Silvina Fabars, una eterna reina del movimiento

En la calle, Silvina Fabars pareciera tener un montón de hijos y nietos. Generaciones de cubanos la abrazan y besan, le dedican sonrisas y palabras de afecto, mientras la esbelta y muy presumida mulata disfraza sus 70 años de edad con la gracia y la alegría que pasea en los escenarios. La primera bailarina del Folklórico Nacional todavía baila y asegura que bailará mucho tiempo.

La calidez de esta cubana contrasta con su apego a la disciplina y la tradición. “El folklore tiene su línea, igual que si usted baila El lago de los cisnes. Podrán existir versiones pero el punto clave de la obra siempre va a estar en todas y eso mismo pasa en el folklore, tiene su línea, su ética, sus códigos, que yo trato de enseñar a mis niños –como les digo a los alumnos-, ellos deben hacer las cosas lo más puro posible. Cuando se conoce bien el origen de la materia, podemos interpretar de diferentes modos sin perder las raíces. Yo soy folklorista, me siento hija de Rogelio Martínez Furé (Premio Nacional de Danza 2002)”, declara abiertamente.

Fabars comparte sus conocimientos porque entiende como un deber religioso transmitir el patrimonio que otras generaciones le entregaron a ella. Defiende las enseñanzas de sus maestros y la conciencia del valor de la tradición en la danza. Como pedagoga ha compartido con múltiples compañías a lo largo y ancho de la isla durante décadas, así que puede hablar con propiedad sobre el bailarín cubano, sea clásico, folklórico o contemporáneo.

silvina-fabars2“Por lo general, somos gente muy inquieta, tenemos un don de gracia, de seres habilidosos y alegres. Eso es algo que necesita no solo la danza sino el arte en general y la vida propia pues el cubano no solo baila cuando es bailarín, nosotros bailamos caminando, increíble pero es así, somos los reyes del movimiento”, afirma y lanza una carcajada. Tantas décadas de experiencia le permiten conjugar exitosamente profesionalismo con gracia, por eso cuando Silvina conversa con su amplia sonrisa todos se integran a su contentura pero saben que habla en serio, muy en serio, y la respetan.

Como ha colaborado con casi todas las compañías del país, la profesora siente que en cada provincia tiene un pedacito. Para ella es un honor que la convoquen instituciones diversas, no solo agrupaciones de folklore, también cuentan con ella compañías de danza contemporánea y el Ballet de Camagüey. Fabars imparte clases en universidades y en centros de Inglaterra en ciudades como Londres y Liverpool, el Centro Cultural de Tokyo, en Japón, la universidad canadiense de Banff, los centros culturales de Minnesota y Los Ángeles, de Estados Unidos.

Sin embargo, nadie la mira con distancia, con Silvina todo es cercanía porque su origen campesino y extremadamente humilde define a la profesional y al ser humano por igual. Es una bailarina y maestra incansable pero de no ser por esa voluntad hoy sería una desconocida pues Fabars llegó al arte como cantante y en la juventud temprana perdió una cuerda vocal en un accidente.

“Yo tuve la suerte de llegar al Folklórico Nacional casi recién fundado y encontré a allí a Nieves Fresneda, Isola Pedroso, Agustín Gutiérrez –un músico estelar de orquesta-, Zenaida Armenteros (Premio Nacional de la Danza 2005), Roberto Espinosa, Emilio Ofarril, Servando Gutiérrez y otros artistas. Todos me ayudaron a hacer mi carrera después del accidente pues en el tiempo que estuve hospitalizada me obligaron a conocer la danza folklórica, me hablaban de su historia en Cuba. En mi oriente natal estas danzas no se conocían”, cuenta la danzarina natural de la provincia de Guantánamo.

