Sin anestesia

Luis Alberto García (I) e Isabel Santos (D). Foto: Ángel Marqués.

Luis Alberto García (I) e Isabel Santos (D). Foto: Ángel Marqués.

Antes eran de celuloide. Ahora son un montón de píxeles. Pero fuera de la pantalla, Isabel Santos y Luis Alberto García, fabulosos bajo cualquier tecnología, no pueden librarse de las contingencias de la vida real de los cubanos. Eso no lo cuentan sus maquilladas biografías online. Ellos sí. Y lo hacen sin anestesia.

“Cuando la película dice ‘envejecer en soledad’, es algo que me machaca mucho”, asevera en buen cubano Isabel Santos (Camagüey, 1961).

La Mayra de Ya no es antes, la más reciente película de Lester Hamlet que está de estreno en los cines de Cuba, aprovecha el contacto con la prensa para hablar de su vida privada, sin chismorreos ni liftings, y de algunos de sus criterios ciudadanos.

Ya no es antes

“Casi toda la generación nuestra está envejeciendo en soledad”, enuncia de un tirón y coloca las causas, una a una, como fichas del destino de una nación que envejece –25 por ciento de su población tendrá 60 años o más dentro de ocho años– y, a la par, se desangra por el flujo migratorio constante.

“Porque nuestros hijos no están, porque decidimos vivir en la isla, porque los amigos se nos han ido, porque a veces revisas la agenda de teléfono –y me sucede– y no tengo a quién llamar”.

“Eso es muy duro”, remata la Santos.

Así desgrana una mujer de 55 años los avatares de una generación que, en plena autoafirmación y efervescencia creativa en los 90, dio de bruces contra una de las mayores sorpresas que tenía guardada la historia del siglo XX: la implosión del llamado socialismo real en Europa del Este.

“La gente se asusta cuando se nos van tantos médicos o ingenieros, pero nadie se asusta cuando se van los actores de este país. ¡Ojo, mucho ojo! De mi generación creo que quedamos cuatro y me duele muchísimo”, dice la Nereyda de Clandestinos, la conmovedora cinta de Fernando Pérez sobre la guerrilla urbana de los 50 que la lanzó al estrellato tanto a ella como su contraparte en la película, Luis Alberto García.

Con una labor en los platós cubanos y extranjeros que supera la veintena de filmes, entre largos y cortometrajes de ficción, Isabel Santos suelta un “a mí no me acomplejan mis arrugas… Todo lo que he vivido está en estos ojos y no me abochorna”, para luego arremeter contra presuntos críticos cinematográficos que en sus blogs, “para ensañarse con este país y con su cine” acuden a la “tremenda bajeza” de citar el paso del tiempo en la epidermis del dueto como un argumento que descalifica la película de Lester Hamlet.

Isabel Santos. Foto: Ángel Marqués.
Isabel Santos. Foto: Ángel Marqués.

La pareja actoral Santos-García, que se conoció en la serie televisiva Algo más que soñar (1985), sobre la cruzada militar cubana en África, ha sido una de las mancuernas del cine nacional. Luego de la recordada Clandestinos, de 1988, llegó La vida es silbar (1998); después Adorables mentiras (1991) y por último Ya no es antes (2016), donde Luis Alberto García (La Habana, 1961) se pone en los zapatos de Esteban, “que tiene muchas cosas mías”, sostiene el actor, trazando las líneas secantes entre ambos con su estilo de bocaza.

“Ya no es antes”, una película abrazo

Son felices de vivir en Cuba, pero es un sacrificio hacerlo. Están en una edad madura, pero aún apuestan por la utopía, aunque notan cómo “se resquebraja”; son capaces de perdonar y respetar las diferencias del otro, incluyendo las políticas; comparten el  compromiso de discutir sobre la realidad nacional –“los artistas tienen la responsabilidad de decir a tiempo y sonrientes lo que está pasando en su país”, comenta citando a Silvio Rodríguez. Por último, como padres, intentan convencer a sus hijos del valor ético del trabajo, aunque su remuneración no respalde tal propósito.

“Esteban no es un frustrado, todavía cree, tiene fuerzas para creer. Yo también. Yo también”, repite Luis Alberto, quien públicamente comparte las quejas y el enfado de muchos profesionales en la isla, cuyos salarios y nivel de vida son muy inferiores a quienes se dedican a los negocios privados o medran desde puestos clave en la burocracia empresarial.

Luis Alberto García. Foto: Ángel Marqués.
Luis Alberto García. Foto: Ángel Marqués.

“Yo no vivo bien, es la verdad… El público cubano es el que me hace sentirme bien, tengo un compromiso conmigo y con mi gente, con mis cuatro hijas (una de ellas residente fuera de Cuba) que quiero que sepan que nacieron en el país más hermoso del mundo y que todavía está a tiempo de seguir siendo hermoso, si el país quiere”.

En los últimos años, aparejado a sus trabajos como actriz en el cine –muy aplaudidos sus papeles en Casa vieja, La pared de las palabras, Vestido de novia y Regreso a Itaca-– Isabel Santos se ha dedicado a filmar documentales —San Ernesto nace en la Higuera, Viaje al país que ya no existe y El camino de la vida-– y en estos momentos edita un material sobre el primer asentamiento en la isla de colonos estadounidenses, a principios del siglo XX.

Con una apabullante carpeta de títulos, Luis Alberto García, por su parte, promete “hacer más películas que nadie” hasta el punto de convertirse en “una vergüenza”, y citó sus más recientes incursiones en el plató: Club de jazz, de Esteban Insausti, con la envidia como tema; el cuento número trece de la serie  Nicanor, titulado Dominó, donde cuatro amigos que juegan al pasatiempo nacional son sorprendidos con la noticia de que un súper acaudalado jeque quiere comprar la isla de Cuba; y Nido de Mantis, un largo de Arturo Sotto que se filma estos días.

Se trata de una ambiciosa cinta que recorre medio siglo, el que va desde los años 40 hasta los 90 en Cuba, teniendo como pivotes argumentales a dos tríos amorosos. “No estoy en ninguno”, advierte Luis Alberto García y termina diciendo socarronamente resignado: “Es la edad”.

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