Yosmell Calderón o Un bailarín de otro mundo

Fotos: Cortesía del entrevistado

Fotos: Cortesía del entrevistado

Yosmell Calderón bailó en Danza Contemporánea de Cuba (DCC) por  nueve años. Y se permitió, durante ese tiempo, entender y desentender la danza a su antojo. Desdibujarse en solos y dúos extraordinarios que lo (nos) dejaban sin aliento en cada salida al escenario. Yosmell Calderón es, para más señas, el del solo de Compás y los dúos Ne me quitte pas de DemoN/Crazy y El Dorado.

Sobre su carrera y su reciente separación de la compañía que —según él—, ha sido vital para su desempeñó como bailarín, el Jabao conversó con OnCuba.

“Mira, los primeros momentos para bailar fueron diría yo muy lentos, porque yo fui deportista siete años, y ver que mi cuerpo estaba relacionándose con otro lenguaje, con otra manera de expresarse, con otra manera de ver la vida, fue un choque. Mi vida se paró en un estado de retroalimentación de otras perspectivas, otras maneras de hacer las cosas, hasta que llegó un momento en que mi familia me dijo: lo haces o no, pero empiezas y terminas bien, y eso fue lo que más me motivó, fueron palabras de mi abuelo, estremecedoras en mi mundo en aquel momento.

“A partir de ahí me involucré muchísimo con la danza, empecé a entenderla, a quererla, pero cada vez que bailaba era un poco frío porque era muy técnico, tenía las aptitudes y las habilidades que me había brindado la gimnasia y podía bailar alguna que otra cosa muy virtuosa. Durante tres o cuatro años estuve bailando muchos solos, luego llegué a la Escuela Nacional de Danza, fui a diferentes concursos, a Italia, a Holanda, haciendo solos, y eso de alguna forma me ayudó a entender el espacio, pero todo tiene sus pros y sus contras, a la hora de bailar en grupo entonces me costaba mucho trabajo.

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“Cuando llegué a DCC pasé por otro proceso, el de entender un poco más las energías de todos mis compañeros, había un trabajo más grupal y tuve que establecerme también dentro de los parámetros o de las posibilidades que el grupo me brindaba, y eso fue muy importante en mi vida, porque para mí la danza es como ser un psicólogo, entender un poco más a las personas, a la audiencia, crear un vínculo con ellos. Volverte más que un bailarín o más que un artista, es el autoconocimiento de hasta dónde puedes llegar, algo inigualable, y eso me lo han brindado la danza y las artes marciales que practico. No diría que es filosofía, pero es el camino que yo sigo y eso es maravilloso”.

¿Hay alguna pieza, algún espectáculo que hayas disfrutado en particular?

“Lo primero que bailé fue El Dorado, de Cathy Marston, luego vinieron otros trabajos como DemoN/Crazy de Rafael Bonachela…Yo lo disfruto todo, hay cosas que no particularizo, no las hago mías, porque de cierto modo tengo que estar bailando el movimiento de los coreógrafos que vienen. Sin embargo, asimilas todo eso y cuando estás interpretándolo lo tomas como tuyo y lo llevas a tus características, a tus posibilidades, eso es desvirtuar toda la información que tienes y al mismo tiempo decir: no soy yo, es el lenguaje del coreógrafo con el cual estoy trabajando y mira qué fascinante, él tiene una perspectiva del movimiento diferente a la que nosotros estamos acostumbrados, y aprendes a quererlo”.

¿Te sientes más cómodo con un coreógrafo que te permita improvisar?

“Hay coreógrafos que vienen y montan exactamente lo que quieren, no hay un movimiento en el que puedas improvisar, las cuentas son exactas, y eso te ayuda a hacer lo que tienes que hacer en el momento exacto, es como: esto es el aquí y el ahora, disfrútalo, aprende de mí, aprende del momento y de toda la información que te estoy brindando. Sé exactamente un soldado-artista, porque tienes que entenderlo tal cual es y eso te ayuda a estar al doscientos por ciento de tu concentración.

“El bailarín cubano tiende a improvisar mucho, somos muy locos o estamos buscando siempre otra manera de mostrar, pero para algunos coreógrafos se trata de lo contrario, de calmar una tormenta, de poner todo ese mar completamente plano, apaciguar todo eso. Entonces tienes que llegar a ese estado y a partir de ahí funcionar. Entonces hay que aprender a entender a estos dos tipos de coreógrafos. Para mí, no te voy a decir que es una cosa ni la otra, porque estaría absolutizando. Creo que más bien se trata de estar en el camino de esas dos personas, entenderlo y llevarlo a ti, disfrutarlo”.

¿Qué es lo más difícil para ti a la hora de salir al escenario?

