Viengsay Valdés: “El ballet es de reflejos”

"El ballet en la Isla surgió a partir del estudio de la fisonomía del cuerpo de nuestros bailarines", expresa Viengsay Valdés. Foto: Ale Ramírez

"El ballet en la Isla surgió a partir del estudio de la fisonomía del cuerpo de nuestros bailarines", expresa Viengsay Valdés. Foto: Ale Ramírez

No es Cecilia, la mulata que Cirilo Villaverde creó. Su historia es la de una de las musas que le han puesto al Valdés un atractivo irresistible. Envueltos en seda, lleva cada uno de sus músculos; incluso su rostro se dibuja con líneas fuertes, seguras, firmes. La voz endulza y los ojos avisan de un alma temperamental.

Del nombre se ha dicho mucho: que proviene de Laos, que significa Victoria, que lo escogieron sus padres, los primeros embajadores de Cuba en ese país; que le auguró tempranamente un camino de éxito…

Igual de prematuro fue su paso por la gimnasia. Rozando la barrera entre la niñez y la adolescencia y sin ser de las pupilas más aventajadas, comenzó a hacer del baile una vida, con esfuerzo y perseverancia. Desde aquella época en que permanecía con su abuela, hizo de los libros su sabio refugio y de sus aptitudes, talento.

A los 18 años ya era la primera bailarina de una de las mejores compañías danzarias del mundo. Permeado por las leyendas que erigió Alicia Alonso, el Ballet Nacional de Cuba (BNC) le dio un hogar a Viengsay Valdés. Quiso ser excelente allí, y lo ha logrado.

Ya no es la joven de antaño. Los pliegues alrededor de sus párpados y su boca no mienten. Eso sí, no encuentro en el salón de ensayos del BNC a nadie más entregado que ella. Viengsay Valdés se concentra seriamente. De cada gesto logra una rutina metódica.

¿Crees que en Cuba se aprecia suficientemente el ballet clásico?, trato de romper el hielo en la conversación. Viengsay dice su verdad: “Definitivamente. El ballet en la Isla surgió a partir del estudio de la fisonomía del cuerpo de nuestros bailarines, algo que impulsaron los fundadores de la escuela cubana de ballet, los maestros Alicia, Fernando y Alberto Alonso. La danza en el país, específicamente el ballet, ha tenido una amplia aceptación, porque desde el triunfo de la Revolución y con el apoyo de Fidel Castro, esta manifestación se llevó a todo la geografía nuestra. Se logró hacer actuaciones urbanas y rurales. Se hizo popular. También ha ayudado la tradición de muchas generaciones que, desde 1948 hasta la fecha, ha habituado al pueblo a admirar el ballet como una importante expresión artística. Hay muchos niños que actualmente quieren aprenderlo y eso se debe a que, desde edades tempranas, lo ven y lo aceptan. Los padres ven en nuestra carrera la posibilidad de un desarrollo artístico”.

La bailarina es de quienes sienten que la danza “ha inspirado a escritores, músicos, pintores y otros artistas. En la historia hay muchos ejemplos de cómo se llevaron a los escenarios danzarios temáticas propias de la Isla. Tiene valor en la sociedad porque nos enriquece como seres humanos. En Cuba se ha desarrollado de manera versátil, a través de diferentes vertientes, entre ellas la folklórica, la tradicional, la contemporánea y la clásica. Hemos tenido una gran influencia europea, pero también de africanos y criollos. Aunque interpretamos obras internacionales, no hemos perdido nunca nuestro sello , el ritmo y la musicalidad, que son innatos en el bailarín cubano. La danza ofrece, de forma natural, un reflejo de la identidad cubana que, por tanto, es inseparable de nuestra cultura”.

¿Cuál es la cualidad básica de una primera bailarina?

La responsabilidad. Considero que una primera bailarina debe llevarlo consigo. Debe tener constancia, disciplina, ser ejemplar. Tiene que estar consciente del momento que vive y del rol que desempeña. Implica estar siempre al frente de lo que está haciendo.

