Liliet Rivera: Yo quise hacer mi historia en la danza cubana

Habana Compás Dance percute, desde hace diez años, los escenarios cubanos y de una parte del mundo. Desde que Liliet Rivera abandonara el Ballet Litz Alfonso en busca de una estética y de movimientos propios. No siempre con taburetes o tambores en vivo. No siempre con la ayuda de Eduardo Córdova, su director musical, pero con el virtuosismo de quien tiene mucho que incorporar al movimiento danzario cubano.

“Quise probarme, ver qué podía hacer. Empezar de cero es un reto bien fuerte, yo quise hacer mi historia, contar mi historia en la danza y sobre todo hacer algo diferente.

“Yo quería que fuera una compañía donde se trabajara con mucho amor, pasión y fusión, pero que se viera la identidad de la compañía a flor de piel. No sabía qué iba a hacer con la percusión, simplemente me dediqué a preparar a las muchachas a mi estilo, a mi forma, y bueno gracias a la fortuna llegó Eduardo Córdova, un enviado especial, porque fue quien hizo que la compañía tomara otro rumbo”.

Quizás por «otro rumbo» Liliet se refiere a que Eduardo Córdova la incorporara al camino de la percusión, y la enseñara a tocar los tambores para mezclar lo flamenco con lo yoruba y los ritmos vernáculos. Esto ha sido –asegura–, algo que ha diferenciado a la compañía, que le ha dado un sello propio.

En los inicios solo bailaban cuatro muchachas, todas provenientes de otras compañías, y montaban las piezas con background. Los tambores y taburetes decorados, la flauta, el bajo, el piano, las muchachas de pelo suelto y Eduardo Córdova vendrían después.

“Nos dedicamos a ensayar en la sociedad estudiantil Concepción Arenal que nos abrió las puertas para que la compañía pudiera tener un local, a preparar a estas jóvenes muchachas que ves hoy y que empezaron con 13 ó 14 años. Ellas venían ya con una base de flamenco y quisieron arriesgarse para ver qué salía de aquí, de este pensamiento, de estos deseos de hacer arte diferente.

“Comencé a prepararlas –además del flamenco–, con danza contemporánea y danza afrocubana, pero todo lo fui mezclando poco a poco, para lograr un resultado diferente en imagen, y para ello me ayudó muchísimo Cristina Maya, colaboradora incondicional de la compañía, y por ello hoy están con el pelo suelto, porque había que romper con esa imagen de la bailarina con moño, con coleta.

“Fue ella quien me presentó en 2009 a Eduardo Córdova, para gracia y fortuna de la compañía, porque veía que hacía falta ya un músico más, un músico en vivo, en este caso un percusionista”.

Pero Liliet reconoce que el director musical no es solo un percusionista, sino un creador, un artista plástico, el responsable de la decoración de los tambores y los taburetes que hoy usan en la escena y las muchachas percuten con las baquetas como si la música fuese a penetrar en ellos al ritmo de los golpes.

“Fue él quien hizo una prueba de percusión a todas las muchachas y se quedó emocionado al ver el talento y las condiciones musicales que tenían, y comenzó a prepararlas con rudimentos, control de baquetas, clases de percusión, y yo como coreógrafa comencé a ver la posibilidad que daba esto a la compañía, hasta ese momento la única que poseía ese vínculo de danza con percusión.

“Tocar en los taburetes fue accidental, pues en la sociedad estudiantil Concepción Arenal los taburetes abundaban y con ellos se daban las clases. Como coreógrafa comencé a ver en ellos un sello muy personal, diferente, que podía poco a poco dar una imagen positiva en la compañía”.

Roberto Chile

Pero Habana Compás Dance posee además de la estética que la distingue sobre las tablas, la esencia de su filosofía resumida en el nombre de la compañía, unido a un interés comercial que no es ajeno hoy a muchas compañías danzarias del país:

“Bueno, «Habana», porque me encanta La Habana, porque se conoce mucho internacionalmente. Me gusta vender La Habana con lo que hacemos. «Compás», porque es precisamente lo que hace la compañía, es el compás todo el tiempo, la polirritmia. «Dance» fue una cuestión más de marketing, porque la gente no identificaba en los comienzos si era una compañía de danza o de percusión, si era un grupo musical… Entonces por un problema de sellar, de que la gente supiera qué iba a consumir, pues «Habana Compás Dance», para darle una personalidad ya como nombre y que la gente pudiera sentirlo”.

A simple vista, Liliet es una mujer apasionada por la compañía que nació de ella, de sus ganas de arrebatarle a la danza una identidad con la que pudiera salir a escena a mostrar algo nuevo, pero colmado a la vez de tradición africana y española a un tiempo, de tantos referentes culturales como pudieran caber en los golpes de las baquetas y las piernas y las palmas. Todo a la vez, con los cabellos pegados a la frente y la mirada hosca, pero sensual y experta.

“No me arrepiento para nada porque a pesar de que fue una etapa muy difícil, sabía a lo que me enfrentaba: empezar de cero, que la gente no te siga mucho porque estás sin nada que mostrar, solamente lo tienes aquí (señala con la cabeza el escenario donde ensayan) y tienes que sacarlo a la luz.

“Me parece genial haber pensado en hacer mi propia historia, que tuviéramos un lugar en la danza cubana que es tan prestigiosa y… nada, le agradezco a la vida por eso”.

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