Según Silvina, en su región vio manifestaciones franco-haitianas, pero nada comparable a la variedad de ceremonias que tenían lugar en el occidente del país. Muchos de sus maestros trabajaron incluso con el gran antropólogo Fernando Ortiz y ella cree que beber de esas fuentes le dio la posibilidad de perfeccionar las nuevas danzas aprendidas.

“El Conjunto fue mi vida, me aportó todo, me dio la mano y yo la supe coger. Entonces me dediqué a retribuir y comencé a enseñar. Me di a la tarea de ayudar a formar casi todas las compañías del país, por eso siento que en todas las provincias tengo un pedacito, hasta en el municipio especial Isla de la Juventud. Todavía de oriente a occidente doy todos los años de 10 a 15 viajes, para brindarles atención porque no solo es hacer; sino mantener. Por suerte, en todos los eventos me invitan a clases y a revisar obras, para ver si realmente cumplen con los contenidos, porque el folklore parece fácil pero no lo es”, advierte la cubana de pueblo.

Después del accidente, su tenacidad la llevó a convertirse muy rápido en solista del Folklórico Nacional y una coreografía marcó su carrera: Yoruba iyessá, del mexicano Rodolfo Reyes. Cuando Silvina vio a su profesora Luisa Barroso en la pieza se convirtió casi en una obsesión sentarse en el mismo trono. “Es mi obra magistral, la quiero mucho”, afirma con arrebato.

“Yoruba iyessá es la danza de mi vida y quisiera que siempre quienes la bailen piensen como yo cuando me sentaba en el trono. Me inspiraba en Luisa Barroso, en sus modales, en la forma, porque siempre en el folklore tiene que haber un punto de referencia. El folklore no tenía una técnica definida pero el Conjunto Folklórico Nacional tuvo la venia de crear una base técnica y a los danzantes hoy se les enseña por esos movimientos específicos, desde la punta del dedo gordo del pie hasta la del pelo”, precisa la maestra.

De acuerdo con Fabars, otras obras que la marcaron fueron el Ciclo Congo y el Arará, en la cual ella hizo aportes al personaje al bailar con una canasta suelta sobre la cabeza. Ese hábito era común en su natal Realengo 18 pues de ese modo las campesinas cargaban el agua y las canastas con ropa o comida para llevarlas a los familiares en el campo. “Yo cargué mucha agua, eso fue lo que me dio el equilibrio que tengo”, asegura con altivez.

El folklore se nutre de las tradiciones culturales del país en cada momento y algunas tradiciones en Cuba, como en todas las naciones, cambian con los tiempos. Ciertas características se modifican, sustraen o suman. Las nuevas generaciones comúnmente distan de las antecesoras, y de alguna manera esto influirá en el folklore.

“La dialéctica dice que debe cambiar para cumplir con su objetivo, pero en el folklore yo no estoy de acuerdo del todo. Nosotros podemos hacer obras con libertad de expresión pero la línea no debe perderse, eso siempre le trato de inculcar a mis alumnos. Cuando vamos a aprender una materia debemos aprenderla bien, para proyectarla bien, de lo contrario, en lugar de orientar desorientamos”, señala la profesora y bailarina nominada en varias ocasiones al Premio Nacional de Danza

“Yo soy de los fieles al folklore, y tuve la posibilidad de bailar obras más contemporáneas, montajes del maestro Santiago Alfonso, Eduardo Rivero, Gerardo Lastra; de Danza Contemporánea de Cuba, muchísimas personas me incluyeron en creaciones, pero las coreografías deberían plantearse como aquellas, sin violar los estatutos por los cuales nos hemos regido”, opina la danzante.

A los 70 años de edad, a Silvina le gusta cuidar su figura, evita tener barriga y atrae todo lo que despliegue energía. “Uno siempre quiere más, yo me exijo más y quiero transmitirle esa energía a mis alumnos. No voy a dejar de hacerlo mientras tenga respiración”, asevera la Premio Lorna Bursal 2012 y ganadora del Olorun en su segunda edición.

 

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