Tamara Rojo de vacaciones en Cuba pero fiel al arte

Tamara Rojo

Tamara Rojo carcateriza a Isadora Duncan en la clausura del Festival Internacional de Ballet de La Habana en el 2010 / Foto: Nancy Reyes.

Los encantos de Tamara Rojo prosperan bajo los rayos del crudo sol del Caribe; en las calles de Londres difícilmente tantos hombres le lancen piropos, pues allá los conocidos miran con respeto a la directora del English National Ballet (ENB) y los desconocidos apenas le sostienen la mirada a nadie. A la vista de los cubanos, la bailarina clásica española más internacional luce una apariencia de ángel de mármol y sonrisa adolescente, su calidez no parece europea.

De cierto modo, Tamara también es cubana y, de hecho, llegó a la compañía nacional de ballet a recibir clases como una más. A nadie le extrañó su humildad ni la constancia durante los supuestos días de vacaciones, no era primera vez. Clases, ensayos y cuando todos creían que la famosa artista partía al descanso, en realidad caminaba solo unas cuadras para emprender una segunda tanda extra de preparación física asesorada por fisioterapeutas y rehabilitadores. Si alguien tiene dudas sobre cómo llegar a ser una estrella, la Rojo encarna todas las respuestas.

“Desde niña, he visto desperdiciar grandes talentos por falta de disciplina. Vi perderse a compañeras de mi propia escuela con más talento que yo, luego he sufrido por la pérdida de bailarines con los cuales compartí el escenario y creí que podrían ser las estrellas de su generación. Da igual la cantidad de talento natural, la disciplina es lo más importante”, aseveró la primera bailarina y directora en la capital cubana.

Las vacaciones de Tamara nunca implican una total desconexión del trabajo. Ver eso como un sacrificio sería obviar la esencia su carrera: la pasión. El retorno frecuente a La Habana responde a tres razones específicas.

“Vengo a ver a amigos a los que quiero mucho y considero parte de mi familia. En segundo lugar, vengo para entrenarme con los fisioterapeutas y rehabilitadores físicos Miguel Capote, padre e hijo, que no solo me han ayudado siempre a ponerme en forma sino que me han recuperado de mis lesiones más graves, les debo muchísimo. Además, vengo para continuar ensayando y tomando clases con la maestra cubana Loipa Araújo, y así prepararme para la siguiente temporada”.

Tamara Rojo y Carlos Acosta
Tamara Rojo en el pas de deux del Corsario en La Habana junto al cubano Carlos Acosta en el 2009 / Foto: Nancy Reyes.

La Rojo atesora montones de medallas y títulos como el Premio Príncipe de Asturias 2005 y el Benois de la Danza 2008, considerado el Oscar de la manifestación artística. La historia del ballet en Cuba tampoco podrá ignorarla por dos hitos: ser la artista extranjera que ha bailado con mayor número de cubanos en el planeta y el haber sido protagonista principal de las espectaculares funciones brindadas en La Habana por el Royal Ballet de Londres durante su única visita al país. En aquella ocasión, actuó junto al cubano Carlos Acosta, amigo de tantos años con el que no puede evitar un matrimonio simbólico, o mejor dicho, artístico, pues la crítica mundial los exalta como una de las grandes parejas de la historia de la danza.

Sin embargo, la concesión de un puesto como el de directora del ENB en 2012 se relaciona más con su capacidad intelectual que con la demostrada inteligencia escénica. Con tal designación, el Royal –la más célebre de las compañías inglesas- perdió casi al mismo tiempo a la brillante maestra Araújo, nombrada por Rojo como su directora artística asociada, y a los dos puntales femeninos del elenco; pues Alina Cojocaru –otra estrella del firmamento danzario- no tardó en sumarse a la empresa en calidad de primera figura.

La nueva directiva apuntó a un clásico famosísimo que, pese a estar inspirado en un poema nacional, nunca había sido montado por una compañía inglesa. La puesta de “El corsario” recibió elogios de los principales medios de prensa por la excelencia del vestuario, la escenografía, la concepción dramática y el desempeño de los bailarines. Desde el principio, la dirección abogó por la mixtura de temporadas de clásicos como El lago de los cisnes, Cascanueces y Romeo y Julieta, con programas compuestos por obras neoclásicas y contemporáneas de Jirí Kyllian, Roland Petit, Maurice Bejart y Harald Lander.

La Rojo quería darle a ENB coreografías propias y con ese propósito convocó a los coreógrafos Akram Khan, Russell Maliphant y Liam Scarlett para componer Lest We Forget (Para que no olvidemos), un programa en conmemoración del centenario de un suceso traumático en Gran Bretaña, la I Guerra Mundial.

