Malpaso frente al riesgo de vender la danza

“¿Quién no ha sido defraudado? No pensemos sin embargo que el culpable es un sistema, o la sociedad,
o el Estado, o una persona determinada. Son nuestras ilusiones las que nos van defraudando…”
Juan Form

Entre el 2011 y 2012, Danza Contemporánea de Cuba (DCC) perdió casi una docena de sus mejores bailarines. Algunos desertaban, otros se contrataban en el exterior y hubo quienes simplemente defraudados de la danza solicitaban una “fuga” radical. Y de un momento a otro los suplentes dejaban de ser suplentes y se convertían en los verdaderos protagonistas de las piezas. Y de un momento a otro la generación que me enseñó ese algo de danza contemporánea que me llena, ya no estaba más.

Por esas razones que nunca son claras y explicables dejé de ver a Daile Carrazana y a Osnel Delgado junto a DCC. Carrazana saldría después de ocho años para indagar qué más asimilaba su cuerpo. Osnel echó a correr cuestionando su deseo de bailar.

Fuera del refugio de la compañía, Carrazana era parte de Santiago Alfonso y Osnel se dedicaba al montaje coreográfico. Fuera comprendieron que el mercado suele subyugar la danza, como a toda arte, y lo que logras técnica y artísticamente es soslayado, importa más lo que dejas ver en los cuerpos, lo fastuoso del vestuario, lo atractivo y hasta sensual del movimiento. Pero quienes llegaron a primeros bailarines casi nunca se acostumbran a pasar desapercibidos. Y luego de casi dos años desarrollándose por caminos diferentes, Osnel y Carrazana crean Malpaso.

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Malpaso enmienda la vida que sucedió a DCC. Llega para cubrir el vacío de danza de Osnel y la capacidad de trabajo de Carrazana. Es el resultado de una decisión del pasado. De una ruptura construida. Es la lección aprendida de lo que algunos nombraron un error.

Apareció con un trabajo coreográfico exacto, depurado, pulcro en la técnica y los movimientos. Con un repertorio previsto para complacer individualidades, desde los que prefieren la danza narrativa hasta la inexplicable. No obstante necesitará nuevas voces creativas para redimensionarse, necesitará elegir sin agobio de carencia a sus próximos bailarines y encontrar la figura competente para editar su danza.

Malpaso se estrenó este fin de semana en el Teatro Nacional. Y si el Quinteto malpaso baila Benny Moré, un tanto dilatado y a veces reiterativo, despertó dudas sobre los procesos creativos que caracterizarían al proyecto, con el dúo Ocaso y sobre todo con la trilogía Anoxia, Arritmia y Amorfia, donde se explota el potencial de la forma más contemporánea y fuerte, sentí cubiertas mis expectativas. En escena, la trilogía definitivamente será lo más destacado de esa troupe.

Sin embargo, ver aquella sala medio vacía me hizo entender que este grupo de amigos corre el riesgo de que el público no acompañe su trabajo o que esta forma de bailar, fuera de una compañía legitimada, no alcance visibilidad ni sustento monetario para subsistir y en pos de no desintegrarse el proyecto se convierta en lo que otros solicitan y no en lo que ellos han de ser. Si hoy Cuba teme lanzarlos, ojalá la colaboración con Ronald Brown, coreógrafo norteamericano, en el Joyce Theater de Nueva York perfile el camino necesario para afianzarlos. Creo que este fin de semana sus bailarines lucieron preparados para los riesgos.

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Joan Rodríguez, desde su indiscutible fortaleza, mostró la danza que parece sencilla, Carrazana fue y es la línea perfecta, el histrionismo, pero sobre todo la experiencia junto a Osnel, quien me hace creer que la danza es infinita y él no toca el piso más allá de cuando verdaderamente está acostado. Taimy Miranda es el diamante de condiciones físicas y su técnica parece de libro. Dunia Acosta y Manuel Durán, los granmenses son una bella historia, pero más que eso son el deseo de danzar. Randy Cívico es la precisión y María Carla Araújo colabora con el sueño de Malpaso.

El “desconocido” grupo nace rodeado de proyectos danzarios independientes como Rakatán, Revolution, Habana Queens, Ebony, etc., pero enfocado en otra perspectiva, a mi juicio, más formal y menos ligera. Y me alejo de criticar el trabajo de Rakatán, Revolution, Habana Queens, Ebony, los cuales tienen su lugar, público y momento de vida. Solo cuestiono el recuerdo de lo que esta época pudiera representar para el futuro danzario. Porque a pesar del talento de sus bailarines, salidos la mayoría de las mejores compañías del país, el fin de estos proyectos suma cero a la danza cubana.

Y me censurarán por radical. Porque se necesitan más que tres líneas para explicar cómo se fusiona la economía y el abatimiento de los bailarines hasta el punto de llevarlos por este camino. Y menos de tres líneas para saber que al final, los bailarines más que la danza precisan de estos proyectos.

Pero Malpaso camina en otra dirección, al menos así lo veo. Enfoca donde el movimiento representa todo y donde el cuerpo lleva la delantera sin valerse de artificios, ni recurrir al truco de las referencias coreográficas o musicales validadas, a excepción de Benny Moré, pero yo amo a Benny Moré y por eso los perdono.

Hoy es el inicio. Nadie sabe qué pasará. Solo les queda perdurar sin tener que pagar el precio de vender su danza.

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