“En un escenario, ya sea cubano o extranjero, es buscar el vínculo con la audiencia para precisamente en el momento en que tú salgas, esa relación llegue a un nivel tal, que la propia audiencia diga: yo no quería que te fueras del escenario y eso es lo que siempre trato de hacer. No es el tecnicismo. La juventud piensa mucho en el tecnicismo, en qué cantidad de cosas puedo hacer o si puedo estirar una pierna, o pensar en puntas… El bailarín más experimentado está más para el disfrute, y creo que muchas veces no necesita pensar en crear ese vínculo, porque eso emana solo y el público lo recibe”.

¿Alguna obra en particular con la que hayas logrado esa conexión?

“En mis últimos tiempos, creo que con DemoN/Crazy y Compás. Nunca supe qué nivel había logrado en mi vida como bailarín hasta que de alguna forma después que salía de esas coreografías la gente me reconocía, y esas cosas me hicieron entender que estaba por un buen camino. Siempre traté de llevar mis posibilidades al máximo, pero no pensé que estaba en un buen camino”.

Te vas de DCC… ¿qué etapa comienza ahora de tu carrera?

Hay muchas cosas importantes en un bailarín. Yo no voy a dejar DCC nunca, siempre voy a mantener el vínculo con la compañía. Pero para mí al bailarín cubano hoy en día y por fatalismo geográfico, le falta información, y yo busco eso constantemente. En parte lo he encontrado por nueve años en esta compañía, pero a estas alturas de mi vida quiero buscar información, ya sea de hip hop, de jazz, de contemporáneo, de técnicas volando bajo, de lo más revolucionario que se esté haciendo en el mundo de la danza.

“Quiero ser como un embajador de toda esa información y traerla para acá, y el final creo que siempre va a ser terminar acá, establecerme en Cuba. Me agradan mucho los cambios que están teniendo lugar ahora mismo en nuestro país y lo veo como una posibilidad para que regrese, pero con esa enciclopedia de información que quiero buscar y brindar, quizás ya no como bailarín, pero como docente. Por lo pronto voy a comenzar en la compañía Pál Frenak, de Hungría con un contrato de dos años”.

¿Alguna figura de la danza que te haya inspirado en particular?

“Compartí con la mejor generación de DCC cuando llegué a la compañía. Lo primero que vi bailando fue Compás y me impactó ver los tambores y cómo aquellas personas se relacionaban con la música, sobre todo en el momento de la improvisación, el solo que luego hice yo. No puedo explicarte la energía que sentí en ese momento. Entre ellos, Miguel Altunaga, Wisley Estacholy, que es un prodigio de la danza, donde quiera que lo hubieses puesto en el mundo hubiese sido un bailarín de grandes calibres, Osnel Delgado, un excelente bailarín y con unas capacidades exquisitas, podía montar una frase de cinco minutos en solo dos… Y yo decía, dónde estoy, estoy al lado de personas que no son de este mundo, y eso te motivaba a estar al máximo de tus posibilidades, y decir yo quiero ser como ellos. También Edson Leonardo Cabrera, que fue con quien aprendí lo que es la interpretación. Él me dijo: tú no tienes que preocuparte por la interpretación, ella va a salir de ti en cuanto tú entiendas cada cosa que haces. Ellos fueron como el espejo en el que yo quería mirarme”.

¿Qué crees que le está faltando ahora mismo a la danza contemporánea en Cuba?

“A la danza contemporánea le falta —se busca en DCC, no digo que no se busque, pero todavía falta—, que el bailarín cubano entienda que tiene que estar al máximo de su nivel. En el mundo el bailarín clásico te baila también un neoclásico, un moderno, un hip hop maravilloso, te baila un tango o la mezcla de todos esos estilos. En Cuba no. El bailarín cubano tiene que entender que debe hacer de todo y estar preparado para lo que venga, si eres bueno en contemporáneo muy bien, o en moderno, o si estás preparado para hacer una clase de contacto, muy bien. A mayor información, mejor es el bailarín.

“El Ballet Nacional de Cuba, por ejemplo, por qué no pueden hacer contemporáneos, por qué no pueden hacer neoclásicos, ¿es un problema de concepto, de filosofía, o de enfoque de trabajo? Eso es una limitante para la cultura danzaria cubana y deberían trabajar ya en ese sentido”.

Se dice que la vida de un bailarín es corta, ¿has pensado en el momento del retiro?

“Nunca he pensado en cómo voy a terminar. He pensado en que tengo que estar preparado para eso, y lo fundamental para mí es tener mi cuerpo en un buen estado. Yo sé que mi cuerpo es mi instrumento, si lo maltrato no puedo llegar bailando a los cuarenta, entonces para mí lo esencial en un bailarín es cuidarse, es entender que su cuerpo es su lenguaje. Se trata de fortalecerte y llegar a un estado en el cual sepas canalizar cada momento de tu vida, enfocarlo en un buen camino y decir, el viaje ha sido maravilloso, la meta no, el viaje sí…”

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