Natalie Portman en Cuba, alas para la compañía de Carlos Acosta

 

Natalie Portman, la actriz a la que le salieron plumas durante una sucesión de giros en puntas en su debut en El lago de los cisnes, acaba de estar en Cuba para compartir instantes de arte en la compañía del afamado bailarín Carlos Acosta. La Portman no calza zapatillas de danza probablemente desde que terminó de filmar Black Swan (Cisne Negro) en 2010 y tampoco es nada extraordinaria como bailarina, pero domina la actuación desde niña.

A su capacidad interpretativa, que ya a los 20 años era admirable, seguramente aportó una licenciatura en psicología en Universidad de Harvard que obtuvo en 2003, y cursos de postgrado posteriores en la Universidad Hebrea de Jerusalén, ciudad natal de Natalie. La artista tiene doble nacionalidad: israelí-estadounidense, y ha confesado en numerosas ocasiones sentir pasión por sus orígenes.

Luego de sucesivos triunfos en cintas como El profesional, Cold Mountain, Closer, V de Vendetta, Star Wars y París, te amo, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos decidió entregarle su máximo galardón, el codiciado Oscar, por Black Swan, en 2010. Por entonces, casi todo el planeta sufría con sus dolores de espalda porque parecía cierto que le brotaban alas, y no fueron pocos los que compadecieron a la joven traumatizada con llegar a interpretar el protagónico del más famoso de los clásicos del ballet, El lago de los cisnes, dominado por dos polos opuestos: el blanco y el negro.

En Black Swan ni siquiera es la Portman quien gira. Sobra aclarar que tuvo una doble profesional (Sara Lane, solista del American Ballet Theatre) para varias escenas. Sin embargo, más allá de una buena edición y de la negativa tesis de ese filme para interesados en la carrera de bailarín y bailarina, hay realidades irrefutables: la cara de trauma era la de Natalie Portman. Si la juzgan por la técnica danzaria, a ella y a la doble, no hubieran alcanzado ni mención en un concurso local,  pero el rostro de la actriz convenció al mundo de que aquel año su caracterización interpretativa era la bestial, y llovieron premios: Oscar, Globo de Oro, BAFTA, SAG, Saturn y otros.

Natalie Portman en La Habana visitó también el restaurante La Guarida. Foto: La Guarida
Natalie Portman en La Habana visitó también el restaurante La Guarida. Foto: La Guarida

Quienes crean que la Portman entra dentro de la ola, o la moda de artistas que, seducidos por el restablecimiento de la relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, eligen la isla como destino, se equivocan. Primero, porque hace una década se paseó por las calles de La Habana de la mano del que fuera entonces su novio, Gael García Bernal, ese espectacular actor mexicano que ya perdió la cuenta de sus visitas a Cuba. Y segundo, porque Natalie esta vez no vino de vacaciones, sino a compartir con los integrantes de la compañía de un amigo, el extraordinario bailarín cubano Carlos Acosta. Allí presenció ensayos y animó a los bailarines.

Cualquier periodista que escuchara hablar a la primera figura del Royal Ballet de Londres sobre su proyecto inicial en Cuba hace años (consistía en la construcción de un centro de artes en la nunca terminada escuela de Ballet del Instituto Superior de Arte, ISA) tendrá entre sus notas a Natalie Portman al frente de un taller de actuación, pues Acosta la mencionaba naturalmente como colega, debido a una relación ya afianzada cuando en 2009 ella lo llamó para emplearlo como actor en el segmento que dirigió del filme New York, I Love You.

Tampoco la actriz viajó sola a La Habana, sino con su esposo. Palabras mayores. El coreógrafo y bailarín francés Benjamin Millepied es nada más y nada menos que el actual director de danza del Ballet de L´Opéra de París, una de las más grandes y mejores compañías del mundo. La pareja recorrió los salones de la Escuela Nacional de Ballet guiados por su directora, Ramona de Sáa. Allí mismo radica momentáneamente la incipiente compañía de Acosta, cuya primera presentación al público está programada para abril de este año.

La directora del Ballet Nacional de Cuba, Alicia Alonso, también recibió a los esposos en la sede de su conjunto en el Vedado, donde pudieron apreciar ensayos del segundo acto  de Giselle.

Millepied sabe conmover con la coreografía y en ese terreno logró hacer una gran carrera en el New York City Ballet, agrupación en la que además alcanzó el rango de primer bailarín. Hace más de una década, uno de sus dúos más finos, On The Other Side, sobre música del genial Philip Glass, permitió apreciar las pautas de un creador vanguardista.

Benjamin conoció a Natalie durante el rodaje de Black Swan, pues el director Darren Aronofsky lo invitó a participar como coreógrafo. La prensa rosa se dio gusto con el romance, al principio semioculto, entre la actriz y el bailarín, que hasta ese momento estaba comprometido con una de las solistas del American Ballet Theatre. Una novia abandonada, un matrimonio en secreto y un embarazo, todo sucedió bastante rápido. Para mayor delirio de las revistas People y Hola, la Portman subió a uno de los podios más ansiados por artistas en Norteamérica a recoger el Oscar con un precioso vestido que dejaba al descubierto seis meses de gestación. El fruto de cuatro años y medio de edad se llama Aleph, nombre de origen judío, y paseó La Habana junto a sus padres en una lluviosa semana de enero, muy distante del tradicional clima caribeño.

Natalie participó en tres cintas en 2015, en una de ellas como actriz y directora, y en 2016 se anuncia el estreno de otra donde comparte créditos con los también muy populares Ryan Gosling, Christian Bale, Rooney Mara y Cate Blanchett, bajo la dirección del multipremiado cineasta Terrence Malick (La delgada línea roja y El árbol de la vida).

La Portman es hasta ahora un Cisne Negro de la actuación. Este color en el ballet deviene símbolo de triunfo, pues Odile, el temible Cisne Negro, además de conquistar atributos como sensual, elegante y decidida, cumple con el cometido perverso de su padre, engaña al príncipe y le rompe el corazón a la inocente Odette, el Cisne Blanco. Por si fuera poco, en la mayoría de las versiones, la lleva al suicidio, y aún en la triunfalista adaptación cubana de Alicia Alonso, la última imagen que regala al espectador es la de la carcajada de la victoria.

La escena de la derrota explícita del Cisne Negro no existe, nunca se hizo, en ninguna versión. Y después de la película, hasta se puso de moda tatuarse sus plumas. Negras, bien negras, por supuesto.

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