Viengsay opina que la disciplina, cualidad básica de un bailarín. Foto: Ale Ramírez
Viengsay opina que la disciplina es la cualidad básica de un bailarín. Foto: Ale Ramírez.

¿Crees que Don Quijote está hecho para ti? ¿Es el mejor ballet que has podido interpretar?

No está hecho para mí. Es una obra que ha existido hace más de dos siglos, pero sí creo que es una pieza en la que he tenido la oportunidad, gracias a mi esfuerzo, de destacarme. La he interpretado desde los 16 años, cuando estaba en la Escuela Nacional de Ballet, y que, además, he podido bailar en diferentes compañías del mundo. He probado casi diez versiones de Don Quijote y he apreciado lo bueno que tiene cada una, ya que hilvana la historia de distintas maneras. Eso sí, a la vez, he podido sentirme agradecida por nuestra manera de danzarla.

Viengsay reflexiona entonces sobre lo especial ese ballet para ella. En su interior reconoce que “el personaje de Kitri en Don Quijote tiene que ver mucho conmigo. Le agrego matices cada vez que lo bailo. No me aburro de hacerlo y, sumándole lo virtuoso que lleva en la parte técnica (los balances, los sostenidos) –en la cual me destaco–, adoro la parte histriónica del personaje. El conjunto de poderlo dominar, tanto técnica como artísticamente, es lo que lo hace uno de mis preferidos y, especialmente, uno de los más naturales.

“En la escena, Kitri es una mujer extrovertida, coqueta, que en cierto modo tiene un poco de sentido del humor y que, además, es apasionada y le gusta bailar. Fuego en la escena: esa es la cualidad que se ve desde el inicio hasta el final del ballet”.

¿Cómo supera una bailarina los dolores en el cuerpo?

Un bailarín es como un atleta de alto rendimiento, que tiene un enorme desgaste físico y que, por supuesto, provoca contracturas musculares o lesiones, por un mal movimiento o por no haber calentado lo suficiente. Para evitar eso hay que lograr un buen fortalecimiento físico y estar siempre preparado psicológicamente para ver cómo se va a mover el cuerpo y no hacerlo sin cuidado, para no caer de un salto y lesionarse. Se tiene que ejercitar previamente, ya sea para una clase, un ensayo o la misma función.

La preparación física es lo que te va a responder. No se trata de solo de bailar, sino de estar preparado para hacerlo. Los dolores físicos aparecen, es algo inevitable. Para aliviarlos, acostumbramos a poner las piernas en alto, frotar hielo, hacer lo mismo que un deportista podría hacer. Lo que necesita el músculo es estar entrenado y saber recuperarse.

Se toma potasio para esa recuperación, rehidratación y dilatación que necesita el organismo. Debemos estar preparados para empezar el día de forma óptima y no arrastrando dolores de la jornada anterior. Hay que despertar lo más ‘nuevo’ posible, porque así rendimos lo que se espera de nosotros. Al no sentir el dolor, explotamos más nuestras posibilidades.

El público

¿Cuál sería para ti el mejor auditorio? ¿A quiénes sentarías en las butacas para verte bailar?

A cualquiera que pueda apreciar la danza, que pueda sentarse agradablemente en un teatro a disfrutar de la música, el movimiento y la escenografía; que pueda entender todo en su conjunto. Uno puede conmover a un espectador, aún si es neófito del ballet. Él puede llegar a emocionarse y a sentirse transportado al sentimiento del propio artista. Eso es algo que uno puede guiar a lo largo de la función, incluso, repito, si el espectador no sabe nada del ballet. Es inevitable que haya siempre nuevos aficionados y eso es bueno.

Cuando salgo de una actuación, siempre hay alguien que me dice: “Hoy fue mi primera vez”. Es muy lindo ver cómo esas personas van atrás, te saludan emocionados y se van con la promesa de que volverán. El hecho de poder lograr eso da la medida de que no importa a qué público uno le baila.

La crítica especializada se ha referido a “tus sorprendentes y extendidos milagros” del balance. Unos han dicho que son “equilibrios de infarto, increíblemente largos”, otros, que “parecen detener el tiempo”. ¿Qué se requiere física y mentalmente para lograrlo?

