proceso del pensamiento analógico al digital y como te dije antes, en ese flujo de tecnología y lenguaje, hubo una ruptura con lo que había, que a su vez incidió en nuestra postura. Quiero decir que al ser más autónomos por tener a mano los medios, fuimos más irreverentes al tomar decisiones estéticas y posturas políticas pues estábamos comprometidos con nosotros mismos. La mayoría de nosotros puede agarrar una cámara, editar, hacer la música y algo de sonido. Nos entrenamos en el campo, aprendimos a hacer, haciendo. Logramos que se llenara una sala de cine como el Chaplin para ver trabajos de novatos con medios rudimentarios, iniciamos este camino, sin dejar atrás antecedentes como lo que se forjó en la Hermanos Saíz años antes y los que estos propios tuvieron con la federación de cineclubes. Es reconfortante pertenecer a la proa de un buque que ya hoy visita puertos importantes con películas de alto nivel. 

¿Cuáles son los mayores desafíos de la generación de cineastas a la que perteneces? 

No agotarnos. He estado a punto de volver a pintar tranquilo en casa. No he desarrollado ninguna idea -más allá del boceto- para después de El Acompañante. Hay días en que me digo que será la última, pero me repito constantemente que he de enfrentarla como si fuese la primera. 

Has tenido la oportunidad de recorrer con tus películas varios puntos del planeta y tener contacto con otras cinematografías ¿Cómo valoras la inserción en el panorama mundial del cine cubano? 

Leí un artículo del Nuevo Herald a raíz de mis declaraciones cuando recibí el premio en el foro de co producción del festival de San Sebastián, en el que decía que uno de mis objetivos al presentar el proyecto “El acompañante” ante tantos productores, agentes de ventas y distribuidores era invitarlos a poner sus miradas sobre Cuba, donde estaban pasando cosas.  A partir de eso, el periodista, Alejandro Ríos, hizo un artículo interesante sobre lo duro que resulta desde Cuba llamar la atención. No basta ya con ser cubano y maldito, hay que hacer buen cine y además saber moverse en las bravas aguas del mercado y la distribución. Era un análisis sobre la ausencia del cine cubano en los festivales de primer nivel. Ese artículo llegó a mi email desde un cinéfilo activo que me escribe bastante y esta vez hizo un bosquejo, que no ha hecho ningún otro estudioso, sobre la presencia del cine cubano en festivales de primer orden desde Fresa y Chocolate y es muy revelador. Apunta que Cannes no ve una película cubana desde Nada y Entre Ciclones, ambas de la misma época y el mismo productor francés. A Berlín no iba una desde Fresa y Chocolate hasta ahora que irrumpió La Piscina, ninguneada por el propio ICAIC, que la produjo. En Toronto estuvo Amor Vertical y pasaron años hasta que entró La Edad de la peseta y luego un lustro hasta Juan de los muertos; a Venecia no va nada cubano desde la era de oro de Humberto Solás; San Sebastián inauguró con Suite Habana y luego proyectó Omertá, fuera de concurso. Sundance acogió recientemente a Boleto al Paraíso después de no sé cuanto tiempo de ausencia cubana. Estos datos ya los he puesto sobre la mesa en otras entrevistas porque me resulta exposición perfecta de nuestra ubicación en el universo.

¿Cuáles son los temas que seducen al Pavel cineasta de hoy?

Hoy una cosa, mañana otra. Veo una historia en el suceso más trivial. El otro día estuve dos horas tratando de sacar Sugar Man con mi guitarra. Dos horas. Eso es lo que dura una película. Si hubiera colocado una cámara frente a mí, que captara mis torpezas, las llamadas que entraban, los sucesos que ocurrían mientras intentaba poner mis manos sobre la guitarra, tenía una peli en tiempo real y con un final, porque logré sacarla.

Foto: EFE

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