“Quería darle a ENB un nuevo estilo de baile, muchísimo más libre, energético y juvenil. Para eso aposté por una nueva generación de bailarines con mucho potencial y que con el trabajo de Loipa Araújo mejora día a día. Yo espero a que esa sea la próxima generación de estrellas del ballet”, dijo la también ensayadora y maestra.

Ser directora y bailarina al mismo tiempo la distancian de la burbuja en que viven algunos dirigentes. Tamara no exige nada que ella misma no pueda demostrar. Los principales festivales del mundo y galas internacionales ofrecen escenarios para su creciente versatilidad. En ellos, la artista transita del academicismo más exigente del ballet, impreso en pas de deux como Raymonda, a un uso distinto del cuerpo en relatos de mayor modernidad como Cinco valses de Brahms a la manera de Isadora Duncan, de Sir Frederick Ashton, o Dust, de Akram Khan.

Mientras algunos ven el contemporáneo como una oportunidad de transición para el bailarín clásico a fin de prolongar la vida escénica cuando merman las capacidades del cuerpo, la Rojo asume una visión de diálogo entre los estilos como fortaleza y anclaje en el presente.

“El contemporáneo es la forma de expresión de los coreógrafos de hoy. Darle la espalda significaría ignorar la realidad. Además, ayuda al bailarín clásico, porque le da fluidez, mayor libertad y amplía el abanico de posibilidades de cómo moverse”, subrayó la inolvidable intérprete de Dust, pieza de apertura de Lest We Forget.

La prolongación del drama en esa obra de Khan no suma tragedia o decadencia, pues la partida de un género y hasta su aniquilación devienen (como devinieron en el contexto de la I Guerra Mundial) experiencias de aprendizaje y renacimiento para el género subsistente. Los creadores antiguos nunca hubieran elegido semejante tema para una coreografía pero en la actualidad la danza emana más de la vida.

“Los coreógrafos clásicos como Petipa siempre absorbían los ballets regionales y en sus obras incluían una danza española o una china, italiana, rusa u otra, porque en aquella época el absorber los bailes populares era la forma de ampliar el vocabulario del ballet. Ahora sucede con la danza contemporánea y el bailarín que aprenda sus técnicas será capaz de aportar al clásico las cualidades positivas y, con esto, no solo ampliará el vocabulario sino también la gama personal de movimientos. La danza contemporánea hace bailarines muchísimo más fluidos, naturales y coordinados”, ratificó la artista poseedora de un dominio técnico y versatilidad teatral que la ubican en los puestos cimeros de su generación a nivel mundial.

En una época de crisis económicas, la supervivencia de las piezas clásicas tambalea por el incremento del costo de las producciones. Las escenografías, vestuarios y utilerías relacionadas con tiempos pasados son un lujo caro.

“Es triste decirlo pero hoy en día es imposible hacer que el ballet clásico sea económicamente viable. El coste de las puestas se ha multiplicado. Los salarios de los bailarines y los músicos son más altos. Las orquestas en vivo, las producciones, los sastres y los técnicos de escena cuestan mucho dinero. Sin embargo, los teatros que usamos son los mismos donde se bailaba hace 200 años y no podemos vender más entradas porque simplemente no las hay.

“Tampoco el público está más interesado en la danza, no somos capaces de vender 11 semanas seguidas de un mismo programa, es insostenible. Luego, a no ser que continúen las subvenciones del Estado y que consigamos atraer subvenciones privadas, el ballet clásico está en peligro de extinción”.

En lo que resta de año, el ENB repondrá El lago de los cisnes, Coppelia, Cascanueces, y presentará un programa integrado por piezas del francés Roland Petit, el checo Jirí Kilián y los norteamericanos John Neumeier y William Forsythe. De este último, la directora eligió una obra crucial, In the middle somewhat eleveted, con música de Thom Willems. La compañía llevará su arte a China, Singapur, España, México y Colombia.

La actual dirección de ENB intenta darle una personalidad a la institución, con repertorio propio y un número creciente de giras nacionales e internacionales. Tamara solo se deja apresar por otra pasión: un ansia de aprendizaje continuo. El afán perfeccionista de la artista raya lo obsesivo y su preocupación por el desarrollo de los talentos jóvenes la convierten en un ser con mente en la tierra y alas para el arte.

Tamara Rojo
Tamara Rojo en la clausura del Festival Internacional de Ballet de La Habana en el 2010 / Foto: Nancy Reyes.
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