Hay balances que hablan, que conspiran con la emoción que van creando en la audiencia. Al auditorio lo excita la manera en que la artista lo logra, controla y termina. Un ejemplo está en el ballet Giselle, en el cual, aunque las piernas se encuentran en una posición sostenida, los brazos continúan flotando para dar una sensación etérea, gravitacional. Son diferencias, matices que corresponden al estilo de cada uno de los ballets, que han sido parte de un estudio propio. El conjunto de la música, el movimiento y la expresión impresionan al público, por tanto, los balances se integran en ese conjunto.

Hay que despertar lo más 'nuevo' posible, porque así rendimos lo que se espera de nosotros, asegura la destacada bailarina Viengsay Valdés. Foto: Ale Ramírez
Hay que despertar lo más ‘nuevo’ posible, porque así rendimos lo que se espera de nosotros, asegura la destacada bailarina Viengsay Valdés. Foto: Ale Ramírez.

¿Cómo ir de ser catalogada como “fría y dura”, hasta “suave y expresiva”?

La versatilidad es algo que he podido defender siempre, guiada por el ejemplo de Alicia Alonso. Recuerdo un encuentro con la bailarina Maya Plisetskaya, durante una de mis presentaciones en el teatro Marinski de San Petersburgo, en el que me decía que no le gustaba interpretar ningún ballet que no tuviera que ver con su carácter. Y sí, ella fue muy buena en Don Quijote y El Lago de los cisnes, porque son obras con roles fuertes, temperamentales.

Sin embargo, no coincido con eso. Creo que, si un artista se considera válido, debe tratar de ser lo más versátil posible, desplegarse en todas las facetas que pueda. Te enriquece muchísimo, tanto artística como espiritualmente; incluso, le da vida a la sensibilidad humana, porque te lleva a conocer diversos sentimientos. Recalco mucho eso a los bailarines más jóvenes, que no se encasillen o acomoden a un ballet, porque es en el que mejor logran un paso. Aunque se haga ese paso técnico tan virtuoso, deben desdoblarse e ir más allá, a la interpretación. De hecho, me gustan mucho las caracterizaciones. Una prueba de eso está en El Lago de los Cisnes, donde la bailarina debe cambiar drásticamente en una misma noche, del blanco al negro. Ese es otro de los ballets que disfruto muchísimo.

Profesión

¿Qué lograría un bailarín virtuoso, pero sin disciplina, fuerza, seguridad en sí mismo?

Ese sería un bailarín, podría decir, de alma pobre. En una carrera tan difícil y sacrificada, hay que tener una determinación real. Con falta de confianza en uno mismo, fallan los pasos, el poder de decisión para arriesgarse y se es propenso al nerviosismo. Ello se nota en escena.

No se puede triunfar en este mundo si uno no enfrenta las situaciones tensas y se para frente a una audiencia gigantesca, maquillado y vestido para la ocasión, acompañado de un cuerpo de baile, de la orquesta. Por otra parte, sin disciplina un bailarín es inconstante. No venir a clases o llegar tarde termina provocando un mal paso y, de forma general, entorpece su desarrollo.

Si logra tener una base de disciplina sólida, alcanza la constancia que necesita, porque el ballet es de reflejos –si no se repite una y otra vez el mismo paso, no se tendrá la reacción física necesaria para hacerlo cuando toque. Es una cadena que solo se mantiene con disciplina, perseverancia y decisión, y que conlleva el saber reponerse, si algo ha fallado. Lo doy todo en los salones para llegar al escenario segura de lo que he logrado ya en clases, de que lo tengo dominado. Voy a las funciones solo a disfrutar.

¿Nunca te arrepientes de haber rechazado propuestas de trabajar fuera de Cuba?

No. No se puede estar en dos lugares a la vez y uno tiene que escoger qué parte prefiere, aunque ambas sean importantes. Si bien ha habido cosas esenciales que han coincidido en un mismo momento de mi carrera, he sabido priorizar lo más relevante.

