Un solo cine cubano

La producción cinematográfica independiente es un fenómeno que en Cuba se ha abierto caminos con fuerza innegable. El reclamo de reconocimiento por parte los más jóvenes cineastas es también una realidad que no puede ni debe ser obviada, como explica la productora Ivonne Cotorruelo.

Ella escoge sus películas. Siempre. Nadie puede quitarle ese orgullo. Eso le da la facilidad “de trabajar creativamente con el realizador, de hacer el cine cubano que yo quiero que se vea, que no es el de las jineteras, chulos, chistes fáciles, etc. Evito el choteo; escojo películas arriesgadas”.

Ivonne Cotorruelo, de 30 años, sabe que hacer cine es un milagro y que cada proyecto implica mucho de su tiempo y energía vital, son años de trabajo. Fue la productora de El Mundo de Raúl (Jessica Rodríguez y Horizoe García, 2010),Espejuelos Oscuros (J. R., 2014), Jirafas (Enrique Álvarez, 2013) Digna Guerra (Marcel Beltrán 2013) y Venecia (Enrique Álvarez, en postproducción), entre otros.

Además tiene ahora dos películas en desarrollo, documentales que están naciendo: Casa Lezama, de Marcel Beltrán; y El vientre de la ballena, de Zoe Miranda. Todas producciones independientes.

Foto 2: Fotograma de Espejuelos Oscuros, dirigida por Jessica Rodríguez y producida por Ivonne Cotorruelo

“Ese es el nombre natural de este fenómeno. La producción cinematográfica debe ser una actividad independiente con ayuda del Estado. ¿Por qué? Porque es una industria demasiado cara, y el mundo entero se ha dado cuenta de que hay que invertir en la cultura, en la educación audiovisual de un pueblo. De ahí que en países como Venezuela, Colombia, México, o Argentina ese quehacer, aunque independiente, recibe fondos del estado, porque en definitiva se trata de la cultura de un país. Hay que hablar de películas cubanas, porque el cine nacional es uno solo”, explica.

Cuestionadora, Cotorruelo ha participado en algunas reuniones abiertas del G20, como le llaman a la comisión de trabajo permanente que, integrada por cineastas y otros representantes de la cultura cubana, se dedica desde hace un tiempo a analizar el actual panorama del cine cubano, intentando llegar a propuestas concretas. Una ley de cine podría ser una de ellas. Una ley de cine podría ser una de ellas, posibilidad que incluso Roberto Smith ha planteado con anterioridad.

 “Durante una de esas sesiones, tuve un contrapunteo interesante en ese sentido —cuenta—. Se me acusaba de estar siendo muy dura, porque ellos [las generaciones mayores] estaban luchando por la utopía. Pero es que para mí no se trata de eso; la utopía está en el arte, no en una empresa de cine”. En un claro enfrentamiento de status socio-artístico, Cotorruelo “les decía que si ellos cobraban cada mes dos mil pesos, bien podían pensar en la utopía. Pero si cuando ni siquiera se cobra un salario fijo cada mes, hay que pensar en cómo el trabajo permite vivir a las personas. Eso es básico a nivel social”.

Para la joven las estructuras del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) resultan muy verticales. “Por lo que he compartido con realizadores de mi generación, muchas veces el productor ICAIC no tiene un diálogo directo con el proyecto. Es como si le fuera asignada la tarea de hacer películas. A mi juicio, no es que no exista un compromiso artístico, pero en el cumplimiento de ese ‘plan’ se ha dejado atrás a los jóvenes (realizadores entre 20 y 40 años). Muy pocos de ellos han tenido el beneplácito de hacer sus proyectos allí, y entonces se fomenta esta producción independiente, porque si no puedo lograr hacer mis proyectos con el Instituto de Cine de mi país, pues voy a buscar otra forma de hacerlo.

“Parto de la idea, que podría resultar radical y molestar a muchas personas, de que el ICAIC debería ser un instituto de cine, y tener una productora para gestiones, procesos y proyectos a nivel estatal. Pero tiene que ser un instituto que le dé las mismas posibilidades a todos los cineastas. Piensa en los directores, ¿cómo logra una muchacha como Jessica Rodríguez ser considerada directora del ICAIC? Quiero y respeto a esos otros directores, pero, ¿cuándo se actualiza esta plantilla? Habrá que ver cómo ocurre eso”, dice.

Ivonne Cotorruelo recibe guiones todo el año. A estas alturas, y como todos en el negocio, se ha convertido en toda una caza fortuna para la financiación de sus películas, en las cuales puede invertir, con (“mucha”) suerte, dos años. Con Espejuelos Oscuros, por ejemplo, ha trabajado cinco años, y todavía la película está en postproducción.

Aún con esas habilidades, puede ser un verdadero dolor de cabeza aplicar con sus proyectos a diversos fondos. Ella explica cómo las películas cubanas llegan a estas listas sin ningún apoyo del Estado, ya que en Cuba no hay creado ningún fondo de fomento o de apoyo a la producción audiovisual, y cómo eso influye en la percepción de riesgo de los patrocinadores, pues se trata de proyectos que están en cero y que pueden, por esa razón, truncarse por el camino. “A la hora de analizar financieramente un proyecto, quizás una película de otro país gusta menos que una cubana, pero la primera ya tiene el apoyo de su país, con lo cual supone un riesgo financiero menor”, expone.

“En casi todo el mundo existe algo que se llama estímulos automáticos. Si como productor —afirma— tienes una o dos películas y te seleccionan en un evento importante, muchas veces es el instituto de cine del país o el estado quien te paga el billete, te ayuda, porque al final estás permitiendo que tu cultura y tu cine llegue a otro lugar, que tenga otro público”.

Programa Ibermedia es uno de los fondos más reconocidos, pero en ese caso solo pueden presentarse proyectos del ICAIC, “con sus realizadores y sus fórmulas de producción. Y me pregunto por qué. Eso no está bien. Hay otros proyectos que tienen todo el derecho de estar ahí, así como los que produce el ICAIC. Se trata de películas que también pueden ganar ese fondo, y se lo están perdiendo.

“Comulgo completamente con la posición y las ideas del G20; creo que están en el camino correcto. Pero no sé a dónde podrá llegar eso. Para presentar un proyecto de Ley el Grupo G20 necesita un muy buen abogado, uno bueno. Este es un año de mucho diálogo; hay que sentarse a mirar. Creo que con voluntad se puede lograr casi todo. Mira cómo funciona en otras áreas. Hay un Instituto Cubano de la Música, y es el mismo para todos los músicos, pero no es el que produce los discos. Ahí está la diferencia, porque el ICAIC es todo: instituto, productora y distribuidora nacional. José Martí decía que la mejor manera de decir es hacer. Y hay que defender el cine nacional, porque yo no estoy haciendo películas en Tailandia, aunque quizás podría; las estoy haciendo aquí”.

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