Si era importante bailar con la Scala de Milán, también lo fue el que se anunciara mi nombre en una plaza tan destacada como Nueva York, para actuar respaldada por el Ballet Nacional de Cuba. Fue una disyuntiva grande en la que terminó pesando más la responsabilidad de la primera bailarina, que ya mencionaba.

La propia Alicia Alonso me aconsejó que para la compañía y para mí misma, la presentación en Estados Unidos era muy significativa. Gracias a la presentación en Nueva York obtuve elogiosas críticas internacionales, nada más y nada menos que en uno de los lugares donde más fuerte es la opinión especializada. Además, podría decir que Estados Unidos fue un termómetro que nos dio la posibilidad de medir cómo estaba el BNC en el mundo.

¿Qué encuentras en Cuba?

La cercanía a mis raíces, la posibilidad de disfrutar lo que hago junto a mi familia y de reafirmar mis conocimientos con los grandes maestros creadores de la Escuela Cubana de Ballet. He logrado tener éxito en mi tierra como artista. No todos los bailarines en el mundo tienen la oportunidad de representar a su país en escenarios internacionales y triunfar.

Y el BNC…

Fundamentalmente es la estabilidad profesional que necesito para elevar el nivel. Además, tengo experiencias vitales en las principales obras clásicas del repertorio mundial y la oportunidad de profundizar en el estilo de nuestra escuela.

¿Alicia Alonso?

Alicia ha sido mi consejera desde que ingresé al BNC. Ha habido siempre una relación de respeto y apoyo entre nosotras. Especialmente cada vez que me han invitado a bailar fuera de Cuba, ella ha estado pendiente de qué es lo mejor para mí, como bailarina y como ser humano.

Hemos sabido comprender nuestros argumentos, a partir de escuchar nuestros criterios. Ha sido una maestra que me ha enseñado desde cómo pararme en un escenario, hasta cómo hablarle a los periodistas. Su preparación fue muy completa y la llevo conmigo. Es algo que no se olvida nunca.

Hay quien suscribe que la danza ya ofreció todo su potencial en la Isla, ¿qué le diría?

La danza es un medio de expresión inagotable, por tanto, no importa el lugar o la época, siempre producirá sentidos, servirá de medio o pretexto. Así ha sido desde la prehistoria y no hay manera de evitarlo. Bien lo advirtió Alejo Carpentier: “El espíritu de la danza es inseparable de la condición humana”.

Viengsay fuera de la escena

La mayor parte del tiempo fuera del ballet la empleo en estudiar en el Instituto Superior de Arte, donde me inicié recientemente.

Además, trato de leer, sobre todo novelas de ciencia ficción. Igualmente me gusta documentarme y disfrutar de otras manifestaciones artísticas. Adoro, por ejemplo, los conciertos de Frank Fernández, pianista con una sensibilidad conmovedora, y las funciones de Danza Contemporánea de Cuba. En resumen, busco nutrirme de todo lo que me rodea cada vez que puedo. Por supuesto, siempre hay tiempo para el descanso, ir a la playa o salir de La Habana por corto tiempo.

A Viengsay Valdés le gusta la música de Frank Fernández, el estilo de Danza Contemporánea de Cuba y bailar con los Van Van. Foto: Ale Ramírez
A Viengsay Valdés le gusta la música de Frank Fernández, el estilo de Danza Contemporánea de Cuba y bailar con los Van Van. Foto: Ale Ramírez.

¿Cocinas?

No me lo permite el tiempo. Llego muy cansada, pero es algo que espero aprender, para sorprender alguna vez a mi esposo.

Pero sí sigue habiendo tiempo para bailar de todo un poco…

Sí. Sobre todo, la salsa. Adoro bailar con los Van Van.

¿Qué otra profesión hubiera ejercido Viengsay Valdés?

No me gusta pensarlo, pero creo que pianista. Estoy segura de que fuera lo que fuera, hubiera tenido que ver con el ballet.

Exclusive dance performance by Viengsay Valdes

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